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Picaduras de medusa: ¿una cochinada que las alivia?

Orinar sobre la irritación calma el dolor... según su cuñado. Una de mitos sobre animales (incluye tiburones)

Vídeo: Qué no hacer cuando te pica una medusa.Vídeo: Cristóbal Ramos Rivas

En las últimas semanas, una serie de sucesos acontecidos en zoológicos han puesto en el punto de mira la relación de los humanos con los animales. Una trabajadora de Terra Natura, en Benidorm (Alicante), falleció por el ataque de un tigre en sus instalaciones. En Cincinnati (EE UU), un niño cayó en el foso de los gorilas del zoológico, con el resultado mortal para un primate, que terminó abatido como medida preventiva, aunque discutida. Y algo antes, en el entorno de lagunas de un complejo hotelero de Disney cerca de Orlando, tuvo lugar otra tragedia, la lamentable muerte de una criatura de dos años por el ataque de un caimán. La mezcla animales-violencia-víctimas en un entorno de entretenimiento no solo acapara la atención mediática, también suscita la discusión sobre los efectos de nuestra interacción con la naturaleza.

Las leyendas milenarias transmitidas por la tradición oral así como la influencia del cine y los medios de comunicación sustentan innumerables mitos, la mayoría de ellos fruto de la exageración y el desconocimiento, sobre la peor cara de la fauna: la agresividad de los animales contra los seres humanos. Normalmente, se vincula el peligro a los grandes predadores como tiburones, tigres y osos. “Sin embargo, sorprende descubrir que el contacto con un caracol, vector del parásito que provoca la esquistosomiasis, provoca cien veces más muertes al año que los leones”, señala el biólogo Fernando Mateos, doctor en ecología del comportamiento y miembro de la Sociedad Española de Etología y Ecología Evolutiva.

"El contacto con un caracol, vector del parásito que provoca la esquistosomiasis, provoca cien veces más muertes al año que los leones” (Fernando Mateos, doctor en Ecología)

No solo es perjudicial mitificar la agresividad. Igual de negativo es confiar en la bondad de los animales que nos producen empatía, como las mascotas y los animales de granja. “Es un error pensar que estos son buenos y los salvajes son malos. A veces, alguien se cambia de acera por miedo a que un perro, por el hecho de ser grande, pueda atacarle, aunque vaya atado. Sin embargo, esa misma persona, cuando va al campo y ve una vaca sola, no le teme. Gran error: la vaca que pasta sola puede ser señal de problemas. Un animal de grupo, como la res o el perro, se siente perdido e inseguro en la soledad. Hay que huir en esas situaciones. Y no tenemos conciencia de que una vaca solitaria en el monte, sin colmillos ni actitud agresiva, nos puede matar”, explica el veterinario Miguel Ibáñez, director del Centro de Medicina del Comportamiento Animal.

La mayoría de ataques de depredadores, que no considerarían al hombre como su presa habitual en condiciones naturales, “tiene que ver con la excesiva presión que ejercemos sobre el territorio y la biodiversidad, y el desconocimiento de sus hábitos y su biología”, recuerda Ángel Manuel Sánchez, biólogo de vida salvaje, para quien los mitos y leyendas, “falsos en parte o en su totalidad, se relacionan con ese alejamiento de la naturaleza del hombre moderno, rural o urbanita”. Para conocer mejor la fauna y el entorno, el siguiente listado le ofrece algunas de esas falsas creencias sobre los ataques de animales que conviene desterrar.

Medusa: no orine sobre su picadura

El escozor de una picadura de medusa puede amargarle un apacible baño de mar. Como señal del cambio climático, estos animales marinos proliferan gracias a las elevadas temperaturas y a la desaparición de especies depredadoras en nuestras playas, que les dejan el mar libre para desplegar los tentáculos a sus anchas.

Entre los métodos que se comentan para aliviar la molestia, se encuentra una solución algo escatológica que llegó a mencionarse en la popular serie Friends: orinar sobre la picadura. “Es un mito que puede tener su fondo de verdad”, señala el experto Ángel M- Sánchez. La urea, el amoníaco y el ácido úrico, con una composición nitrogenada similar, son metabolitos tóxicos productos de la degradación de las proteínas en la matriz mitocondrial de las nefronas, en el riñón, que se expulsan, por exocitosis, en la orina. Pero, desde luego, no es la opción más redomendada.

