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Columna
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Tacha otro día

Albert Rivera es el más perjudicado si al final nos dejamos llevar a otra repetición de elecciones

David Trueba
Albert Rivera, en un acto electoral en Vigo.
Albert Rivera, en un acto electoral en Vigo.OSCAR CORRAL (EL PAÍS)

Si hoy es martes, los políticos españoles estarán tachando un día más en su calendario particular. Ya queda menos para la nada. La designación del exministro Soria para el Banco Mundial y la posterior rectificación del Gobierno han acabado con la posibilidad de acuerdo. Un ministro que dejó el Gobierno en funciones por el insoportable hedor de sus mentiras es elegido para desempeñar un cargo relevante en una institución fundamental. Pero además es designado minutos después de que el partido en el Gobierno se comprometiera con su socio de investidura a un decálogo anticorrupción escrito con humo y eco. Y por si fuera poco, en los dos días siguientes, el propio Gobierno quema a sus pocos representantes con alguna credibilidad obligándolos a soltar una retahíla de mentiras que van desde afirmar que la elección no es política hasta que poco menos que el tal Soria pasó una oposición durísima para hacerse con el bien remunerado cargo. El error, que tuvo la cualidad de ser inoportuno y grotesco, desmontaba el pacto de investidura y volvía todas las miradas sobre Albert Rivera.

El joven líder hipernegociador, capaz de llegar a un acuerdo hasta con la máquina expendedora de tabaco del bar de abajo de casa, no se merecía este dislate propinado por Rajoy. Le ha obligado a rebajar su exigencia de compromisos a los socialistas y a soportar otra ronda negociadora cargada de vetos, tontuna y malas intenciones. Con lo bien que se vivía colocando a Pedro Sánchez como doctor No, único culpable de que España siga sin Gobierno. El desprecio a los españoles, intrínseco al nombramiento de Soria, puede quedar impune si los populares ganan por mayoría absoluta en Galicia y se convierten en relevantes en la formación de Gobierno en Euskadi. Así que a estas alturas, en la política española solo queda ir tachando días. Mientras tanto, rellenamos un sudoku bobo en el que nos tienen enfangados desde diciembre por la sencilla razón de que ningún líder se siente con suficiente fuerza para proponer algo que se salga de lo obvio y considerarse capaz de exponerlo a sus votantes para convencerles de que es oportuno y razonable.

Pero es también Albert Rivera el más perjudicado si al final nos dejamos llevar a otra repetición de elecciones. Perdió un tercio de sus diputados en la segunda vuelta y podría perder otra buena parte de los que le quedan en la tercera, porque el voto útil es así de villano. Aún disfruta de un margen escueto para demostrar que es capaz de negociar hasta con Podemos o liderar el estímulo conservador para prescindir de Rajoy y la guardia fiel de la corrupción institucionalizada.

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