en primera persona

Los 'minideberes' de mis hijos (de 18 meses)

¿Bebés con deberes? Sí, deberes para hacer con ellos o, sobre todo, para hacer tú.

Unos padres muy felices haciendo los 'deberes' de su bebé. / GETTY

Hasta hoy, mi único contacto con el Asombroso Mundo de las Guarderías era haber ido a una hace, ejem, algunos años. Sí, he dicho guarderías nada más empezar y no escuelas infantiles, pero ha sido sin mala fe, por costumbre y por querencia por las palabras bonitas y cargadas de sentido. Lo dicho, que hacía unos cuantos años que no pisaba una y desconocía lo mucho que han cambiado, en casi todo a mejor. Sin duda, lo que más me ha sorprendido es la de deberes que ponen. ¿Bebés con deberes? Sí, deberes para hacer con ellos o, sobre todo, para hacer tú. El que tiene niños pequeños lo sabe y el que ...

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Hasta hoy, mi único contacto con el Asombroso Mundo de las Guarderías era haber ido a una hace, ejem, algunos años. Sí, he dicho guarderías nada más empezar y no escuelas infantiles, pero ha sido sin mala fe, por costumbre y por querencia por las palabras bonitas y cargadas de sentido. Lo dicho, que hacía unos cuantos años que no pisaba una y desconocía lo mucho que han cambiado, en casi todo a mejor. Sin duda, lo que más me ha sorprendido es la de deberes que ponen. ¿Bebés con deberes? Sí, deberes para hacer con ellos o, sobre todo, para hacer tú. El que tiene niños pequeños lo sabe y el que no pero los planea, que siga leyendo y se vaya preparando. Desde que nuestros mellizos empezaron a ir a la escuela, con 9 meses, hasta ahora, que tienen 18 (siguen siendo meses), sus sucesivas profesoras nos han pedido, algunas veces de un día para otro:

  • fotos de ellos y de toda la familia en distintos tamaños (lo que se traduce en la nada fácil tarea de buscar EL MOMENTO en el que estemos todos y no en pijama, haya luz y no sea hora de comer o merendar o cenar o la siesta o cambiarse el pañal o bañarse o llorar o pelearse o morderse o ¿he dicho llorar? Cuando al fin lo logras, te haces un selfi cutre y como pareces la familia Monster, acabas buscando a un fotógrafo profesional)
  • que los disfracemos de bufones porque la escuela celebra el carnaval tematizado (guarda los disfraces de Han Solo y Princesa Leia que en un acto de previsión sin precedentes habías comprado hace dos meses por internet, hazles en casa los trajes tal y como te los piden en tu único rato libre del mes y descubre al día siguiente que eres la única que no los lleva con trajes comprados y mucho más pintureros de reina Isabel y Cid Campeador)
  • que hagamos los escudos nobiliarios de los nenes para decorar la escuela a modo de castillo medieval (busca algo que copiar, mira un lápiz en tu mano y trata de recordar cómo se dibujaba, o vaya qué suerte, le subarriendas los deberes a tu padre, que está de visita el finde y pinta tan bien)
  • que los llevemos vestidos de madrileñitos (esta vez ya no picas con el Do it yourself, buscas de nuevo en tu único rato libre del mes un traje en los chinos y arréglaselo de largo con cinta adhesiva de esa de meterle a las cortinas porque no sabes coser y les queda enorme)
  • que los llevemos en pijama para la fiesta del ídem (busca los dos más bonitos y márcalos para que no se pierdan con las dichosas etiquetas esas tan monas que luego se borran o se despegan pero que en teoría no hacen ninguna de esas dos cosas y hazlo preferentemente a la una de la madrugada, que es la hora en la que has logrado por fin empaquetar a los niños cenados y bañados y dormidos y has podido tú también cenar y ducharte y recoger el baño, la cocina y el salón, que parecían una mezcla de estercolero y Sarajevo en plena guerra)
  • que recojamos el otoño en una bolsa (busca un parque con unos jardineros tolerantes con los montones de hojas pero que a la vez sean implacables con la basura y las cacas de perro porque los niños todavía no las diferencian de las piñas y se lo meten todo en la boca. Creedme, no es fácil encontrar hojas decentes en otoño y menos aún variadas)
  • que los disfracemos de Halloween ("pero no hace falta que compréis los trajes, hacedlos vosotros mismos, desatad vuestra imaginación y creatividad" junto a unas fotos sacadas de internet de trajes preciosos que no vas a lograr imitar ni de lejos, así que compras un traje hecho y lo tuneas un poco con complementos, también a la una de la madrugada, para que no se diga que no eres una madre molona y comprometida con el reciclaje y la educación de tus hijos)
  • que para aprender la lluvia les pongamos un chubasquero, botas de agua y que lleven un paraguas "si tienen" (como vaya, no tienen, peregrina por varios decathlones en busca de sus tallas y acaba a las tantas del día y con la mitad de lo necesario)
  • que para la semana del rojo recopilemos objetos de casa rojos y los llevemos a las escuela (busca y rebusca otra vez a la una cosas con las que no se puedan matar unos a otros o ellos a sí mismos... y el sujetador de lencería lo descartamos por improcedente y de nuevo márcalo todo)

