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Tentaciones
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César Strawberry: "Gente incluso que no me traga, ve absurda mi condena"

El líder de Def Con Dos nos cuenta cómo vive la sentencia del Supremo que anula la absolución de la Audiencia Nacional y le condena a un año de prisión por unos chistes publicados en Twitter

Cuando se conoció la sentencia del Tribunal Supremo que anula la absolución dictada por la Audiencia Nacional y condena a César Strawberry a un año de prisión por unos chistes publicados en Twitter, el diario El País publicó un editorial bajo el título de 'Gatillo (judicial) fácil'. En él se afirmaba que la decisión del Supremo de pedir el ingreso del músico en la cárcel, acusado de enaltecimiento del terrorismo, es desproporcionada y no respeta la libertad de expresión ni la prudencia.

Hemos querido hablar con el propio César Montaña Lehmann para saber cómo vive él este proceso, mientras trabaja en el nuevo disco de Def Con Dos (sale el 24 de marzo), una nueva gira con el grupo y las ponencias a las que es invitado para hablar de su caso judicial. "Como analista político aficionado, estoy bastante contento con el hecho de que todos aquellos que nos acusaron de lanzar mensajes mesiánicos o agoreros estuvieran equivocados. Como persona de carne y hueso, lo he digerido bastante peor".

Tus letras para Def Con Dos han sido, muchas veces, predicciones exactas de acontecimientos y fenómenos sociales. ¿Cómo no fuiste capaz de predecir tu propia detención?

Aunque siempre supe que podría pasarme, reconozco que ya había descartado que sucediera a estas alturas de mi vida. No obstante, viendo la deriva ideológica que iba tomando el país, mi instinto me decía que vendrían problemas, pero no imaginé que el sistema llegase a considerarme tan chungo.

“A ver, que parece una tontería pero yo fui juzgado y absuelto en la Audiencia Nacional, que es un juzgado especial, donde se dirimen causas muy graves. No he sido juzgado en Disneylandia.”

Y, si de verdad no lo esperabas, ¿por qué crees entonces que ha sucedido?

En mi caso han influido varios factores. El primero de ellos es que me vienen vigilando desde hace tiempo (esto es algo que he podido comprobar). Hicieron una investigación prospectiva y me metieron en un archivo con más gente a la que aplicar el 'Derecho Penal del enemigo'. Es decir, como creen que eres el enemigo deciden perseguirte. Lo segundo es que (esto lo he deducido por la reacción de los agentes que vinieron a detenerme) no sabían muy bien quién era yo. Es decir, sí sabían que era músico y que era conocido pero, en realidad, no sabían que podría llegar a tener tanta presencia mediática. Supongo que, no sé, creerían que encajaba más en un perfil de activista de ultraizquierda que hubiera justificado, siempre desde su perspectiva, mi detención.

¿Crees que se sorprendieron al descubrir quién eras?

Yo creo que sí, creo que no esperaban detenerme a mí. Que esperaban a otra persona, a lo mejor, más agresiva o más fácil de soliviantar. Incluso a alguien que no se iba a poder defender o que no iba a tener argumentos válidos para defenderse públicamente.

Aunque el grupo estaba en horas bajas, vuestros fans demostraron que seguían ahí agazapados listos para mostrar su apoyo.

Mi perfil, socialmente, estaba bajo en aquellos momentos, hace dos años. Con el cambio generacional, cambia el público, y nuestra popularidad era más baja, dejamos de tener tanta relevancia social y, aunque no habíamos dejado de tocar, tu perfil se desdibuja. Yo creo que el cerebro de todo esto pensó que era un momento de debilidad, y no calculó que seguíamos teniendo un público fiel, muchos seguidores que te quieren aunque ya no vengan a todos los conciertos. Mucha gente al leer lo de mi detención pensó: “¿Cómo que han detenido al tío de Def Con Dos? ¡Todavía siguen tocando!”. Otra mucha gente nos descubrió después de la detención, gente joven para la que no teníamos ninguna trascendencia o que no sabían ni quién éramos nos descubrió entonces, con el videoclip de España es idiota. El público descubrió que teníamos salud y que seguíamos haciendo cosas interesantes. Def Con Dos se ha ido redescubierto y reivindicado más y más con toda la polémica. O sea, que el efecto ha sido el contrario al buscado. Querían enterrarme artísticamente y nos relanzaron.

