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Tejedores de sueños

Para un grupo de jóvenes nicaragüenses su discapacidad no ha sido un obstáculo para ser independientes: han logrado un empleo y con él han recuperado su dignidad

Un alumno enseña a un aprendiz a tejer una hamaca en Granada, Nicaragua
Un alumno enseña a un aprendiz a tejer una hamaca en Granada, NicaraguaÁlvaro Fuente
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Hace 15 años, Jimy Gómez tuvo el primero de dos desafortunados accidentes en los que perdió la totalidad de su visión cuando sólo era un adolescente. Derrotado y aterrado por la repentina oscuridad, encontró por casualidad con un revólver en su casa y, sin apenas pensarlo, intentó volarse la sien con dos movimientos de gatillo. Sin conseguirlo, cayó extenuado y confuso en el suelo. Afortunadamente, al tambor del arma le faltaban algunas balas, pero un tercer intento hubiera sido mortal. Jimy forma parte del 10% de los nicaragüenses que sufre algún tipo de discapacidad y de los 650 millones que hay en todo el mundo. Es un colectivo que, según la Organización de las Naciones Unidas, comparte un común denominador: “siguen formando parte de los grupos más marginados en todas las sociedades”.

“Estaba desesperado. Al quedar ciego pasé casi un año encerrado sin relacionarme casi ni con mi familia. Me llevó mucho tiempo salir de mi estado depresivo"; se lamenta hoy Gómez. "Perdí mi trabajo como carpintero y mis ganas de vivir. Mi discapacidad ya no me permitía trabajar. Nadie quiere un discapacitado y menos a un ciego. Era un golpe tras otro. Apenas tenemos apoyo del Gobierno y hay una terrible falta de sensibilidad y apoyo social para las personas con algún tipo de discapacidad física. Fue un infierno”.

En Nicaragua, quienes padecen algún tipo de discapacidad se enfrentan a muchos retos. “Las medicinas son muy caras, la gente pide precio por pastilla para saber cuántas se pueden comprar y ahí llega un gran problema que suma a esta situación y nos lleva a entender que haya más de un 10% de discapacitados en este país: la auto medicación en embarazadas. El uso de fármacos durante el periodo de gestación puede tener un impacto muy negativo en el futuro de los niños por nacer", afirma Antonio Prieto, director del Centro Social Tío Antonio, una organización dedicada a realizar proyectos de educación, salud y atención social a los más desfavorecidos. 

Antonio Prieto es un valenciano que hace 11 años desembarcó en Centroamérica con el sueño de abrir un restaurante. Recorrió parte de la histórica panamericana hasta llegar a Nicaragua, donde se encontró de bruces con la realidad social del país y con una serie de personas que le hicieron posponer su proyecto vital que tanto anhelaba. Se quedó sin restaurante pero cocinaba para una treintena de muchachos sordomudos a los que incluso su propia familia consideraba enfermos e inadaptados. Allí descubrió su vocación real: crear iniciativas de empleo para personas con deficiencias motoras o psicológicas.

La Procuradora Especial de las Personas con Discapacidad, Rosa Salgado reveló en El Nuevo Diario que sólo el 0,03% de personas con discapacidad se encuentra trabajando, y nunca en puestos de relevancia. Esa cantidad resulta mínima si se tiene en cuenta que la población discapacitada en el país alcanza las 600.000 personas, un 10,3% de la sociedad. Predominan las personas con discapacidad físico motora (36.9%), posiblemente a consecuencia de la revolución y de la guerra y de los continuos y numerosos accidentes de tránsito que ocurren a diario en nuestro país, según indica un estudio de la Oficina de Cooperación Internacional de Japón (Jica). Les siguen las personas con discapacidad intelectual con el 25.9% y en menor medida las discapacidades sensoriales, es decir, la visual y auditiva quienes tienen porcentajes bastante similares, 12,7% y 10,1% respectivamente.

La discapacidad está socialmente cargada de interpretaciones en las que poco o nada se valora a quienes la tienen, que están poco considerados y no se les ve capaces de ser independientes y aportar al progreso de la sociedad. Además, la falta de acceso a la educación condiciona la inclusión laboral. El desempleo es generalizado en la población con discapacidad en edad de trabajar.

Cuando alguien me pregunta si hay oportunidades para las personas con discapacidad me tengo que reír 

“Cuando alguien me pregunta si hay oportunidades para las personas con discapacidad me tengo que reír porque es lo mejor que puedo hacer. Oportunidades no tienen y laborales, ninguna", sentencia Prieto. Por eso, hace nueve años fundó Tío Antonio en Granada, una ciudad que le recordaba al valenciano barrio de El Cabañal de su infancia. Allí desarrolló un proyecto innovador cuya actividad principal es la creación artesanal de hamacas, fundas para tabletas digitales o bolsos que luego son comprados por los turistas. “El primer escalón importante que hemos ganado es el de la dignidad. Si una persona tiene un trabajo, tiene un salario, puede tener un proyecto, un plan de vida. Son capaces”, afirma Antonio.