"Solo algunas especies de medusa son realmente peligrosas para el ser humano, por ejemplo, la Carabela portuguesa" (David Álvarez, biólogo)

Contra la picadura de medusa existe un completo ritual de pasos que se explican en el vídeo que hay sobre estas líneas.

Pero que no cunda el pánico. “Solo algunas especies son realmente peligrosas para el ser humano, por ejemplo, la Carabela portuguesa (Physalia physalis). En la mayoría de las ocasiones, en las playas se producen grandes afluencias de medusas como la Velella velella, que apenas producen un pequeño daño. De todas formas, conviene ser prudente y no tocarlas”, advierte el biólogo David Álvarez, quien señala que incluso después de muertas, los nematocistos, los orgánulos que inoculan las toxinas cuando entran en contacto con la piel, pueden seguir actuando. “Las medidas en muchas playas para prevenir su efecto no solo son ineficaces, sino que pueden ser contraproducentes, ya que rompen al animal en pequeños trozos, algunos de los cuales contienen esta sustancia, que puede llegar a la orilla y afectar a los bañistas”, observa Álvarez.

Tiburón: el malo somos nosotros

Como recuerda el biólogo Ángel M. Sánchez, los escualos han dado lugar a numerosas supersticiones, muchas de ellas avivadas por la gran pantalla. Tanto el aspecto como el comportamiento de estos peces son muy variables. El de mayor tamaño es el inofensivo tiburón ballena, que se alimenta de plancton filtrando el agua mientras nada con la boca abierta. “De las 370 especies que existen, doce son consideradas peligrosas para el ser humano, y solo tres son las que acaparan la mayoría de los ataques: el tiburón blanco, el tiburón tigre y el tiburón toro”, indica Álvarez.

Según un artículo de National Geographic, las posibilidades de morir de gripe son infinitamente mayores que las de muerte por ataque de tiburón. “Se estima que el número de ataques anuales de tiburones a seres humanos no supera el centenar en todo el mundo, y en más de 50% de los casos las víctimas eran surfistas. Seguramente, un tiburón debajo del agua confunde la silueta de la tabla de un surfista con la de un león marino, una de sus presas más comunes, y por eso ataca”, anota Álvarez.

Las posibilidades de morir de gripe son infinitamente mayores que las de hacerlo por ataque de tiburón, según 'National Geographic'

El malo de la película de Spielberg no es precisamente el escualo. Por persona muerta atacada por un tiburón, el hombre mata alrededor de dos millones de estos animales: “Con las 200.000 capturas ilegales diarias (73 millones anuales), a los que se les quita las aletas y después se les arroja vivos al mar para elaborar la famosa sopa de aleta de tiburón tan valorada en el mercado asiático, sumadas a los treinta millones de capturas legales, obtenemos la insostenible cifra de más de cien millones de capturas anuales de diferentes especies al borde de la extinción. De modo que podemos constatar quién es el peligro real de los mares”, lamenta el biólogo Sánchez.

Si este verano le entra el pánico recordando Tiburón, déjese de películas y nade a gusto en la playa. “Debido a la baja probabilidad de ser atacado, debemos preocuparnos más por no ahogarnos. En el caso, muy improbable sobre todo en España, de que nos encontremos con un escualo en el mar, solo hay que salir del agua”, recomienda Álvarez.

Animales domésticos: las razas agresivas no existen

Pitbull, rottweiler, pastor alemán, American Standfordshire terrier… Son nombres que a algunos les pone la carne de gallina por considerarlas razas agresivas. “Esta designación para los perros es como afirmar que los humanos nacidos en Alicante son muy agresivos. Son mitos utilizados por la administración como razón suficiente para determinar a ciertas razas como potencialmente peligrosas. Pero también nosotros lo somos si nos encontramos en una encrucijada de la que no se sabe salir nada más que con violencia. Es un problema de adaptación individual, no de raza”, subraya el veterinario Miguel Ibáñez. “No es que ataquen más estos canes, sino que se les tiene más miedo que a uno pequeño. Pero un caniche o un chihuahua, con su boquita y dientecitos, hace lo mismo que un pastor alemán o un dóberman, y a veces tienen actitudes más agresivas los perros pequeños con gruñidos, ladridos y boca abierta”.

