Despista y vencerás
Cuando Rajoy nos lanza un mensaje ambiguo, nos quedamos con lo que queremos oír. Es la pócima secreta del presidente

En tiempos de políticos claros, gana el que parece más confuso. Frente a unos rivales políticos que sirven propuestas crudas, Rajoy cocina las suyas a fuego lento. Emite señales contradictorias que hacen creer a personas muy distintas que está con ellos. Rajoy explota nuestro engreimiento. Cuando nos lanza un mensaje ambiguo, nos quedamos con lo que queremos oír. Es la pócima secreta del presidente. Despista y vencerás.
Con Ciudadanos, Rajoy apoya la regeneración y la reforma institucional. Pero asegura a sus barones territoriales que las diputaciones provinciales no se tocan. Con los nacionalistas, abre vías de diálogo. Pero pisa el acelerador del aparato legal contra cualquier iniciativa de consulta popular. Con la oposición parlamentaria, consulta la reforma de la ley de educación y medidas contra la pobreza energética. Pero amenaza con vetar cualquier iniciativa que altere el gasto público. Cordial siempre, pero sin soltar nunca la mano del gatillo.
Rajoy juega al despiste con las políticas y con los políticos. Por ejemplo, la dupla Guindos-Montoro parece un problema de coordinación, pero es una estrategia astuta. Rajoy institucionaliza dos canales de comunicación que utiliza a su conveniencia. Rajoy descoloca/coloca así a otras fuerzas, y en particular a su principal negociador y competidor político, Ciudadanos, que con frecuencia no sabe si atenerse a lo que dice Guindos o a lo que contradice Montoro. Y, si es necesario, Rajoy siempre puede encabezar las negociaciones, como con el PNV.
Rajoy confunde también a los suyos. Más que delegar responsabilidades específicas a personas concretas para evitar solapamientos, da una autonomía a sus colaboradores que casi invita a los solapamientos. Estimula así la competición interna. Todos quieren extender su cuota de poder. En términos de teoría de la organización, Rajoy refuerza la confianza vertical —da libertad a sus subordinados a cambio de lealtad— e impide la confianza horizontal que pudiera derivar en conspiraciones de sus subordinados contra su autoridad.
Rajoy gana porque maneja bien, no los tiempos, sino las personas. @VictorLapuente