Prieto inició el proyecto de confección de hamacas pero no se conformó. Al cabo de unos años, inauguró en la misma ciudad el Café de las Sonrisas, "el único en América Latina que está totalmente gestionado por trabajadores sordomudos", asevera su fundador. "Ambos fueron ideados como una provocación, para que fueran el espejo donde todos los empresarios vieran que, si no contratan una persona con discapacidad es porque no quieren, no porque no se pueda”.

Acompañaron a Prieto en los comienzos personas como Rodolfo, sordomudo de nacimiento, — “me rompió todos los esquemas y disipó todos mis miedos”, dice su jefe de él—, y Jimy “al que le pedí disculpas ya que no tenía muy claro que un ciego supiera desarrollarse como artesano de las hamacas”. Tras ellos llegaron otros muchachos, discapacitados o no. A día de hoy son 32 chicos y chicas, es auto sostenible e incluso han llegado a tejer hamacas a personalidades como el Papa Francisco y las han enviado a países como Estados Unidos, Alemania o España. Prieto atiende a grupos de estudiantes —sobre todo norteamericanos— que han oído hablar de su trabajo,  colabora con organizaciones como Mis Pequeños Hermanos o Corazón Contento, y organiza jornadas de sensibilización de enfermedades como la diabetes.

Para Jimy, el Centro Social del Tío Antonio es su segunda casa y también una segunda oportunidad para valerse sin dependencia alguna. “Me fascina tejer hamacas. Creo que si las personas con limitaciones físicas demostramos que se puede, lograremos ir ganando confianza en nosotros mismos. Mi mensaje a las personas con discapacidad física es que no se limiten en la vida y que, si alguien les brinda una oportunidad, deben aprovecharla y explotar todo el potencial que puedan tener para demostrar que son capaces".

La mujer, con retos extra

Las mujeres y las niñas que padecen algún tipo de discapacidad enfrentan otros agravios y riesgos adicionales por el simple hecho de ser mujeres, y se ven frecuentemente expuestas —tanto en el ámbito privado, como en el público— a la violencia, el abuso, los malos tratos y otras múltiples vejaciones. Así lo refleja un informe de la Federación de Mujeres con Capacidades Diferentes (Femucadi).

Esta situación se debe, en gran medida, al fracaso del Gobierno en ejercer sus funciones e imponer el cumplimiento de las leyes que contemplan los derechos de las personas con discapacidades. Es a su vez resultado de la exclusión, o insuficiente representación y peso que este colectivo tiene en los debates y foros políticos donde se toman las decisiones que les incumben, según la citada asociación. Por ello, en los últimos años, organizaciones como Corazón Contento se esmeran en adecuar proyectos para fomentar la inclusión socio laboral de los jóvenes con discapacidad de Granada. "Es una tarea ardua y dificil que consiste en cambiar la conciencia social y empresarial para lograr pequeños cambios que puedan mejorar la vida de un trabajador discapacitado. Es un llamamiento a la responsabilidad social con las empresas para conseguir que se impliquen con estos jóvenes" opina su directora, Patricia Fernández.

Irma Urbina ejemplifica la situación de tantas mujeres con discapacidad en Nicaragua. Al poco de nacer, sufrió un infección en ambos oídos. Supuso un auténtico desafío para su madre, quien intentó por todos los medios buscar algún tipo de tratamiento para su cura. Pero sus escasos recursos le impidieron lograrlo y la pequeña quedó en el silencio más absoluto. Su vida ha sido peregrinaje no exento de esfuerzos y amarguras pero también de alegría y esperanza. Sobre todo cuando, siendo ya una adolescente desencantada sin atisbo de lograr un empleo, Antonio Prieto se cruzó en su camino. “Cuando nos reunió a los trabajadores y a nuestras familias nos ofreció empleo. Recuerdo que nuestras familias nos apoyaban pero seguían pensando que era imposible que una persona sorda pudiera trabajar", relata Urbina.

Hoy es una de las trabajadoras del Café de las Sonrisas junto a su marido Rodolfo Sánchez, también con deficiencia auditiva. Ambos se conocieron aprendiendo el oficio de tejedor de hamacas de la mano de Jimy y después de unos años entre bastidores, cuerdas y algodón, Antonio Prieto les propuso llevar el Café de las Sonrisas. Hoy ya pueden realizar proyectos juntos y tienen un plan de vida sellado con el reciente nacimiento de su primer hijo.

“El principal problema es mostrar que existimos y, cuando la gente sea consciente, hay que empezar a luchar por los derechos. Es una lucha de largo recorrido", concluye Prieto, que acaba de aceptar la invitación para compartir sus experiencias al frente de los proyectos en diversas universidades norteamericanas como Princeton y Nashville.  "Al tener un trabajo, tu dignidad queda intacta porque no dependes de nadie".

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