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¿Es efectivo prohibir ordenadores en la cabina de un avión para evitar un atentado?

Los expertos ponen en cuestión la medida adoptada por la Administración estadounidense

Patricia R. Blanco
Un avión de Emirates, en el aeropuerto de Dubái, el pasado 22 de marzo.
Un avión de Emirates, en el aeropuerto de Dubái, el pasado 22 de marzo.Adam Scheck (AP)

Los pasajeros que viajen a Estados Unidos desde ocho países en Oriente Próximo y Norte de África de mayoría musulmana no podrán llevar en la cabina de la aeronave ordenadores, tabletas o cámaras de fotos, que deberán ser facturados en la maleta del pasajero. La medida, que el Departamento de Seguridad Interior de Estados Unidos anunció el 21 de marzo y que entró en vigor el pasado viernes, obedece a una presunta amenaza terrorista. Sin embargo, los expertos coinciden en que su efectividad es cuestionable. ¿Qué ocurre si los terroristas embarcan en un aeropuerto sobre el que no pesa la prohibición? ¿Llevar los dispositivos en la bodega evita un atentado? ¿Por qué los teléfonos móviles escapan al veto?

La amenaza de derribar un avión con un ordenador-bomba es real. “Existen precedentes en los que se han intentado usar aparatos electrónicos como meros recipientes para esconder artefactos explosivos”, explica Gustavo Díaz Matey, experto en seguridad e inteligencia y profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid. Según Díaz Matey, “Mourad Yala, Abu Anas, y Ziani Mahdi fueron detenidos en España en 2004” cuando querían atentar usando un “ordenador-bomba”. También, según apunta este especialista en estudios de seguridad, “Al Shabab utilizó en 2016 ordenadores-bomba para atentar en un avión”. “Por eso, en algunos controles de seguridad te obligan a encender el ordenador, para comprobar que funciona” y no esconde un explosivo, añade el profesor.

La obligación de colocar los dispositivos electrónicos en la bodega del avión también obedece a una medida de seguridad. “Aunque las autoridades estadounidenses no han dado todavía demasiada información, esta decisión responde probablemente a las cantidades de explosivos que se pueden esconder en un avión. "El mismo volumen de explosivos no produce el mismo daño en la cabina que en la bodega”, argumenta Pablo Martínez Cutillas, profesor de Ingeniera Aeroespacial de la Universidad Europea. Según afirma, una bomba en un ordenador “podría provocar en cabina un daño catastrófico, pero en una bodega el daño es controlable”.

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Sin embargo, si bien la amenaza es real, la efectividad de la medida, a la que también se ha sumado Reino Unido, es limitada. “Un terrorista podría embarcar desde otro aeropuerto en el que no se aplique la prohibición o simplemente puede detonar el artefacto en el control de seguridad, sin necesidad de tener que subir al avión”, considera Gustavo Díaz Matey. “Cuanto más sencillos son los ataques, más efectivos resultan”, reflexiona.

Paul Cruickshank, editor de CTC Sentinel, la publicación del Combating Terrorism Center, un think-tank de estudios de contraterrorismo, cuestiona los países a los que afecta el veto estadounidense, esto es, Egipto, Turquía, Kuwait, Qatar, Marruecos, Jordania, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos –Reino Unido añade Túnez-. “Es muy poco probable que una bomba portátil no sea detectada en aeropuertos internacionales como el de Dubái o Abu Dabi, que se encuentran entre los más modernos del mundo”, según explica. Por otra parte, Cruckshank pone en duda el momento de aplicación de la norma estadounidense. “¿Por qué se ha implantado ahora la medida, si ya hubo en Somalia un atentado en un avión con un ordenador-bomba?", se pregunta.

La amenaza puede proceder también de un intento de hackear los sistemas electrónicos de un avión. “Un teléfono móvil es como un ordenador”, ha afirmado en The Guardian Daniel Weaver, investigador del Instituto Internacional de Informática de la Universidad de California, que no comprende por qué la prohibición no se aplica a estos dispositivos.

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Sobre la firma

Patricia R. Blanco
Periodista de EL PAÍS desde 2007, trabaja en la sección de Internacional. Está especializada en desinformación y en mundo árabe y musulmán. Es licenciada en Periodismo con Premio Extraordinario de Licenciatura y máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid.

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