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Pompeii pisa fuerte

15.000 zapatillas, 560.000 euros de facturación y 50.000 seguidores en las redes, el éxito de la firma de cuatro veinteañeros españoles

Elisabet Sans
Los fundadores de Pompeii. De izquierda a derecha: Jaime Garrastazu, Jorge y Nacho Vidri y Cosme Bergareche.
Los fundadores de Pompeii. De izquierda a derecha: Jaime Garrastazu, Jorge y Nacho Vidri y Cosme Bergareche.

Uno de los sellos distintivos de Pompeii es un avión de papel, aunque esta marca está pisando fuerte con sus zapatillas. “Cada paso que dimos al inicio de nuestra empresa es como hacer un pliegue en una hoja en blanco. Ahora se trata de darle impulso al avión para que vuele”, cuenta Jaime Garrastazu. A sus 24 años, es el cofundador y responsable de marketing de esta firma de zapatillas cien por cien española, urbana, desenfadada y dirigida a los millennials, que nació hace año y medio. Ha vendido 15.000 zapatillas y factura 560.000 euros en 2015 y hoy tiene 50.000 seguidores en las redes sociales. Y sigue sumando.

Detrás de Pompeii están cuatro amigos de la infancia –al principio eran cinco-: Garrastazu, Cosme Bergareche y los hermanos Nacho y Jorge Vidri. Hay quienes en la cafetería de la universidad juegan a cartas, ellos decidieron “montar algo” y apostaron por diseñar zapatillas; “sin saber ni de moda ni de redes sociales ni de nada que tenga que ver con lo que hacemos ahora”. Dibujaron de manera rudimentaria un modelo, y ese boceto se convirtió en el germen de la startup a la que se dedican a tiempo completo desde enero del año pasado, cuando decidieron abandonar sus primeros trabajos en auditorías y bancos (“drama en casa incluido”, cuenta Garrastazu).

Con los 18.000 euros iniciales que consiguieron reunir solo les llegó para fabricar 349 pares de zapatillas en la única de las fábricas de Elche que les aceptó el pedido pequeño, y, además, confió en chicos de 22 años. Pero ellos, que se definen como inconformistas, convirtieron la falta de recursos en exclusividad. “El éxito de lanzamiento de Pompeii fue crearnos perfiles en las redes sociales y empezar generar contenido que la gente no podía adquirir. Así estuvimos mes y medio antes de tener las zapatillas. El día que las lanzamos, teníamos entre 3.500 y 4.000 seguidores en las redes y solo 349 pares que vender. Se agotaron en dos días, y eso para nosotros fue vida”, recuerda Garrastazu sobre una primera colección en la que bordaron los números de serie. Según él, la clave es, primero, tener un buen producto (fabricado en lona en verano y serraje en invierno) que hoy está más de moda que nunca y venderlo solo online a 55 euros como máximo y, después, haber sabido aprovechar un altavoz ilimitado como es la Red.

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“Nuestra visión como compañía es conectar con todos los millennials del mundo, como nosotros. Y sabemos que no nos vale lo de siempre, hay un cambio generacional que está cambiando la forma de vender”, analiza el madrileño. Y se lanza a poner ejemplos: en Pompeii siempre hay alguien al otro lado del teléfono –nada de contestadores- en el departamento de atención al cliente, que ellos llaman Happiness porque “al final creemos que el cliente se tiene que ir feliz”; tras un retraso de 20 días en unos pedidos, lanzaron la campaña Sorry, en la que no solo pidieron disculpas públicas y regalaron el calzado a los afectados si no que dieron códigos de descuento a toda su comunidad. En otra ocasión, fueron sus seguidores quienes decidieron a qué ONG se iban a donar decenas de sus coloridas zapatillas con taras que no podían poner a la venta.

Engrasado el avión, el futuro de estos emprendedores parece prometedor. Si todo va bien, a finales de año se cambiarán de unas oficinas que ya les están quedando pequeñas a sus 17 empleados y habrán alcanzado una facturación de más de dos millones de euros con sus pompas. El año que viene quieren dejar que entre capital, que escogerán con cuidado para que mantenga la filosofía de Pompeii, y de ahí Garrastazu da un plazo de tres años para alcanzar los 100 millones de euros. “Queremos crear el próximo Inditex, ¿por qué no?”, se pregunta quien no tiene miedo al fracaso. Pero eso son vuelos a la velocidad de la luz. Primero, quieren expandir su marca internacionalmente (el 10% de sus ventas vienen hoy de países europeos) y este verano lanzan su primera colección de ropa. Quieren vestir a hombres y mujeres de la cabeza a los pies. O, en su caso, de los pies a la cabeza.

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Gepostet von POMPEII am Sonntag, 28. Februar 2016

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Sobre la firma

Elisabet Sans
Responsable del suplemento El Viajero, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Antes trabajó en secciones como El País Semanal, el suplemento Revista Sábado y en Gente y Estilo. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Ramón Llull de Barcelona y máster de Periodismo EL PAÍS.

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