Fernández de Mesa, ¿tenía que ser él?
¿Se puede creer que una empresa con una cifra de negocio de 1.846 millones reclutaría a un ex director general de la Guardia Civil como consejero?
Red Eléctrica no es una empresa cualquiera. Es un servicio (esencial o público) encargado de velar del funcionamiento correcto de la red de alta tensión; constituye el paso inicial imprescindible para distribuir la electricidad en viviendas y empresas. Cajamadrid tampoco era un grupo financiero cualquiera; gestionaba depósitos y ahorros de muchos españoles y se sabía que, por ser una de las cajas más grandes del país, cualquier estornudo suyo se convertiría en una epidemia de gripe para el resto del sistema. La quiebra de Cajamadrid le ha costado a todos los españoles 24.000 millones. En el Consejo de Cajamadrid se sentaban compinches, colegas y cómplices de los grupos políticos que gobernaban la comunidad madrileña, muchos de derechas y algunos de izquierdas. Pacían en el consejo de la caja solo porque eran amigos, compinches o cómplices, pero ni sabían leer un informe financiero ni jamás se lo propusieron.
Después de la quiebra de las cajas y del fiasco sonrojante de Bankia, Red Eléctrica, empresa de capital público (20%) y dominio político público, acaba de nombrar consejero a Arsenio Fernández de Mesa, ex director general de la Guardia Civil, de profesión conocida sus diplomaturas en el Ejército (ni una sola convalidable en algo parecido a unos estudios superiores o medios) y famoso por episodios tan chirriantes como el cuadro que se hizo pintar de uniforme (¡ni el Duque de Alba o Wellington se hubiesen atrevido a ostentación tan indecorosa!) o negar enfáticamente que la Guardia Civil disparase pelotas de goma a los inmigrantes que pretendían llegar a nado a la playa de Ceuta.
Moraleja: ¿Que hemos aprendido de la crisis bancaria, de la repulsiva colusión entre cargos políticos y consejos técnicos, del despilfarro de dinero público en Galicia, Madrid, Castilla-La Mancha, Valencia o Cataluña? Pues nada útil. Los grupos públicos o parapúblicos siguen siendo prebendas para compadres, consortes o desechos del mercadeo político; queda descartada cualquier conexión, por lejana que sea, entre la calidad del puesto y el mérito; el poder, sobre todo el empresarial —mejor retribuido—, se ocupa primero y se rellena después con amigos, parientes o clientes que lo mismo te planchan un huevo que te fríen una camisa. Ni siquiera las coartadas son nuevas. “Es una decisión empresarial”, dijo haciéndose el simpático Rafael Hernando, portavoz del PP, mientras hurtaba su figura a nuevas preguntas. ¿De verdad, señor Hernando, cree usted que una empresa con una cifra de negocio de 1.846 millones reclutaría a un ex director general de la Guardia Civil como consejero?
Quizá llegue un día, ojalá que muy lejano, en el que esta política de inyectar paniaguados a presión en consejos que tienen que tomar decisiones complejas provoque daños irreparables. En Red Eléctrica, por ejemplo. Ese día, los mismos que proclaman "es una decisión empresarial" aparecerán en público con la jeremíada “¿cómo hemos llegado a esto?” (la frase más popular del siglo XX convertida en la necedad más popular del siglo XXI después de la crisis), se evadirán de responsabilidades y prometerán fregar el suelo que ellos mismos han convertido en un barrizal.
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