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Requisitos para un turismo sostenible

Los expertos aconsejar empoderar a la población local y favorecer el desarrollo de las regiones deprimidas

Un hombre toma una foto en el abarrotado puente de cristal de Zhangjiajie, China, un habitual destino turístico.
Un hombre toma una foto en el abarrotado puente de cristal de Zhangjiajie, China, un habitual destino turístico.Wang He (Getty Images)
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En el casco antiguo de Cartagena de Indias (Colombia), los establecimientos dirigidos al turista y los vecinos de clase alta han reemplazado al resto de la población, más humilde. El centro histórico de Salvador de Bahía ha perdido gran parte de su población en favor del turismo, desde que entró en el patrimonio de la humanidad, en 1985. En Marruecos, la actividad turística deja de lado el desarrollo de buena parte de sus zonas rurales.

Estos son ejemplos de algunos de los riesgos que la actividad turística entraña para el desarrollo del sur global si este no es sostenible, según los expertos que han asistido al Tourism Eco Forum, encuentro sobre turismo responsable que la asociación Eco-union organizó la semana pasada en Barcelona, en el marco del Festival Vilamón. Estos recuerdan, sin embargo, que también hay oportunidades: una buena política turística puede ayudar al desarrollo de regiones deprimidas y a empoderar a la población. Además, al sector le interesa ser sostenible, lo que en este caso no solo significa reducir la cantidad de residuos y emisiones que produce. También implica no matar a la gallina de los huevos de oro: evitar que los turistas dejen de ir a un sitio por estar demasiado masificado, y empoderar a la comunidad para que preserve la autenticidad de este.

Desarrollar de forma sostenible el sector turístico será uno de los principales desafíos del siglo. Entre otras razones, por el crecimiento, casi exponencial, del sector. El año pasado, casi 1.200 millones de personas cogieron las maletas para visitar otro país, frente a 674 millones en 2000. Durante el mismo período, los ingresos derivados de esta actividad han pasado de medio billón a 1,2 billones de dólares. Todo ello se traduce en que uno de cada 11 empleos —y el 10% del PIB— corresponden a este sector, según datos de la Organización Mundial del Turismo, el organismo de Naciones Unidas encargado de la promoción del turismo sostenible. Por si fuera poco, este organismo prevé que la cifra de visitantes internacionales alcance los 1.800 millones de personas en 2030. Llegado ese día, el 57% de la cuota de mercado corresponderá a los países emergentes. Un negocio que es, para los países del sur, además, una “fuente de exportaciones” fundamental, recuerda Jeremie Fossé, presidente de Eco-union.

¿Cómo se puede conciliar esta rápida expansión con los Objetivos de Desarrollo Sostenible? La tarea, apuntan los expertos, pasa por múltiples frentes. Uno de ellos es el de hacer entender a las empresas del sector que a ellas también les interesa promover un turismo más comprometido con el medio ambiente y la sociedad. Ello pasa por simplificar la gran variedad de certificaciones de sostenibilidad a la que se pueden acoger destinos y operadores turísticos, para facilitar su comprensión. Y extender su uso al conjunto del sector.

A ello se dedica la organización que lidera Luigi Cabrini, el Consejo Global de Turismo (GSCT, por sus siglas en inglés), que intenta establecer “un lenguaje común y de referencia” para los organismos de certificación. Este debe respetar “unos estándares comunes en la gestión de los destinos, su relación con el medio ambiente y el respeto a la cultura local [y la población]”. Para que estos criterios se cumplan, el sistema de acreditación del GSCT incluye indicadores “que permiten medir cuanto empleo local se genera, cuanta comida se compra en la comunidad, o qué nivel de empleo se genera”. De momento, los 150 programas que comparten los criterios del GSCT cubren “un porcentaje relativamente bajo” del negocio turístico, alcanzando “aproximadamente al 10% de destinos y turoperadores”.

¿Cómo puede crecer el negocio del turismo sostenible? Cabrini sostiene que tiene que haber una labor de promoción, para convencer al cliente de que la sostenibilidad no solo es buena para la población de acogida y el medio ambiente. También lo será para su experiencia de viaje: “Hay que ir un poco más allá y mandar los mensajes correctos para que la gente entienda que también se divertirá, si viaja con una actitud consciente [del entorno]. Uno lo pasa mejor en bicicleta que quedándose encerrado en un coche”. Una combinación ganadora para quien visita el lugar, y para quien vive en este. Cabrini cita el caso de Costa Rica: “Ha construido una imagen de país verde, que será neutral en sus emisiones de carbono en 2020 [emite tanto CO2 como lo absorbe]. Es un caso de éxito, porque la imagen del país es coherente con su pasado, como Estado neutral y pacífico. Y el turista gasta tres veces más que en otras partes de América Central. Ser sostenible es un buen negocio”.

Empoderar a la población permite que esta pueda poner en marcha negocios turísticos

La gestión regional del turismo —más allá de la ciudad que los viajeros visitan en primer lugar— es, a la larga, otro requisito, asegura Paolo Russo, integrante del Grupo de Investigación en Análisis Territorial y Estudios Turísticos de la Univeristat Rovira i Virgili (Tarragona). De este modo, es posible repartir los visitantes por la zona circundante a la urbe, generando oportunidades de desarrollo duradero en la región que la rodea, al tiempo que se evita la masificación: “La Diputación de Barcelona ha pensado en qué se puede hacer fuera de la ciudad, y lo ha promocionado. El turista tomará Barcelona como puerta de entrada, pero luego irá a otros lugares”.