Las aves rapaces: no raptan niños

Era un día de aparente tranquilidad al aire libre. Un grupo de niños jugaba en un parque mientras un águila real sobrevolaba sus cabezas. En unos segundos, la rapaz cogió entre sus garras al más pequeño del grupo. La escena, grabada en Montreal en 2012, causó el pánico en las redes sociales, hasta el punto de suscitar en la opinión pública de Canadá la petición de crear más controles en los parques. Aunque la historia le haga contener el aliento, puede respirar tranquilo. “Después se demostró que era un vídeo falso para impactar en YouTube”, señala el experto Ángel M. Sánchez, integrante de la Sociedad Española de Etología y Ecología Evolutiva.

Las aves rapaces poseen la capacidad de matar presas cuyo tamaño puede superar al de ellas mismas. Quien se haya enfundado un guante de cetrero, conoce la potencia de presión de las garras de un águila real como enormes cuchillos, del tamaño de un índice humano medio. Sin embargo, advierte Sánchez, “están muy limitadas por su peso y la superficie de sus alas, que les impide elevar en vuelo presas de gran tamaño”. En España también resurgen los bulos sobre las águilas que atacan a personas, como en el caso del ratonero común (Buteo buteo), señala este biólogo y fotógrafo de naturaleza, causando gran revuelo mediático en el mundo rural. Una poda fuera de fecha puso al descubierto el nido de un ratonero en el interior de un gran árbol, en Villaviciosa (Asturias). El ave lo vio como una amenaza para su prole, por lo que gritaba y hacía amagos a cualquier caminante de las inmediaciones. “Todo se hubiese solucionado si hubieran esperado unas semanas hasta que los pollos volasen. Pero el revuelo mediático y la irracional presión popular, hicieron que la administración capturase a la pareja de aves de presa y sus pollos”, relata.

¿Dónde podría estar el origen del mito sobre las aves rapaces? Sánchez se remonta a la cultura milenaria de los maoríes en Nueva Zelanda, cuya tradición oral habla de los raptos humanos a cargo del águila gigante o “Te Hokioi” (Harpagornis moorei). “Pesaba más de 18 kilos, sus garras eran mayores que las de un tigre y se alimentaba de moas (Fam. Dinornithidae), unas enormes aves no voladoras de tres metros de altura y más de 250 kilos de peso. Se extinguió hace entre 600 y mil años. Sin duda, podía depredar sobre los humanos de la época si se daba la circunstancia”, recuerda Sánchez.

“Las aves rapaces están muy limitadas por su peso y la superficie de sus alas, que les impide elevar en vuelo presas de gran tamaño” (Ángel M. Sánchez, biólogo)

La salamandra venenosa: ¿matar a 4.000 hombres?

En época clásica surgieron las primeras referencias a la salamandra venenosa y mortal. Una leyenda de los tiempos de Alejandro Magno aseguraba que 4.000 hombres de su ejército habían perecido por beber de un arroyo donde habitaba una salamandra. En su Naturalis historia, Plinio el Viejo incluía a este anfibio reseñando que, con solo dar una vuelta al árbol, era capaz de envenenar a los frutos y a quién los consumía. Isidoro de Sevilla, arzobispo entre los siglos VI y VII d.C. de la ciudad, escribió, bajo la influencia clásica, que las salamandras podían emponzoñar y secar un árbol frutal, y envenenar los pozos de agua potable. Estas historias escritas también se filtraron en la tradición oral de varios lugares en España. “Muchas han llegado hasta nuestros días y se han recopilado varias citas y refranes sobre el veneno mortal de las salamandras, como en Asturias, donde se decía “sacavera [salamandra] y esquirpión no esperan confesión", o en León, "si te pica la sacavera, reza y compra cera", recuerda David Álvarez.

Cuando se siente amenazada, este anfibio secreta una sustancia blanquecina, la salamandrina, “ligeramente tóxica, que sirve para disuadir a los depredadores, pero es prácticamente inocua para el ser humano”, indica este biólogo, quien aconseja: “Difícilmente nos envenenaremos. Si el líquido blanquecino segregado por la salamandra entrara en contacto con los ojos o las mucosas, podría producir una reacción, por lo que lo que habría que lavarse con agua corriente y no alarmarse. Nuestro mejor comportamiento ante este animal sería dejarlo tranquilo y no tocarlo para evitar problemas”.

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