_
_
_
_
_
El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una amnistía fiscal para los billetes de 500

El modelo monetario en ciernes quiere reducir el fraude y el pago en metálico

Jesús Mota

A finales del año 2018 el Banco Central Europeo (BCE) dejará de fabricar los billetes de 500 euros. Esta decisión es el vector resultante de una confrontación feroz entre Alemania y sus satélites (Austria, Países Bajos) por una parte y un grupo de gobiernos europeos que ha visto siempre al billete como un medio de pago conflictivo. Porque, objetivamente, facilita la evasión fiscal, el blanqueo de dinero, el narcotráfico, el terrorismo y otros delitos de gran fuste. Para Berlín y afines, sin embargo, el 500 es el heredero del billete de 1.000 marcos, un tótem de esa pueril prepotencia monetaria que exhibe el nominal más alto como una prueba de prosperidad y la identificación del pago en metálico como una opción de libertad personal y comercial. Tres cuartas partes del mundo quieren reducir el metálico para quitar oxígeno al fraude; una cuarta parte, en la que cuenta Alemania, considera que los medios ee pago que exigen identificación vulneran la libertad y la privacidad.

En marzo de 2016 había 594 millones de billetes en circulación en toda Europa; de ellos, 68 millones están en España. Aquí, el billete morado fue compañero de viaje (cooperador necesario, diría un jurista) del fraude inmobiliario y a los grandes casos de corrupción que alicataron las costas españolas, en especial la mediterránea. Un estudio de la distribución de billetes de 500 en España mostraría sin duda una gran densidad en la franja levantina. El esperpento de las bolsas de basura llenas de billetes, acarreadas por consortes de alcaldes y folklóricas, definen la fealdad (ética y estética) del delito financiero en España.

Tan importante como suprimir el billete de 500 es decidir como se hace. Del comunicado del BCE se deduce que los 500 en circulación supervivientes seguirán operando como medio de curso legal. Es una cuestión vidriosa, porque equivale a dictar una amnistía fiscal para el dinero negro denominado en esos billetes. La única limitación es que a partir de los 2.500 euros de transacción no hay pago en metálico. Es probable que el BCE no haya encontrado la solución para evitar esta amnistía. El único método para evitarla sería que el portador de cada uno de esos billetes se identificara en el momento de comprar en una tienda o centro comercial y que, a continuación, ese billete fuera esterilizado en el banco nacional correspondiente. Pero este procedimiento requiere decisiones en cadena complejas en el ámbito comercial, en el de seguridad y en el estrictamente monetarios.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

La desaparición del billete de 500 prefigura las nuevas condiciones financieras y comerciales de los próximos 10 años: limitar las opciones de fraude y reducir el pago en metálico. La apreciación irónica de Jens Weidmann, presidente del Bundesbank (“¿Alguien cree que el hecho de que no existan los billetes de 500 acabará con las actividades ilegales?”) no es más que un desplante vacío; el fraude no desaparecerá con la supresión del billete ni, probablemente, con ninguna otra medida. De lo que se trata es de obstaculizarlas, encarecerlas (para los facinerosos) y, si es posible, reducirlas. Y la supresión del billete de 500 sí que contribuirá a eso.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_