El contexto de partida de algunos países del sur global dificulta esta tarea. La falta de desarrollo e infraestructuras en las zonas rurales del Magreb dificulta que los beneficios del turismo se puedan repartir más allá de las ciudades, explica Alejandro Gónzalez, responsable de turismo sostenible de Eco-union: “En los países del sur del Mediterráneo, falta un servicio de transporte público que permita conectar la ciudad con el territorio [y promocionarlo]”. González, también director del Festival Vilamón, cita otro caso: “Las excursiones que van hacia las dunas de Merzouga [al este de Marruecos] se olvidan de una población cercana. Los turistas no la visitan, con lo que el retorno económico es prácticamente nulo”. Por si fuera poco, la calidad del trabajo generado en los hoteles también deja que desear: “es de muy poco valor añadido, servicial, con poca posibilidad de ascender”.

El Gobierno marroquí, por su parte, asegura haber puesto en marcha un plan para potenciar nuevos destinos, con la ayuda de los inversores. “En cada inversión, se tendrán en cuenta criterios de sostenibilidad sobre el uso de la tierra, el tamaño de las instalaciones, o las emisiones de dióxido de carbono”, detalla Nada Roudies, secretaria general del Ministerio de Turismo. “Actualmente, las zonas de Agadir y Marrakech reciben el 60% de las visitas. Tenemos que asegurarnos que los turistas no vengan solo a uno o dos destinos”, reclama Roudies.

También es imprescindible empoderar a la sociedad. Tanto en aquellos lugares que ya reciben visitantes, como en las zonas más apartadas. González cree que esto es esencial en las regiones rurales del sur del Mediterráneo. De esto modo, las comunidades podrán articular “una oferta turística propia”, en la que los gastos de los visitantes se queden en el territorio; y ayuden al crecimiento de las regiones más apartadas.

Tarea pendiente en el Magreb

En el ámbito del Magreb, se trata de una tarea pendiente. El tejido social y empresarial de estos países no es tan fuerte como el de sus vecinos del norte. Buena parte de las iniciativas suelen provenir de empresas europeas, o cuentan con el apoyo de estas. Sin apoyos externos, es más difícil que los emprendedores locales puedan desarrollar una oferta propia. “Hay comunitarias, pero a un nivel muy pequeño”, reflexiona González.

Una manera de avanzar en esa dirección pasa por sentar a la mesa a todas las partes afectadas por el turismo: gobiernos, empresas y sociedad civil. Y ver, entre todos, cómo el turismo se puede gestionar de una forma más sostenible. Así fue en Cabo Verde, asegura Graeme Jackson, director de acuerdos de colaboración para la Travel Foundation, ONG dedicada a promover la gestión conjunta del turismo: “Es un destino con un crecimiento muy rápido, con los retos que esto conlleva. Ayudamos a crear un Consejo que involucrara a todas las partes implicadas”. En este se tratan temas como el estado general de las playas, y los residuos que genera la actividad turística. La idea es que los agentes sociales sean capaces de encontrar respuestas conjuntas a estos problemas; y que cada una de las partes asuma su responsabilidad. “Queremos que esto sirva de demostración para otros lugares”.

La gestión regional del turismo permite repartir los visitantes por el territorio y generar oportunidades de desarrollo

La inestabilidad política supone otro reto. Fossé, presidente de Eco-union, cree que ese es el caso en el sur del Mediterráneo. “Una caída del 20% del turismo puede suponer una reducción de dos puntos del PIB. Túnez perdió entre un 20% y un 30% de visitantes después de los últimos atentados”, explica.

¿Qué puede suceder si el turismo no se desarrolla de forma sostenible? Los peligros son multitud. Un problema surge, precisamente, si su promoción no viene acompañada de una política de desarrollo regional que permita repartir la llegada de visitantes, evitando que estos se concentren en unos pocos lugares. “Las ciudades del sur del Mediterráneo son compactas, y cuentan con poco transporte público. También tienen problemas para gestionar los residuos que producen. Si crece el número de viajeros [y no se reparte fuera], estos aumentaran”, advierte González, quien recuerda que el Gobierno marroquí se plantea doblar la cifra de visitantes: de 10 a 20 millones. Porque “el Mediterráneo es el primer destino del mundo. En 2014 acogió 300 millones de visitantes, que en 2030 pasarán a ser 500 millones”, avanza Esencan Terzibasoglu, directora de gestión de destinos y calidad de la Organización Mundial del Turismo.

La masificación, además, hace que una localización turística pase de deseable, a poco atractiva. Un negocio insostenible. Paolo Costa, presidente de la autoridad portuaria de Venecia, lo expone gráficamente: “los destinos pueden acoger un número máximo de visitantes. Y la calidad de la visita, si hay mucha gente, se resiente”.

América Latina y las clases altas

También está la conversión, en América Latina, de barrios enteros en zonas turísticas. Russo cita el caso del centro histórico de Salvador de Bahía, que “desde el momento en el que entró en el Patrimonio de la Humanidad ha perdido el 80% de su población”. Se trata, además, de procesos propiciados por los intereses de “los votantes de clase media y alta” de América Latina, debido a que no viven en los barrios históricos, sostiene el investigador. Este pone el ejemplo del caso antiguo de Cartagena de Indias, donde la población original ha sido substituido por otra más pudiente, “porque toda la clase alta quería una segunda casa allí”. “Cartagena de Indias ha planteado poner en marcha un programa para que los antiguos vecinos vuelvan por un día”, añade con ironía.

Las comunidades que consigan generar un turismo sostenible, sin embargo, tienen en sus manos la posibilidad de mejorar su calidad de vida. “El turismo facilita la transformación de los transportes locales y los servicios a los que tiene acceso la población. Permite mejorar la calidad de vida de las comunidades”, recuerda Terzibasoglu.

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