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¿50 años compartiendo cama con la misma persona? ¿En serio?

Con la esperanza de vida por encima de los 80, la perspectiva de pasar cinco décadas con una sola pareja está cambiando la forma en que nos replanteamos conceptos como estabilidad y compromiso

En las últimas décadas, el “hasta que la muerte nos separe” ha pasado de ser un romántico deseo a una especie de sentencia a cadena perpetua capaz de desalentar al novio o la novia más enamorado. Lo que antes eran 20 o 30 años de matrimonio, con el aumento de la esperanza de vida (ahora de 80,1 años en los hombres y 85,6 en las mujeres, según el INE) podrían convertirse en 50. En la actualidad, los matrimonios duran en España una media de 16 años; un dato que revela que pocas parejas celebrarán las bodas de plata (mucho menos de oro), como sí hicieron la mayoría de nuestros padres. Y como nos casamos rondando la treintena (a los 33,2 años, según la misma institución), antes de convertirnos en octogenarios aún tendremos la oportunidad de disfrutar de dos o tres matrimonios más.

¿Está cambiando ese largo lapso —que muchos identifican con un interminable túnel en el que apenas se ve luz del final— la forma en que, en general, nos planteamos el matrimonio, la familia, la fidelidad y la estabilidad? Un estudio de 2015 del Instituto de Política Familiar destacaba que el número de divorciados en España en 2014 (2,3 millones) se había duplicado en relación con 2004. La psicóloga clínica y directora del Grupo Clavesalud Laura García Agustín habla de monogamia seriada para referirse a la normalización del proceso de encadenar varias relaciones de convivencia —incluso matrimonios— a lo largo de la vida. “Ha cambiado por completo el concepto de pareja como proyecto de vida a largo plazo", remarca la experta.

“Es un hecho que la idea que tenemos de la pareja se ha transformado y ahora pesa más el ‘hasta que acabemos de disfrutarnos’ que el ‘hasta que la muerte nos separe”, asegura la psicóloga. Si realmente permaneciéramos juntos hasta el último día de nuestra biografía, significaría que muchos compartiríamos penas y alegrías más allá de los ochenta. Y cama con una sola persona durante tantísimo tiempo: cómo no vas a desear tener tres maridos o esposas. “Solo pensarlo suele producir en las personas una elevada ansiedad anticipatoria de enclaustramiento que les anima a buscar fuera de casa otras fuentes de satisfacción personal, afectivo y/o sexual”, apunta García Agustín.

Quizá la perspectiva de ese largo contrato provoca, como afirma la psicóloga por su experiencia en consulta, que muchas parejas jóvenes tiren la toalla ante las primeras dificultades. “En el fondo piensan que al tener más años de vida por delante, dispondrán de más opciones para tener otras parejas. Por eso se esfuerzan menos por mantener en buen estado su relación”, explica. “Pasan por alto que cuanto más cuidamos algo, más rédito le sacamos. Y, claro está, lo contrario también sucede, cuanto menos cuidamos una relación, ya sea de pareja o de amistad, menos importancia le damos y antes aparecen las ganas de sustituirla por otra”.

Inercia versus novedad

Cada vez con más frecuencia aceptamos, al inicio de una convivencia en pareja, que no va a ser para siempre. Y si aún creemos en el amor eterno en la primera relación, tras el probable chasco afrontamos las siguientes desde ese punto de vista más pragmático. “En los segundos matrimonios el objetivo es estar juntos, sin más, mientras que en los primeros se busca construir un mundo en torno a ellos, un hogar, una familia...", asevera Silvia Pérez Manjavancas, psicóloga en la Agencia matrimonial Álter Ego. “Son relaciones distintas. Pero, no por ello, son menos o más felices".

Este sinuoso recorrido sentimental que podría aprovecharse como la oportunidad que es para mejorar cada nueva relación, lo cierto es que en muchos casos, lamentablemente, no sucede así. Aunque saltemos de un romance a otro en busca de los fuegos artificiales que nos hagan vibrar, “la tendencia a buscar parejas con patrones similares a la anterior, hace que se repitan los mismos conflictos del pasado, abocándonos a cometer idénticos errores”, afirma Pérez Manjavacas.

Todo esto no quiere decir que querer pasar con la persona que tiene al lado el resto de su vida sea un error. Según la psicóloga García Agustín, “la forma en que se viva la fidelidad siempre dependerá del concepto que sus miembros pacten. Eso sí, cuanto más flexible y abierta consideren su relación, más probabilidades habrá de que esta se mantenga saludable por más tiempo".

Familias de cuatro generaciones

Uno de los récords más saludables del que los españoles podemos sentirnos más satisfechos es el que hace unos meses nos situó como el cuarto país del mundo donde la población vive más tiempo (82,8 años). El dato, ofrecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS), incide en diversos ámbitos de la vida de las personas, entre ellos, el de las relaciones familiares. Y es que, con semejante longevidad, no es de extrañar que los más pequeños de la casa tengan la posibilidad de conocer a los abuelos de sus padres, lo cual permite que se establezcan unas relaciones hasta ahora anecdóticas. Nos referimos a las que unen a bisabuelos y bisnietos. Un vínculo en el que la psicóloga clínica Laura García Agustín solo ve efectos positivos. "Fomentar las relaciones entre los más jóvenes y los más longevos, independientemente de si son parte de la misma familia, es perfecto para que ambas partes conozcan sus realidades", opina la experta quien además considera "el papel del abuelo o del bisabuelo como fundamental en la educación de los menores, ya que puede aportar muchos valores que hoy se están perdiendo en algunos sectores de la población".

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