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Un concurso televisivo para conseguir los medicamentos que salvarán tu vida

La campaña ‘Sick, sick, sick’ denuncia el funcionamiento del actual sistema de innovación y desarrollo de fármacos y lo acusa de priorizar los beneficios económicos sobre la salud de las personas

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El 16 de septiembre de 1999 se emitió por primera vez en Holanda un programa que cambiaría el curso de la televisión para siempre: Gran Hermano. Desde entonces, las parrillas de televisión de todo el mundo se llenaron de realities de toda índole que, en la búsqueda de originalidad y audiencias, sobrepasaron en muchas ocasiones los límites del gusto y de la ética.

Me viene a la cabeza aquel concurso en el que una joven adoptada convivía con ocho hombres entre los que se encontraba su padre biológico. El objetivo de ella, averiguar quién era él. El objetivo de cada uno de ellos, convencerla de que eran su padre para poder ganar el premio económico. Este es solo un ejemplo, y ni siquiera es el más terrible.

Décadas después, parece que los concursos de talentos son los que más éxito tienen en las parrillas televisivas. Unos concursantes luchan por convencer a un jurado de sus capacidades para cantar, bailar, cocinar o cualquier otra habilidad llamativa. Y no podía pasar demasiado tiempo sin que un concurso de talentos polémicos llegase a nuestras pantallas.

Sick, sick, sick se presenta como un talent show en el que tres participantes con diferentes enfermedades (cáncer de mama, sida y hepatitis C) tratan de convencer a un jurado y al público de por qué deberían ser ellos los que tuviesen acceso a los medicamentos que salvarán su vida. Medicamentos tan caros que, de no ser por el concurso, no podrían conseguir. Medicamentos que, sí o sí, necesitan para seguir con vida.

"Pero bueno, ¿cómo es esto posible?"

¿Realidad o ficción? Ficción, supongo, pero no tanta. A veces la realidad es más compleja.

La idea que teníamos desde Salud por Derecho era generar polémica e indignación entre aquellos que comenzasen a ver el tráiler que forma parte de esta campaña. La lógica nos hace creer que la gente se llevará las manos a la cabeza y pensará, "Pero bueno, ¿cómo es esto posible?" antes de descubrir que es solo una farsa, un concurso irreal. La idea, pese a todo, es que lo sigan pensando después.

Porque la verdad que esconde esta campaña, y que trata de desenmascarar, es que el modelo actual de desarrollo de medicamentos y fármacos es igual de injusto e inmoral (sino más) que este programa ficticio. La realidad es que, en el mundo, una de cada tres personas carece de acceso a medicamentos. Y esto no es ficción: es una cifra real. Muchos, y esta vez en serio, llevamos ya tiempo con las manos en la cabeza: "Pero bueno, ¿cómo es esto posible?".

Las claves y los problemas son variados. En primer lugar, el sistema de investigación, desarrollo e innovación de fármacos está basado en la propiedad intelectual. Es decir, en conseguir patentes que permitan explotar a las compañías la venta de los fármacos casi en exclusividad, generando así monopolios que les facilitan poner los precios que consideren oportunos.

Precios que, obviamente, suelen ser abusivos y que ponen en peligro los sistemas de salud de los países, incapaces de afrontar ese gasto. Se estima (porque no es público) que en España se están pagando 20.000 euros por los últimos fármacos para la Hepatitis C o 40.000 de media para los nuevos fármacos para el cáncer. Las cuentas no salen, claro, y miles de personas están pagando las consecuencias. Muchas veces con la vida.

Por otro lado, a la industria farmacéutica solo le interesa investigar en enfermedades que considera rentables. Prefieren poner sus recursos en investigar sobre calvicie, colesterol u otras enfermedades crónicas para mantener ‘clientes’, en vez de tratar de desarrollar medicamentos que curen enfermedades muy graves que afectan a millones de personas en los países menos desarrollados, en los que ni gobiernos ni afectados serán capaces de pagar las facturas que las compañías pretendan cobrar.

Un claro ejemplo de esta tendencia es la falta de investigación en antibióticos. ¿Por qué? Muy sencillo: los antibióticos –si se toman de la manera adecuada– curan. Y una vez curado, la farmacéutica pierde el cliente. Una cifra: tan solo dos nuevos antibióticos han sido desarrollados en los últimos 30 años, y la crisis por la falta de estos nuevos medicamentos alarma desde hace años a la comunidad internacional y a los mayores organismos de salud.

La falta de transparencia es tan hiriente que apenas podemos conocer los resultados de las investigaciones que realizan, ni las cuentas que permitirían saber cuánto les ha costado desarrollar un fármaco. Millones de euros se desperdician en investigaciones simultáneas sobre las mismas enfermedades llevadas a cabo por diferentes laboratorios, que no quieren compartir el conocimiento generado para poder llegar a ser los primeros en patentar y llenarse los bolsillos durante años y años de monopolio.

La industria farmacéutica, que es una de las más rentables en el mundo, junto con la armamentística y la financiera, apenas encuentra oposición a sus acciones. Los gobiernos y ciudadanos hemos sido permisivos con sus estrategias e intenciones. Ha sido ahora, tras el escándalo suscitado por los altos precios del Sovaldi, el fármaco para la Hepatitis C, cuando dirigentes y ciudadanos hemos empezado a conocer o a sufrir una problemática que parecía asociada a países menos desarrollados y sobre enfermedades que nos eran remotas.

Sick, sick, sick es una ficción; una ficción superada por una realidad terrible. La campaña quiere hacer llegar a todos los ciudadanos una problemática que no les es ajena. Desde Salud por Derecho vamos a exigirle a las compañías farmacéuticas una serie de medidas que provoquen un cambio en este modelo y que se pueden ver en nuestra carta dirigida a Farmaindustria, la patronal de farmacéuticas en España. Y se lo queremos pedir con miles de firmas ciudadanas que apoyen esta campaña.

La salud no es un juego, ni debería serlo. Es un derecho universal vulnerado constantemente, día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto. Vamos a cambiar las reglas.

Pablo Trillo es periodista y trabaja en la ONG Salud por Derecho.

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