¿Qué es la ‘Operación Araña III’, en la que se enmarca tu detención?

Una operación que se produjo a cinco días de las elecciones municipales y cuyo objeto, hasta la fecha, parece que era el de generar miedo a la población. El hecho de que no se haya levantado atestado policial de “Araña III”, la convierte en una operación que no es real, una especie de montaje publicitario con el que alguien pensó que se favorecería el voto conservador. Una campaña de marketing que pretendía asustar al electorado reavivando el pánico al terrorismo. Un terrorismo que, afortunadamente para todos, ya no existía.

¿Cuál fue tu reacción cuando los agentes se presentaron en tu casa?

Pues reaccioné muy tranquilo. En todo momento fueron muy educados conmigo y yo con ellos. Ni ellos ni yo estábamos dispuestos a montar una escena. Lo que me queda claro, en todo momento, es que no sabían quién era así que los traté como a chavales de treinta años que se estaban metiendo en un embolado del que no sabían mucho. Con mucha educación por las dos partes, eso sí.

Y de ahí te trasladaron a una celda de aislamiento.

Sí, me metieron en una celda de aislamiento pensada para ser un entorno opresivo que te genere un ataque de ansiedad. Te encuentras en una celda muy pequeña, con una puerta de cierre hermético, sin ventanas, con foco luminoso…

¿Sufriste algún ataque de ansiedad?

Me di cuenta de que no podía ponerme nervioso. Soy una persona muy taimada, a la que le gusta mantener el control, y recordé un documental que había visto sobre cómo superar lo de quedarte encerrado en un ascensor. Me senté sobre el borde del camastro y me puse en posición de meditación para bajar mis constantes vitales lo más posible y evitar que surgiera la ansiedad. Cuando me relajé del todo, me tumbé en el camastro entrando en duermevela y como me molestaba la luz me quité un calcetín y me lo puse en los ojos. Así me quedé.

¿Así te descubrieron los agentes?

Sí, usan la táctica del poli bueno y el poli malo. Uno era muy amable y otro un poco menos pero, en realidad, me trataron bien. Era gente muy joven. Jóvenes educados.

¿Pudiste salir en algún momento de tu celda?

Salí para declarar. Después volví y luego me llevaron de la Comandancia de Tres Cantos, que era donde estaba detenido, a una identificación en el cuartel de la Guardia Civil de Colmenar Viejo, que está a muy poca distancia. En realidad, podrían haberme identificado y demás en la misma comandancia, pero me llevaron al otro cuartel.

¿Por qué te trasladaron?

Es una táctica como otra cualquiera. Te sacan de una celda pequeña y asfixiante y sales a la calle y era un día estupendo de primavera, con sol, te sientes de maravilla y eso te predispone, te ablanda. Me metieron en el coche e íbamos hablando, de forma distendida.

¿De qué hablabas con los agentes en el coche policial?

“Gente tan alejada de mi ámbito musical como Enemigos, Iván Ferreiro o M-Clan, me han dado públicamente su apoyo y su solidaridad, lo que me parece muy destacable. Eso fortalece.”

De todo, no sé, les pregunté a qué edad se jubilaban. Ellos me preguntaban a mi cosas sobre mi trabajo y ahí fue cuando me di cuenta de que no sabían nada de mí. Tenían una idea preconcebida totalmente alejada de la realidad. En un momento determinado también me di cuenta de que querían que metiera la pata. Uno de ellos me comentó: “Hombre, los tuits no son muy graves pero con el de Miguel Ángel Blanco te has columpiado, macho”. Y yo le contesté: “No sé, tío. A veces pongo cosas de las que ni me acuerdo”. Y comenzaron a hacerme preguntas sobre mis hábitos, sobre si fumaba petas y me di cuenta de que aquello solo tenía como objeto que metiera la pata, que me incriminara yo solo, así que llevé la conversación hacia aspectos artísticos de mi vida para ponerlos en contexto y ahí fue donde noté lo poco que se habían molestado en saber cuál era mi perfil en realidad. Como ya he dicho, sospecho que esperaban dar con una persona más débil, indefensa y vulnerable, una persona que iba a reaccionar peor, Y se llevaron una sorpresa. Creo que mi saber estar les dejo algo desconcertados.

