Editorial

Explosivo Erdogan

El presidente turco debe rebajar el tono de sus declaraciones con Holanda y hacer que las relaciones vuelvan a la normalidad

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, el domingo en Estambul. OZAN KOSE (AFP)

Con sus inaceptables ataques verbales contra Holanda, Recep Tayyip Erdogan, el presidente turco, ha cruzado todas las líneas de lo que debe ser ya no la relación entre aliados —ambos países pertenecen a la OTAN— sino la mínima educación con un Estado con el que se mantienen relaciones diplomáticas.

Si no fuera por el alto precio en sangre que tuvo que pagar Holanda durante la ocupación nazi, las palabras del mandatario turco denunciando nazismo tras la decisión del Gobierno de Ámsterdam de no permitir a dos ministros turcos dar un mitin político en territorio soberano holandés sonarían ...

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Con sus inaceptables ataques verbales contra Holanda, Recep Tayyip Erdogan, el presidente turco, ha cruzado todas las líneas de lo que debe ser ya no la relación entre aliados —ambos países pertenecen a la OTAN— sino la mínima educación con un Estado con el que se mantienen relaciones diplomáticas.

Si no fuera por el alto precio en sangre que tuvo que pagar Holanda durante la ocupación nazi, las palabras del mandatario turco denunciando nazismo tras la decisión del Gobierno de Ámsterdam de no permitir a dos ministros turcos dar un mitin político en territorio soberano holandés sonarían únicamente como una broma de mal gusto. Resulta paradójico que un político que exige que se le respete en el extranjero incluso por la vía penal —hay procesos abiertos por este hecho en Alemania— pueda desatar una furia verbal tan ofensiva como inaudita en el ámbito internacional.

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Contrastan estas palabras con el tono sereno de la representante de política Exterior de la UE, Federica Mogherini, quien acertadamente ha pedido contención y recordado lo mucho que hay en juego en las relaciones entre Turquía y la Unión Europea.

Erdogan no puede utilizar a la UE para su referéndum del 16 de abril, donde se somete a consulta una polémica reforma que, en palabras del Consejo de Europa —al que pertenece Ankara—, puede hacer que Turquía degenere “en un sistema presidencial autoritario”. Y tampoco puede amenazar, como hizo ayer, con revisar su acuerdo migratorio con Bruselas cada vez que surjan desacuerdos. El presidente turco debe bajar el tono y expresar su desacuerdo —como señaló ayer Mogherini— por canales tal vez menos espectaculares, pero sin duda más efectivos.

Esta escalada además está sirviendo de río revuelto donde pesca el populismo holandés a pocas horas de elecciones. Y eso es malo para todos: para la UE y para Turquía.

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