Incógnitas políticas del 2017
Las primarias del PSOE y la situación en Cataluña enturbian el horizonte
La vida política española parece encauzarse por la senda de la normalidad institucional. Tras la incertidumbre creada a partir de diciembre de 2015 por las grandes dificultades en formar Gobierno, se está recuperando el tiempo perdido y en las próximas semanas es muy probable que se aprueben los Presupuestos de este año, con una cierta relajación razonable en las políticas de austeridad.
Este tímido retorno de la confianza en la vida política se ve reforzada por el buen ritmo de la recuperación económica. En efecto, las previsiones para este año son optimistas: un crecimiento del PIB entre el 2.5 y 3%, medio millón de nuevos puestos de trabajo, un 3% del PIB de reducción del déficit y un crecimiento del 7% de la recaudación fiscal. Sin embargo, algunas incógnitas enturbian el horizonte, en especial, las primarias del PSOE y la situación en Cataluña.
Un triunfo de Pedro Sánchez podría poner de nuevo en jaque la estabilidad gubernamental dado que, según parece, el leit motiv de su campaña interna, aunque sorprenda, consiste en reincidir en sus viejos errores, de nuevo el “no es no”, es decir, la negativa total a facilitar un gobierno del PP, aunque este tenga una clara mayoría relativa, sin atreverse, como es natural, a un gobierno Frankenstein, es decir, una mayoría parlamentaria formada por el PSOE, Podemos y los partidos independentistas catalanes y vascos.
Como se ha demostrado tantas veces, las primarias, como los referendos, las carga el diablo, y los militantes, a veces, no saben expresar exactamente el sentir de los votantes.
Si en estos meses el sabio y prudente Javier Fernández ha dado confianza y estabilidad a la política española, una vuelta del imprevisible Pedro Sánchez avivaría todos los viejos demonios del año pasado.
La situación catalana, en estos momentos, crea menos inquietud. Está claro que las fuerzas políticas separatistas están divididas –siempre lo estuvieron– y no tienen mayoría social. Los más sensatos –siempre relativamente– esperan que Madrid les eche un cable, aunque es de esperar –y desear– que no sea así, sino que su derrota se plasme en las urnas cuando toque. Pero aún la sociedad catalana contraria a la independencia está en fase de indolencia y algunas fuerzas políticas de este signo, en concreto el PSC, se muestran ambiguas, pese a que desde hace años están pagando esta ambigüedad. Además, no cabe descartar, más bien lo contrario, ciertos momentos de violencia provocados por el fanatismo propio de ciertos nacionalistas.
Salvados estos escollos, y si la situación internacional y europea lo permite –en especial, las elecciones francesas–, podría decirse que la grave crisis política originada por la crisis económica se habría empezado a superar y entraríamos en una nueva fase de la política española.
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