Te han condenado a un año de prisión. ¿Cómo es posible que haya llegado todo tan lejos?

Ha sido una concatenación absurda de hechos que coincide después con los casos de Zapata, los titiriteros, Rita Maestre… muchos casos parecidos que comienzan a acumularse, a encajar… y luego está el fiscal. Esto cae en manos de un fiscal que tiene un pasado raro. Un fiscal que tuvo un problema con un perfil falso de Twitter desde donde se dedica a ironizar, a contar la vida personal de compañeros de la Audiencia Nacional y emite juicios políticos mediocres. Le pillan y, de pronto, le entran las prisas por cambiar su imagen de fiscal un poco progre a un fiscal ultraconservador. Lo que es surrealista, porque da todo el rato la sensación de que ve en mi caso la oportunidad de redimir su pasado de tuitero irreverente.

Estamos hablando de un total de seis tuits, ¿verdad?

Seis tuits que me han llevado a este largo proceso y a que un fiscal me compare con Adolf Eichmann, que fue uno de los culpables de la Solución final y de la muerte de millones de personas (el fiscal Carlos Bautista usó esa comparación en el juicio en la Audiencia Nacional). Soy inocente. Cualquier ciudadano que se expresa libremente no puede ser juzgado por ejercer un derecho constitucional. Eso crea un precedente peligroso que nos acerca a las dictaduras. Mi caso no es único, pero tiene más presencia mediática. El problema es cómo un Gobierno, el que sea, encaja que se celebren cazas de brujas de este estilo en lo que se supone una democracia, cómo casa eso con la democracia.

Debe de ser una situación agotadora. ¿Nunca pensaste en rendirte?

Yo creo que ellos pensaron que tiraría la toalla pero no lo he hecho. No tienen en cuenta un detalle: tengo fortaleza. Pensaron que yo no le iba a dar importancia a mi carrera, al grupo y su trayectoria, a nuestras letras, a nuestro mensaje. Pensaron que yo no iba a valorar eso y, la verdad, eso es lo que tengo. A lo mejor piensan que todo eso es una tontería y que podía renunciar a ello pero no estoy dispuesto a hacerlo. Es mi identidad artística y voy a defenderla. Mi carrera es lo que me ha dado la vida que tengo y llevo fatal contradecirme. Creo que Def Con Dos y todas las cosas en las que me he embarcado tienen que ver con ser coherente con uno mismo. No puedo renegar de esa coherencia y va en mi naturaleza no renegar de lo que pienso. A lo que voy es a que no me voy a dejar quitar algo en lo que creo. Insisten en quitármelo y yo no me dejo. Así que las cosas van creciendo y creciendo hasta llegar a este punto. No tengo lazos sentimentales dependientes, no tengo hijos, no tengo pareja, no me pueden poner en la posición difícil de que un hijo mío escuche malos comentarios en el colegio sobre mí o cosas parecidas, no me pueden presionar por ahí.

¿Cómo se te ocurre meterte en un berenjenal como Twitter?

Yo me hago una cuenta de Twitter después de veintipico años de carrera como César Strawberry. La gente que me sigue lo hace por mi trayectoria, por los trece discos, por los cinco libros, porque salgo en la tele… por lo que sea. Pero es gente que sabe cómo hablo, cómo me comunico, que conoce a Def Con Dos, la imagen que proyecta y el mensaje. Todo eso está contextualizado en mi personaje, todos los tuits que he escrito. Lo que ha hecho el Tribunal Supremo es obviar ese contexto e ir a la literalidad de los mismos, saltándose todos mis derechos. Eso es peligroso, porque es contrario al derecho. En general, todo esto, es parte de una maniobra de un sistema que ha perdido la vergüenza a la hora de tratar a un país entero.

¿Qué sientes cuando lees la repercusión internacional de tu caso y el apoyo de otros países?

Me siento muy agradecido de contar con el apoyo de Amnistía Internacional, por ejemplo. El caso ha salido en muchísimos medios extranjeros, pero lo que más me ha sorprendido es ver que un periódico conservador como el Wall Street Journal venía a hablar de la preocupante deriva ideológica de España. Otros medios han tratado a la noticia como un síntoma malo de que algo anda bastante mal en Europa, de que podría cundir el mal ejemplo en otros países.

