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La invención de la necesidad

Elektro Couture
Martín Caparrós

LOS IMAGINO en sus cuevitas, mal afeitados, legañosos, bebiendo jugos perfectamente bio o mordisqueando pizzas viejas, la música más cool de Spotify, el suelo un poco sucio, tratando de imaginar la Próxima Gran Cosa. Pero sé que es puro prejuicio: algunos la persiguen en las calles más elegantes o más cutres de sus ciudades ricas, algunos en bosques y montañas y playas tropicales, algunos en su silla de una oficina pública donde sueñan con no sentarse nunca más. En cualquier caso, más allá de pequeñas diferencias, la idea que los desvela parece ser la misma: ¿de qué podría convencerlos?, ¿qué les puedo vender que todavía no tengan?

Los jóvenes startuperos sueñan que serán los próximos Jobs, Zuckerbergs, Bezos. Son, ya, la vanguardia de este sistema que consiste en crear nuevos apetitos. .

Entre las 100 start-ups europeas consideradas las más hot de 2016 por la revista Wired hay una que es un banco virtual que permite que los chicos de ocho años tengan tarjetas de débito asociadas a su móvil; docena y media que prometen enviarte a tu casa en menos de dos horas verduras orgánicas o vinos ídem, o sushis o florecitas o cualquier otra cosa –sin que tengas que salir a buscarlas–; una docena que te permiten vender o alquilar o compartir alguna forma de vehículo con o sin conductor, dueño o chófer; media que te ofrecen la posibilidad de comprar más barato o más astuto o más a tu vecino; otra media que te proponen formas más y más sofisticadas de alquilar o compartir viviendas; media más que concentran ofertas y demandas de trabajo –y una que usa big data para que el patrón decida a quién tomar–; dos o tres que te diagnostican enfermedades en tres clics; otras tantas que te hacen gimnasia para que no la tengas que hacer; otras que ayudan a los negocios chicos a mejorar su contabilidad o su lugar en Google; juegos varios, un editor de fotos, un aspirante a whatsapp con mejores dibujitos, un asesor de credibilidad crediticia, un programa para mejorar la eficacia de las publicidades en la Red, un programa para bloquear las publicidades en Internet, otro para predecir qué va a comprar fulano o mengano, otro para convertir tu teléfono en la llave de tu casa, otro para mejorar la eficacia de los cultivos bio, otro para mejorar la eficacia de las inversiones en Bolsa, otro para mejorar la eficacia de las comunicaciones entre jefes y empleados, dos o tres para encontrar un amor –o hacerlo, por lo menos.

La empresa Elektro Couture, presente en la lista de las 100 mejores start-ups de 2016 de la revista Wired, combina moda y nuevas tecnologías.

Y la pregunta del principio habrá sido igual en cada caso: ¿de qué podría convencerlos? Los jóvenes startuperos sueñan que serán los próximos Jobs, Zuckerbergs, Bezos. Son, ya, la vanguardia de este sistema que consiste en crear nuevos apetitos. Digo, creo: el tipo que inventó el ascensor se había pasado muchos años subiendo por la escalera; el que inventó Twitter pensó que quizá podía persuadir a millones de personas de que debían decir lo que nunca decían, siempre que usaran 140 caracteres. Digo, creo: que los inventos solían buscar cómo satisfacer nuestras demandas; ahora piensan cuál pueden imponernos. Ya no se inventa un objeto o un método; se inventa una necesidad. Todo consiste, en síntesis, en encontrar la idea que nadie más tuvo para hacerte indispensable algo que no precisabas la semana pasada –y ofrecerte la forma de conseguirlo en media hora.

En el mundo tan lleno, la clave de la riqueza consiste en inventar un hueco nuevo. Un poco más allá, en el que está lleno de huecos, la pobreza sigue intentando rellenar los que ya existen. Son dos mundos, cada vez más cercanos, más distantes: se miran, se amenazan, no se encuentran en Facebook; hay quienes se sorprenden cuando chocan.

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