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MIRADOR
Columna
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Centenarios

En este año de centenarios ilustres se cumplen los cien años del nacimiento de dos de las figuras más conocidas y populares de las letras españolas del siglo XX: Camilo José Cela y Antonio Buero Vallejo.

Julio Llamazares
Terraza del Café Gijón situado en el Paseo de Recoletos de Madrid.
Terraza del Café Gijón situado en el Paseo de Recoletos de Madrid.Luis Sevillano

Se le atribuye a Francisco Umbral una frase malévola (¿por qué será?) dedicada al autor de teatro Antonio Buero Vallejo. Pasaba éste delante de las cristaleras del Café Gijón, al que acudía todas las tardes, y en una de las tertulias, Umbral dijo señalándolo: “Ahí viene Buero, que en paz descanse”. Se refería el autor de Mortal y rosaal gesto apesadumbrado y serio habitual del dramaturgo, así como a su palidez intensa, fruto quizá de sus años en las cárceles franquistas.

Buero descansa ya en paz, ahora sí de verdad, desde el año 2000, como también lo hace otro contemporáneo suyo, el premio Nobel Camilo José Cela, al que Francisco Umbral, que también descansa en paz desde 2007 (aquí no se salva nadie), dedicó comentarios malvados, pese a que presumía de ser su amigo, cuando ya había muerto y con el que el autor de Historia de una escalera compartía año de nacimiento: 1916. También tertulias en el Café Gijón y pasión por una comarca, la de la Alcarria, en la que Buero nació y vivió y a la que Cela dedicó uno de sus mejores libros. Así pues, en este año de centenarios ilustres (el cuarto de la muerte de Cervantes y de Shakespeare, también del Inca Garcilaso, el tercero del rey Carlos III, el denominado alcalde de Madrid, o el quinto de la muerte de su predecesor en el trono el rey Fernando el Católico) se cumplen los cien años del nacimiento de dos de las figuras más conocidas y populares de las letras españolas del siglo XX: Camilo José Cela y Antonio Buero Vallejo.

Que sus trayectorias, tan opuestas, coincidan en el tiempo es un ejemplo más de que las dos Españas están obligadas a convivir incluso después de muertos sus protagonistas. Que un triunfador como Cela, que gozó de los favores del bando de los vencedores, al que pertenecía, y un perdedor como Buero (sus éxitos como dramaturgo nunca le hicieron olvidar su condición de vencido) compartan centenario y homenajes es una prueba de que ni la muerte nos libra de nuestros fantasmas. Aunque no debe uno sufrir por ello. Si en la vida Cela y Buero pudieron convivir, bien es verdad que en circunstancias muy diferentes (mientras que Buero llegaba al Café Gijón recibiendo pésames, Cela lo hacía en taxi, que cogía en la calle de Alcalá para no gastar mucho según los camareros del café), cómo no lo van a hacer después de ya fallecidos. Y más en un año que, aparte de su centenario y del cuarto de la muerte de Cervantes y de Shakespeare, Naciones Unidas lo ha declarado el año internacional de las legumbres y la Iglesia católica el de la misericordia.

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