Parece un desenlace desmesurado para algo que comienza desde el humor.

Me condenan porque hay cierta inseguridad del sistema. A la gente insegura no le gusta el humor y no hay persona más peligrosa que una persona insegura y con poder, porque no mide sus reacciones. Nuestra clase política tiene poca capacidad autocrítica pero, lo más absurdo, es que demuestren que, además, no quieren ser criticados por mal que lo hagan. Hoy te piden respeto y que te calles por respeto y bla, bla, bla. Y, al día siguiente, te están metiendo en la cárcel por hacer una broma con la excusa de que no tienes respeto.

¿Cómo valoras la Ley Mordaza?

A mí me hace gracia que se relacione casi exclusivamente a la derecha con el tema de la Ley Mordaza, porque creo que la izquierda ha colaborado también en que la gente se autocensure. Hay un discurso que se está imponiendo que va de no molestar, de mantener el ultra respeto por absolutamente todo, que la gente se sienta bien con lo que piensa, que no se pueda criticar nada. Aparentemente, ese discurso que tendría que ver con la libertad lo ha asumido la izquierda muy bien pero, en realidad, está impuesto desde la derecha. La izquierda ha dejado de ser crítica. Lo políticamente correcto ha convertido al lenguaje, por ejemplo, en una entelequia completamente desquiciada, en algo que teóricamente para ser válido tiene que reflejar todas las realidades en una sola frase, no importunar, y eso es imposible. A partir de ahí se establece de lo que se puede hablar y de lo que no. Porque, en el fondo, todo el mundo está cómodo cuando nadie le remueve, cuando nadie le puede criticar, cuando puede pedir silencio y que se le escuche. Mi caso, como el de otra peña, se produce justamente por eso, porque se elige la literalidad del mensaje, se va a lo que pone y no dónde lo pone, con qué intención, entonación o en qué contexto.

¿Qué tal lo llevas?

De dos formas muy distintas: como César Strawberry con cierta y ridícula satisfacción intelectual porque, después de muchos años avisando de que íbamos mal, resulta que todo lo que había dicho desde Def Con Dos se ha convertido en realidad. Así que, como analista político aficionado, estoy bastante contento con el hecho de que todos aquellos que nos acusaron de lanzar mensajes mesiánicos o agoreros estuvieran equivocados. Como César Montaña, como persona de carne y hueso, lo he digerido bastante peor. He tenido la típica reacción humana de perplejidad, de pensar “no puede ser que esto me esté pasando a mí”.

“No dejo de recibir adhesiones y solidaridad. El único miedo que me da es que creo que ese traje, el de representar a todo el mundo, me viene un poco grande”

¿Te está pasando factura, física o psicológicamente?

Me he tenido que adaptar a una sensación surrealista y extrañísima en la que, ya digo, que mis peores predicciones se han hecho realidad. En cierto modo, esto es como contraer cáncer. Tenía más posibilidades de contraer un cáncer que de sufrir esta persecución, la verdad. Pero es algo parecido porque tienes que gestionarlo, tienes que saber afrontarlo, tratarlo, curarlo, demostrar fortaleza, y eso que yo me muevo siempre en la dicotomía de un yo cobarde y un yo muy valiente. De puertas para afuera prefiero mostrar mi yo valiente.

¿Qué ha sido lo más duro de todo este proceso?

Que te detengan, que te registren, que te encierren, que se bajen las fotos íntimas de tu móvil, que te hagan una ficha policial, que te juzguen, que quieran humillarte públicamente de este modo, que quieran usarte como cabeza de turco… Es un proceso que me hace sentirme como el prota de la película Brazil, que se enfrenta a una especie de realidad que se ha tornado surrealista y deshumanizada. Ha habido momentos en los que he sentido una soledad tremenda, y veía que había gente que no entendía la gravedad del fondo de esto. He ido ganando batallas pero sabía que no había motivo para la alegría, que no iban a soltar la cuerda, que tendría que ir a otro juicio. Es agotador. Con esto me he licenciado en ‘miedo’, podría tener una licenciatura en ‘miedo’. En cómo funciona, cómo ataca y cómo combatirlo.

