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Tentaciones
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Guía para no morir de una indigestión en la Feria de Abril

Precios desorbitados, regateos por un buñuelo, casetas inaccesibles... Las fiestas sevillanas no son aptas ni para todos los estómagos ni para todos los bolsillos

Una feliz estampa de la Feria de Abril.
Una feliz estampa de la Feria de Abril.Cordon Press

Sevilla se viste de feria de nuevo, de lunares y de volantes, de galope de caballos en la arena y farolillos, de aroma a fritanga buena y mala. Sevilla es vino fino para muchos y rebujito para todos, flamenquito y flamenquines, sevillanas a todo trapo y una masa de turistas guiris atolondrados que, sin poder entrar en apenas ningún sitio, terminan de tajarse donde pueden al son de un "ole torero" casi tan ininteligible como los calcetines que esconden bajo sus cangrejeras. Y es que la Feria de Abril no es apta ni para todos los públicos ni para todos los bolsillos, y el que diga lo contrario miente más que el que dice que la torrija en Madrid es barata. A continuación os cuento varias cosas a tener en cuenta si quieres sobrevivir a la Feria de Abril y no morir de una indigestión.

La clave: conocer a alguien

Es bastante conocido por toda la humanidad que para poder disfrutar de la Feria de Sevilla hay que tener amigos que tengan caseta. Básicamente porque las casetas públicas, además de ser un tostón, suelen estar abarrotadas de gente y son excesivamente incómodas y ruidosas. Si eres de los que por fortuna tiene familia en Sevilla o simplemente conoces a alguien que tenga su caseta, estás de suerte; a partir de ahora tienes un pasaporte a las casetas de sus conocidos y podrás hacer ruta por el recinto, donde la comida y la bebida no te faltarán.

En su fiesta no te cueles

Cordon Press

La mayor recomendación es no intentar colarte en ninguna de las casetas, pues los sevillanos se las gastan bien gastadas cuando se les toca lo suyo. Y es que estamos en su territorio, un recinto privado en el que se invierte dinero y esfuerzo durante el resto del año. De hecho es muy conocido el personaje de Manolito Huevo Frito, que tiene su propia sevillana, que es como el típico jeta que se hace colega de todo el mundo para ir de gorra de puesto en puesto y ponerse ciego a tope sin gastar un duro. Los sevillanos no olvidan a este tipo de gorrones de campeonato que, posiblemente con la crisis, van aflorando cada año en mayor proporción, como las bacterias. Claro que, cada uno es libre.

Beware of the 'rebujito'

Gettyimages

Uno de los peligros de la Feria. Algo tan simple como el fino o el vino de manzanilla mezclado con Sprite o 7Up que, a pesar de que tiene origen en Gran Bretaña, los andaluces la han hecho mundial. Pero el peligro ya no es que se suba con facilidad y que deje la cabeza al día siguiente como cinco resacas juntas de Amy Winehouse después de San Patricio. No, lo chungo de verdad está en el precio. El rebujito, dicen las malas lenguas, que se inventó para ahorrarse en una convidá alguna que otra botella y de paso refrescarse. El caso es que la demanda es feroz y los precios del rebujito en las casetas están casi a la altura del Dom Perignon que te sirven en la terraza del Ritz. Casi que es más barato comprar la botella de vino por separado. Haced números.

 Buñuelos no, gracias

Una visita obligada en la Feria de Abril es el Patio de las buñueleras. Los buñuelos de las gitanas son una delicia que posiblemente no sean de este mundo; casi tanto como su precio. Realmente nunca hay una tarifa fija y en ocasiones hasta es recomendable regatear como si estuvieras en el zoco de Marrakech. Jamás se os ocurra pedir una cantidad de buñuelos si no habéis cerrado antes el precio antes de sentarte. Aquí el mercado no es libre, es libertino y el gancho de los buñuelos se puede convertir en un garfio en la yugular. Avisados estáis.

El mejor GPS es tu estómago

Cordon Press

Si hay algo que es imprescindible que anotéis en vuestro cuaderno de bitácora es la hora a la que debéis estar sentados para comer y para cenar. Esto es importante porque es bien complicado encontrar sitio, por lo que no es recomendable moverse en las horas punta. En Sevilla de 14:30 a 15:30 horas no puedes comer ni sándwiches de chino como te muevas del asiento. Si lo vuestro es dar vueltas sin sentido, adelante. Por otra parte, yo os recomendaría desoír las maravillas que cuentan de las casetas de la Calle del Infierno, que son un hervidero de productos de calidad bastante pésima a precios imposibles. Un mendrugo de pan con un chorizo frito o un plato de plástico con boquerones en vinagre te puede costar lo que un lechazo en Valladolid. Y bebida aparte, ¿qué pensabais?

El “según mercado” es “según me salga de las narices”

Gettyimages

Muy típico en la feria es el marisquito de Huelva o el pescado de la costa que traen a Sevilla, creemos que en góndola veneciana con gondolero incorporado y a través del Guadalquivir. Y es que un simple plato de gambas, de esas que son arroceras, te lo pueden cobrar a precio de oro. Ni qué decir si se piden chocos, rabas o sepia, porque según mercado y según la crisis, todo está carísimo y es normal que un poco de marisco en plato de plástico pueda superar los 20 euros como hemos visto en alguna caseta en años anteriores. Ese mercado del que tanto dependen los precios no deja de estar en la cara dura que tienen más de uno y más de dos cuando el personal ya va calentito. Mucho cuidado con esto.

Momento perfecto para dejar de fumar

Es el momento de dejar de fumar y de repente te invitan a la Feria de Abril. ¿Crees que no es posible dejar de fumar cuando se avecina un fiestorro? Te equivocas, querido amigo fumador. Comprar tabaco en la feria es más difícil que ponerle patines a una orca, más aún cuando el paquete de tabaco te lo pueden vender ilegalmente por casi 10 euros en la misma calle. Los sevillanos lo suelen negar y montan el gran escándalo, pero la verdad está en la calle. Vivir sin humo es más sano y más barato.

Siempre quedará la opción de ir de mochileros con el bocadillo a cuestas y la botella de agua. Yo este año igual me dejo seducir por la del club Bancaya, en la calle Joselito el Gallo 153, con sus caprichos de langostino, sus revueltos camperos y sus flamenquines; que mi amiga Mariló me invita y ya tengo quien me amadrine. Lo demás, es puro suicidio colectivo, os lo digo yo.

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