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en primera persona
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Estás embarazada? No, tengo barriga

Quién me iba a decir a mí que tendría yo algo en común con Jennifer Aniston

Jennifer Aniston.
Jennifer Aniston.Richard Shotwell

Quién me iba a decir a mí que tendría yo algo en común con Jennifer Aniston. Toda la vida mirándola de reojo por lo ideal que está siempre esta chica por no hablar de la envidia que recorrió todo mi serrano cuerpo el día, tiempos ha, que Brad Pitt le dio el Sí, quiero. Ella, tan guapa, tan famosa, tan ideal y taaaaaaan delgada siempre, resulta que se acaba de manifestar más que harta porque siempre que le hacen una foto en la que le sale un poquito de barriga, le endosan el consabido embarazo. Vaya, resulta que la muchacha es mortal. Ni más ni menos que tantas otras ciudadanas de la tierra. Que, vaya por Dios, si eso es tener barriga que venga Dios y lo vea. Entonces ¿qué tenemos las que de verdad sí somos barrigonas?

Yo creo que la última vez que tuve la barriga plana tendría más o menos unos 16 añitos. Año arriba o abajo, que tampoco es plan de ponerme a torturarme. Ni en mis años frescos y lozanos de la veintena gocé yo de esas tripas de anuncio que parecen lustrosas para lavar la ropa en los pilones de los pueblos. Y eso que no superaba la talla 40 , pero la barriga, eso sí, siempre ha estado ahí. Primero llegaba ella y, a continuación, servidora. De nada me servía tener un estupendo culo así como cubano (que todavía conservo, oigan) ni estrecha cintura o tobillos finos que lucen la mar de bien. Si tienes barriga, o barriguita, me da igual, no hay tregua, ya la ropa no queda igual de bien. Ni qué decir tiene que soy abonada number one a todo trapo que disimule esa ligera imperfección y Escarlata O´Hara, para mi gusto, no iba suficientemente bien enfajada.

De las pocas cosas que me gustaron de estar embarazada fue justamente esa: tener barriga, esas veces, con una causa aceptada, más bien que mal, por los demás. Oye qué gusto no tener que andar metiendo tripa con lo que eso cansa, qué pasada no solo meterla sino hacer incluso esfuerzos para que se note bien que es que estás embarazada. Vamos que no creo ser la primera que se ha plantificado la primera blusa pre mamá con dos faltas. Ni siquiera mi ginecóloga, muy paciente ella, me dio la razón: No, nena, esa barriga no es del bebé que es que no mide ni 5 centímetros Será el líquido amniótico, entonces, resolví. O los bocatas a las 2 de la mañana, más bien, me respondió. Será.

Y es que las que nacimos barrigonas vivimos y viviremos siempre con la eterna dieta a las espaldas o resoplando haciendo otra tabla más de abdominales en busca del tesoro perdido. Y qué desazón cuando al mes ya te cansas, y que encima ya no solo estás igual de gordita , sino que además ahora te cae el sanbenito de floja. Lección aprendida. A partir de ahora si hago dieta y deporte será en secreto.

Decía mi madre que con los embarazos iba mi cuerpo a sufrir un cambio, una transformación de metabolismo, imaginaba la buena señora. No podía ir peor encaminada. A la siempre incipiente barriguita se le añadió una especie de rotura de los poco trabajados abdominales que han hecho el resto. Y ¿cuál es la consecuencia más inmediata? Pues que hay días, unos mejores que otros que parece que estás preñada de cuatro meses. O de gemelos. O ambas cosas a la vez. Y encima la manía de los diseñadores de hacer pantalones de cadera baja, justamente el diseño que más acentúa una barriguilla prominente en lugar de los de cintura alta que son los que más disimulan. ¡Manía tienen!

Y entonces es cuando a ese drama le unes el de que te lo pregunten los demás: ¿Estás otra vez embarazada? Que ya no sabes que te molesta más si la pregunta o el “otra vez”, como si se hubieran reprimido la palabra “CO-NE-JA” a continuación. Pero oigan que lo peor no es eso, lo peor es que yo encima también a veces he metido la pata porque soy yo de naturaleza muy prudente y hubiera jurado que esa barriga redondita tan mona solo puede ser fruto de un estado de buena esperanza y no de habernos pasado con las pizzas. ¡Qué horror cuando te contestan que no y encima te abroncan, y con razón! Tierra trágame.

Es hora de asumirlo. A las que tenemos barriga, digo. Que ni esa dieta va a funcionar, por fin ni de coña, que no vamos a ser jamás de los jamases como esas estupendas que se ponen justo delante de la toalla de tu marido con su talla 36 y sus pechos turgentes señalando El Peñón, a echarse la crema sobre esa piel sin un gramito de grasa, celulitis y otras impertinencias varias. Sí, no lo estoy ocultando, me dan cochina envidia. ¿Qué le vamos a hacer? Y no, no me consuela pensar esa chorrada de que es porque no han tenido hijos porque las hay con hasta cinco que siguen estando como diosas. Miren si no a Heidi Klum que no solo sigue estupenda , sino que encima siempre sale en las fotos riendo, como las modelos que comen ensaladas que no sé cómo se pueden reír tanto con esos platos tan tristes delante.

En fin que dicen que madurar es cuestión de aceptarse como uno es así que la próxima vez que me pregunten si estoy embarazada diré sin rubor alguno: No, estoy gorda. Así, sin más. ¿Y qué?

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