¿Cómo se lo ha tomado la gente de tu entorno más cercano?

Ha pasado muchas fases. La primera fue la negación de la realidad. Nadie pensaba que esto iba a llegar a ningún lado. Mientras que la cosa ha ido avanzando, han pasado por etapas de miedo y, finalmente, se han sumido en el estupor generalizado.

¿Y la gente, en general?

Bueno, yo creo que esto, al principio, fue recibido con bastante tibieza. Igual que en mi entorno. Nadie pensaba que esto fuera a llegar donde ha llegado, todo el mundo pensó que se quedaría en nada, que no iría a ningún lado. Pero el caso ha ido creciendo y creciendo en todas partes: en la calle, en los medios. Ha tomado una dirección y un significado diferente y se ha convertido en un pulso entre la sociedad civil y el poder que ha desembocado en esta situación. Insisto, mi caso no es el único. Es una causa general con muchos casos particulares. A ver, que parece una tontería pero yo fui juzgado y absuelto en la Audiencia Nacional, que es un juzgado especial, donde se dirimen causas muy graves. No he sido juzgado en Disneylandia. Eso ha llegado a la gente.

¿Pensaste en algún momento que quedaría todo en una mala pesadilla?

El perfil del fiscal me hizo sospechar siempre que había un trasfondo de persecución inquisitorial que llevaría esto al esperpento. Han absuelto a Rita Maestre, a Guillermo Zapata, a los titiriteros… entendí que, por una cuestión de cambio de cromos, no podían absolverme a mí porque no iban a mandar el mensaje de que, al final, habían absuelto a todo el mundo, que estábamos en “absolvilandia” vamos. Así que siempre sentí que, dependiendo de cómo fuesen los otros casos, me iba a comer el marrón entero o sólo la mitad. Si mi sentencia hubiera salido junto a la detención de los titiriteros no habría recurrido nadie, mi caso hubiera perdido fuelle, pero no ha sido así. Da la sensación de que todo cumple una especie de calendario, que las cosas pasan cuando tienen que pasar.

¿Notas que la gente se corta más en redes sociales después de tu caso?

Mi caso tiene como objeto de ejemplarizar. La misma sentencia observa que si tuviera menos seguidores, seguramente, ni me hubieran juzgado, lo que es delirante. Yo creo que la gente sí está asustada y he percibido que el personal le da al asunto un poco más de ingenio. Espero que todo esto no sea en balde y repercuta en la calidad intelectual de los comentarios y en la calidad artística de los memes, que la gente se lo curre más. El lenguaje es muy amplio y muy rico y con 140 caracteres se pueden sugerir miles de cosas que den esquinazo al criterio penal. Creo que también estas cosas agudizan el ingenio y se puede esquivar a la censura como se hacía en el franquismo. La gente va menos al rollo explícito y más a sugerir.

¿Tuviste la sensación de que todo el mundo se había vuelto loco?

Qué va, hay un comportamiento muy coherente del sistema judicial en todo esto. El juez De la Mata archivó el caso porque dijo que todo formaba parte del discurso artístico. Esto se va de madre, insisto, cuando el fiscal Carlos Bautista, se empecina con mi caso hasta llegar a compararme con Adolf Eichmann. Hay una red de ultraconservadores enquistados en el Sistema que hacen de esto bandera porque parecía que faltaba gente por condenar, que había que aumentar el número de detenciones, de condenas, que había que seguir asustando a la gente y este fiscal es el que les sirve para llevar a cabo todo el asunto. De hecho, intenta que se me juzgue también por injurias a la Corona y no es capaz. El sistema judicial no ha fallado, las cosas han ido bien, todas las sentencias absolutorias estaban bien sustentadas. Voy a juicio y lo gano. Vuelven a recurrir y lo gano. Y entonces llega el Supremo y me condena. Esto refleja un nivel de manipulación insultante para la propia carrera judicial. Hay muchos jueces y magistrados perplejos con el arbitrario giro final. Soy algo parecido a una disculpa para que el Tribunal Supremo haya convertido mi caso en una discusión sobre el sexo de los ángeles.

