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¿Y si el verdadero presidente de EE UU fuera Kanye West?

Greil Marcus, el ensayista pop al que invitan a un museo en Barcelona (el MACBA) a hablar de punk y termina conectando a Donald Trump con Kanye West

Greil Marcus posa en exclusiva para ICON con cara de estar dando una clase magistral sobre un asunto muy serio. En el MACBA (Barcelona) habló de algo importante: el punk.
Greil Marcus posa en exclusiva para ICON con cara de estar dando una clase magistral sobre un asunto muy serio. En el MACBA (Barcelona) habló de algo importante: el punk.Pep Escoda

El concepto de placer culpable es algo que Greil Marcus (San Francisco, 1945) desconoce. Seguramente por eso sea el crítico y ensayista musical vivo más influyente. Por eso y porque no escribe sobre música. O no sólo. Su obsesivo empeño por trazar conexiones a través de épocas, géneros y hasta gestos le ha llevado a emplear herramientas de la filosofía política para vincular a Elvis Presley con Herman Melville en Mystery train (1975), rastrear los ecos del dadaísmo y el situacionismo en el punk en su célebre Rastros de carmín (1989) o mostrar entusiasmo por la canción más relamida de la radiofórmula.

Tras 50 años escribiendo sobre música y cultura popular ha roto ese tópico que asegura que las pasiones adolescentes se diluyen de adulto. ¿Cuál es el antídoto? Seguir escuchando. Estar dispuesto a dejarse sorprender. Me ocurrió hace poco cuando escuché por primera vez el Hey, soul sister, de Train. Sé que es un grupo que mucha gente odia, y no entiendo por qué. Aunque cambia. Miro atrás y veo la intensa fascinación por ciertos artistas que dominó mi adolescencia y me parece algo ajeno. Cada vez me he ido interesando más por los pequeños fragmentos de la música, más por las canciones que por los álbumes, los artistas o las trayectorias.

"Dentro de 40 o 50 años, la gente volverá la vista atrás y se preguntará quién fue el verdadero presidente de Estados Unidos. Bueno, pues fue Kanye West"

¿La pérdida de interés en los artistas tiene que ver con que hoy disponemos de demasiada información sobre la persona y el personaje, lo que hace desaparecer el misterio? Es posible. Cuando tenía 11 o 12 años y salía en la radio un tipo raro haciendo un ruido fantástico, sólo sabía que se llamaba Little Richard. Yo no conocía nada de él, si era blanco o negro, hombre o mujer, pero tampoco necesitaba saber nada sobre él. Eso hacía que esa canción fuera tan mía como suya.

Pero siguen existiendo artistas que piensan que están cambiando el mundo. Kanye West es seguramente el caso más obvio. Kanye West es un gran provocador. En eso se parece a Donald Trump. Los dos tienen ese enorme ego que les hace creer que todo lo que hacen es importante y trascendente. Tanto da lo mucho que te guste, sabes que hará algo que odiarás, del mismo modo que tanto da cuánto lo odies, sabes que acabará haciendo algo que tendrás que admitir que te encanta. Dentro de 40 o 50 años, la gente volverá la vista atrás y se preguntará quién fue el verdadero presidente de Estados Unidos. Bueno, pues fue Kanye West. De la misma manera que se puede afirmar que el auténtico presidente a finales de los sesenta fue Muhammad Ali.

"Se puede vencer al poder, se puede abrir una grieta en la autoridad. Las fuerzas que siempre han gobernado la sociedad no son inmutables"

¿Cómo se explica que la crisis del capitalismo global no produzca hoy un movimiento con un potencial similar al del punk? Este tipo de rebeliones ocurren todo el tiempo. Muchas veces son como un fogonazo que se apaga sin que nadie las vea ni tome conciencia de ellas. Sólo a veces, después de muchos años, puede que alguien haga determinadas conexiones. El punk fue la irrupción de un espíritu que es endémico a la vida moderna y que se remonta a la Revolución Francesa. Pero este tipo de acontecimientos resultan impredecibles.

La historia está hecha de pequeñas conexiones que quedan ocultas. ¿Son esos los secretos que usted trata de sacar a la luz? Así es. En 1986 mi amiga Robin Cembalest conoció en un pueblo de Andalucía a un grupo de gente que se hacían llamar punkies. Se consideraban anarquistas porque Johnny Rotten cantaba “soy un anarquista”, pero no tenían ni idea de lo que significaba el anarquismo. Al cabo de un par de años volvió a visitarlos. Gracias a esa identidad que trataban de crearse habían empezado a investigar sobre el legado anarquista, y vieron que pertenecían a una tradición. De alguna manera estaban continuando la historia silenciada de su propio pueblo. Esto demuestra que se puede vencer al poder, se puede abrir una grieta en la autoridad. Las fuerzas que siempre han gobernado la sociedad no son inmutables.

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