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Emergencia, emergencia, necesitamos otro aeropuerto

Lisboa superará este año el tráfico de viajeros que en principio estaba previsto para 2050

Ragnar Locker TAP
Un avión de la aerolínea TAP despega en el aeropuerto de Lisboa.PATRICIA DE MELO MOREIRA

Portugal va a cerrar el año con el mayor crecimiento del siglo, pero el país se enfrenta a dos grandes problemas: el demográfico, con una población envejecida y en decrecimiento, y el aeropuerto de Lisboa. Ninguno de los dos se soluciona mañana.

El boom del turismo ha pillado a los políticos igual que hace 50 años, discutiendo si construir un segundo aeropuerto en Lisboa o seguir con chapucillas en el actual, incrustado en el medio de la ciudad. La tendencia en este medio siglo ha sido el remiendo, el ir tirando, sin distinción de colores políticos. Esa estrategia ya está más que agotada. Según el presidente de ANA-Aeropuertos de Portugal, Carlos Lacerda, en el primer trimestre del año 400.000 viajeros no pudieron aterrizar en Lisboa por falta de vuelos; es decir, que a final de año serán unos dos millones de personas.

El pasado año llegaron al aeropuerto 22,4 millones de viajeros, una cifra que, según el ministro de Planificación, debía alcanzarse en 2022. Este año llegarán unos 27 millones de personas, cifra que, según estudios realizados hace años por prestigiosas consultoras y universidades, solo se alcanzaría a partir de 2050 (inciso: ¿estas consultoras cobran si no dan ni una, o solo por decir lo que quieren que diga la parte contratante?).

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A falta de vuelos, el libre mercado funciona de maravilla. Los precios para volar a Lisboa se disparan. De media, un billete a la capital portuguesa para el 1 de agosto desde cualquier destino europeo cuesta cien euros más que, por ejemplo, a Madrid o a Barcelona. Volar de Nueva York a Lisboa casi cuesta el triple que desde la misma ciudad americana a la capital española.

La concesionaria de los aeropuertos, la francesa Vinci, está haciendo su agosto con el alquiler de espacios para tiendas y la subida continua de tarifas, pero otros servicios, como el de facturación, llegadas de coches particulares o el de taxis son un caos.

La situación es crítica y así lo reconoce el ministro de Planificación, Pedro Marques: “El nuevo aeropuerto dejó de ser una urgencia; ahora es una emergencia”.

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