¿Te han pasado cosas curiosas a raíz del caso?

Gente que me abraza, que me sigue por la calle, que me grita que no baje la cabeza. Después de un montón de años en esto he notado que, de pronto, la gente me da una representatividad que no tenía. No dejo de recibir adhesiones desde el panadero, a gente de las tiendas donde voy a comprar, de amigos. El único miedo que me da es que creo que ese traje, el de representar a todo el mundo, me viene un poco grande. Me asusta un poco porque no sé si tengo esa talla. El otro día un menda en Twitter me dijo que yo le asqueaba, que siempre le había repateado el hígado pero que entendía que lo que estaban haciendo conmigo es un dislate. Eso me hace gracia porque, en el fondo, notas que gente muy alejada a ti, incluso gente que no te traga, ve lo absurdo de la situación y todo es porque esto es lo que ha prendido la mecha de la alarma social dentro y fuera de España. Porque no es una cosa que me haya pasado a mí solo y “que se joda porque me cae mal”. Es que la gente percibe que pueden ser los siguientes. He notado una solidaridad brutal, de gente que ni conocía. En el mundo de la música gente tan alejada de mi ámbito musical como Enemigos, Iván Ferreiro o M-Clan, me han dado públicamente su apoyo y su solidaridad, lo que me parece muy destacable. Eso fortalece.

“El lenguaje es muy amplio y rico y con 140 caracteres se pueden sugerir miles de cosas que den esquinazo al criterio penal. Estas cosas agudizan el ingenio y se puede esquivar a la censura como en el franquismo”

¿Por qué crees que casos como el tuyo no han surgido antes?

Bueno, esto no es nuevo. Sobre mediados de los 90 y los primeros 2000 ha habido grupos que lo han pasado mal y que han sido perseguidos, como Soziedad Alkohólika, que pasan por tres juicios y ganan los tres. En ese momento lo que se pide es que dejen de tocar, que se les prohíba trabajar. Ganan los tres juicios y, bueno, gracias a ellos con mi caso no han ido a por Def Con Dos porque con la sentencia de Soziedad Alkóholika asentaron jurisprudencia y sabían que si iban a por el grupo se iban a estrellar.

¿Todo esto sería posible cuando empezaste tu carrera musical en los ochenta?

No, para nada. Pero hay una deriva conservadora que comienza con el Tea Party, cuando la derecha moderada desaparece con un vendaval de neoconservadores radicales que imponen un modelo de comunicación y una ideología que barre con todo y que, aunque no se diga, es admirado y aceptado. Aquí imitamos todo lo que pasa en EE.UU y, claro está, se han dado cuenta de que esa forma de política tan agresiva da réditos. La derecha siempre ha estado ahí, los ultraconservadores siempre han estado ahí pero, allá por los 90, estaban peor vistos que ahora, había un ambiente menos propicio para ciertos discursos. No olvidemos que, en aquel momento, el Partido Popular intentaba instalarse como un partido de derecha moderada.

¿Había más conciencia política?

Que va, salvo casos muy concretos, no la había. Había un concepto más lúdico de la música. En ciertos ámbitos había más punk que un discurso político convencional. Además, emergieron un montón de grupos, explotaron muchos géneros musicales distintos donde no tenía cabida el mensaje político. De hecho, el mensaje político de algunos grupos era menospreciado públicamente. Ahora hay un concepto más claro de la música como mecanismo de contestación social. Se está convirtiendo en un estilo en sí mismo.

¿Entonces qué ha cambiado?

Ahora existen redes, hay una conciencia más conservadora, la gente está más asustada por la crisis económica que nunca, también hay fiscales ultras que actúan sin complejos y un tablero que ha cambiado mucho, a veces da miedo y hay gente que está aprovechando para sacar beneficio de todo ello. Este, sobre todo, parece un mundo más absurdo y peligroso.

¿Eres optimista? ¿Crees que se avecinan tiempos mejores?

Tiene que cambiar. Tiene que dar marcha atrás. Por todos lados hay gente preocupada, hay alarma social, doscientos catedráticos y profesionales del derecho penal han firmado un manifiesto mostrando su preocupación por esta deriva. Esto tiene que cambiar, porque esta situación nos está situando a un pasito de la dictadura.

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