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Coordinado por Lola Huete Machado
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Sembene, el ‘griot’ que fue estibador en Marsella

Un documental que rescata el legado fílmico del creador senegalés se proyecta en las escuelas de cine del continente africano

Analía Iglesias
El cineasta Ousmane Sembene, durante el rodaje de la película de los XX Juegos Olímpicos en Múnich.
El cineasta Ousmane Sembene, durante el rodaje de la película de los XX Juegos Olímpicos en Múnich. Rainer Binder (gettyimages)

“Si los africanos no empezamos a contar nuestras historias, África desaparecerá”. Con esta cita comienza el documental dedicado a Ousmane Sembene, el padre del cine africano, de cuya muerte se cumplen ahora 10 años. Precisamente, en torno al filme se organizó durante este último fin de semana un particular homenaje, con proyecciones simultáneas en todas las escuelas de cine africanas que quisieran sumarse y en streaming, para la diáspora.

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Sembene! (2015), de Samba Gadjigo y Jason Silverman, es una película admirada, así como su título: solo un apellido con un signo de admiración. Gadjigo es un profesor universitario senegalés en Estados Unidos que acabó convirtiéndose en el biógrafo y albacea del realizador. Cuando Sembene murió, a los 84 años, Gadjigo abrió la puerta de su casa en Dakar y se encontró con un tesoro dentro de latas oxidadas, eran metros de película que había que salvar.

El documental rescata esas películas, les quita el polvo e hilvana, con espíritu didáctico, los compromisos irrenunciables en la vida de un hombre, dulcificando esas experiencias con unas bellísimas ilustraciones nacidas de fotogramas del cine de Sembene.

Ousama Sembene nació en Zighinchor, en 1923, cuando Senegal era aún colonia francesa. Le tocó, como a miles de su generación, alistarse en el Ejército Francés y vivir la Segunda Gran Guerra en territorio europeo. Tras el fin de la contienda, se quedó a vivir en Marsella, donde fue estibador en el puerto y comenzó su militancia sindical, a la que siguió su afiliación al Partido Comunista Francés. Pero en un giro de la historia, el trabajador de brazos fuertes sufre una lesión de espalda que lo obliga a estar en la cama de un hospital, bocabajo, durante seis meses y es entonces cuando empieza a leer literatura universal y a darse cuenta de la falta de relatos de África con voz propia, según cuenta su biógrafo.

Su primera novela, de 1956, se llamará El estibador negro, y será el primero de una decena de libros que escribirá a lo largo de su vida. Este documental se centra en el cine de Sembene y menos en su obra literaria, que comprende una obra fundacional como Las astillas de Dios, sobre la huelga de trabajadores del ferrocarril Dakar-Níger, a finales de los 40, que ha llegado a ser comparada con Germinal de Émile Zola.

Su biógrafo abrió la puerta de la casa de Sembene en Dakar y se encontró con un tesoro dentro de latas oxidadas que había que salvar

Sembene es de la estirpe de los griots que sostienen que el cine es el lenguaje artístico que permite a los creadores africanos llegar a sus vecinos de este continente. Sin dudas, en esta opción cuentan las altas tasas de analfabetismo o el desapego literario de gente que suele hablar una lengua –la materna– en su vida cotidiana y estudiar en otra lengua, que casi siempre resulta artificial o extranjera.

"Nuestras películas deben entretener e inspirar y convertirse en tema principal de conversación", entendió Sembene y, tras pasar un año en Rusia estudiando cine, volvió a Senegal, en un tiempo en que se fraguaban todas las independencias del viejo continente. De 1963 data su primer cortometraje; de 1966, su película emblemática La negra de… , cuyo título se refiere a las empleadas domésticas que las señoras francesas se llevaban a Francia, y en la que, por fin, la cámara se giraba y la voz era la de la chica arrancada de su hábitat y condenada. Luego vinieron Mandabi, ya en wolof, que hablaba sobre la corrupción; Emitai, que estuvo prohibida en Francia por su elocuente denuncia del colonialismo, Xalá y Ceddo, también censurada, pero en su país, y por sus críticas al Islam.

Sembene dijo con todas las letras que en África había presidentes “nocivos” y parte de la población enriqueciéndose gracias a los negocios que mantenían con las excolonias, y en contra del resto de los ciudadanos. Por supuesto, nunca dejó de denunciar los estragos de las potencias europeas sobre su pueblo. En un filme largamente prohibido en Francia, El campo de Thiaroye (1987), dio cuenta de un episodio muy negro de 1944, que tuvo por protagonistas a los tiradores africanos que sirvieron al Ejército Francés y luego fueron prisioneros de guerra. Al ser desmovilizados a sus respectivos países sin cobrar los pagos atrasados, los soldados africanos protestaron por el trato discriminatorio con respecto a los otros militares y fueron duramente reprimidos (el episodio es conocido como La masacre de Thiaroye). También dedicó un filme muy combatiente a las niñas que sufren la ablación, y siguió filmando hasta 2004, siempre en locaciones africanas, ya casi sin vista.

El cineasta tuvo premios en Cannes y en Venecia y en 2006 recibió la medalla de la Legión de Honor en Francia

El realizador no quería alejarse de Senegal y, sin embargo, en los últimos años terminó cediendo a una invitación a Estados Unidos que le permitió conocer a una comunidad afroamericana, que le agradeció el haberles ayudado a reencontrarse con sus raíces. En el documental hay registros de su encuentro con personajes del mundo creativo y de Hollywood. Tuvo premios en Cannes y en Venecia. En 2006 recibió la medalla de la Legión de Honor en Francia.

Poco conocemos de su vida personal, apenas hay en el película apuntes de un amor norteamericano y las palabras de su hijo mayor, aunque los testimonios hablan de un tipo poco complaciente con la mundanidad y enfocado casi exclusivamente a sus causas.

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Sobre la firma

Analía Iglesias
Colaboradora habitual en Planeta Futuro y El Viajero. Periodista y escritora argentina con dos décadas en España. Antes vivió en Alemania y en Marruecos, país que le inspiró el libro ‘Machi mushkil. Aproximaciones al destino magrebí’. Ha publicado dos ensayos en coautoría. Su primera novela es ‘Si los narcisos florecen, es revolución’.

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