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EN PRIMERA PERSONA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El circo vacunal hace tiempo que llegó a nuestro país

No me queda más remedio que poner en duda que el interés mayor de los profesionales de la salud sea, precisamente, la salud de nuestros hijos

Familia, esperando a las vacunas.
Familia, esperando a las vacunas. getty

Defensores y detractores elaboran sus discursos en muchas direcciones. Erradicación de enfermedades, protección colectiva, dicen unos. Libertad ideológica, mercurio, efectos secundarios, dicen los otros. ¡Pasen y vean!

Yo me declaro "fan" de las vacunas; pienso que son una buena protección comunitaria frente a enfermedades que pueden ser muy graves. Tengo dos hijos, un niño nacido en mayo de 2014 (Martí) y una niña nacida en mayo de 2015 (Cloe). Con el primero, me informaron de que había una serie de vacunas que estaban recomendadas, que eran importantes, pero que no estaban financiadas por la Seguridad Social: Prevenar13 (antineumocócica) y Rotateq (rotavirus). Me contaron que de la primera había que poner cuatro dosis a unos 90 euros cada una, y de la segunda, tres dosis a 75 euros, aproximadamente, unos 650 euros en total. Cuando le pregunté a la enfermera que, si eran tan importantes, por qué no se financiaban como el resto, me respondió: "Haz lo que quieras, pero si al niño le pasa algo, luego no vengas llorando".

Puse una queja y cambiamos de CAP (Centro de Atención Primaria). Una cosa es que sea defensora de las vacunas y otra que me guste que me coaccionen.

Compré religiosamente todas las dosis de las vacunas, con el miedo en el cuerpo, también para mi segunda hija. Y cuando Martí tenía unos 15 meses, apareció en escena la vacuna de la varicela (Varivax). Ya había oído campanas sobre ella, pero hasta que no llegó el momento, no presté demasiada atención. En el nuevo CAP me dijeron que no la vendían en España, que la podía conseguir en Andorra, y que pronto iba a volver a entrar en el calendario vacunal (enero 2016). Pregunté a nuestra enfermera si ella ponía vacunas de Andorra y me dijo que sí. No era muy lógico que estuviera prohibida la venta de una vacuna que en unos meses la pondrían de forma universal, pero si iba a volver a entrar, sería por algo, así que nos fuimos para Andorra a por la dichosa vacuna y, ya que habíamos hecho el viaje, compramos las dos dosis de Prevenar13 que le faltaban a Cloe. Allí son bastante más baratas.

Vacunaron a Martí de varicela, le pusieron a Cloe su tercera dosis de Prevenar13 andorrana y cuando fui a ver a la enfermera para que me programara la revisión de los 15 meses de la niña, me dijo que ya no le podía poner vacunas de fuera de España. La razón que me dio fue que si un lote venía mal y pasaba algo, no podían localizarlo o qué sé yo. Hace tres meses eso no importaba.

Ahora, me tengo que buscar la vida para que alguien me haga el favor de ponerle la vacuna a la niña, porque no me da la gana de gastarme otros 90 euros. Para más inri, esta vacuna ya entra por la Seguridad Social a los nacidos a partir de agosto de 2015, como mi hija es de mayo, me toca pagarla y en mi caso, no una, sino DOS veces. La de la varicela también ha entrado ya, por cierto.

A la luz de lo sucedido no me queda más remedio que poner en duda que el interés mayor de los profesionales de la salud sea, precisamente, la salud de nuestros hijos. Al parecer lo importante es que si pasa algo, nadie les pueda denunciar o reclamar. Medicina defensiva. Se defienden de los pacientes, por si a caso. Y mientras, aquí estamos los padres, mareados con tanto cambio, sin información veraz y pagando vacunas bajo coacciones y chantaje emocional. No quiero ni oír hablar de la última, la Bexsero, porque no pienso pagar un duro más por ninguna vacuna. Esto no es salud, es una estafa.

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