Está claro que es por el bien de los niños, para que se diviertan y aprendan y para hacernos partícipes de su educación y de su día a día, pero ha habido alguna vez que he pensado que como me pidieran una sola cosa más me iba a comprar tabaco y no volvía. Expresada mi queja en Facebook por los minideberes de mis hijos, una amiga me cuenta que solo recordaba haber ayudado a su hijo mayor a hacer un mural pero que ahora, con los pequeños, está a punto de volverse loca entre recogida de frutos, mascotas, cuadernos viajeros, fotos, elaboración de marionetas, trabajos en familia… ¿Mascotas y cuadernos viajeros? ¡Socorro! Indagando, me han contado que un día, sin haber cursado invitación previa y sin preguntar si ese fin de semana te va bien o tienes ya algún plan, te cae el muerto de la mascota de la clase, a la que debes hacer fotos y explicar lo bien que se lo ha pasado en tu casa… lo que puede acabar degenerando en una competencia de padres a ver quién se divierte más.

Otro amigo opina que se trata de una “preparación para los padres ante la inminente llegada de los deberes de verdad” y otras madres me dicen que esto no es nada, que todavía me queda “el día de la paz, la fiesta del reciclaje, visitar una granja, la fiesta de Navidad y pasear al cautivo en su minitrono por la guardería”. Sí, lo que has leído, con incienso y todo.

¿Son solo algunas escuelas o se trata de una tendencia en auge y generalizada, qué se persigue con ello y qué sentido tiene? Para contestar a estas preguntas hablo con Carmen Ferrero, presidenta de la asociación Junta de Portavoces de Educación Infantil, con tres décadas de experiencia a sus espaldas. “Son estrategias que se llevan a cabo para que padres y niños entiendan que la escuela y la familia son un complemento, que comparten los mismos criterios, que tienen una relación fluida y que colaboran”.

Ferrero comparte y aplaude esta filosofía pero advierte: “Hay que tener en cuenta la edad de los niños, no hay que adelantar aprendizajes y debe pedirse a los padres una colaboración razonable dentro de sus posibilidades”. Por ejemplo, cree que tiene “mucho sentido” recoger castañas y hojas en familia al ser “una actividad al aire libre y que fomenta el conocimiento de la naturaleza”. “Otras cosas son pasarse, al niño no le dicen absolutamente nada”.

Alicia Alonso, maestra, psicopedagoga y miembro de la Plataforma Estatal en Defensa de la Educación Infantil 0-6, tiene una visión crítica y exigente. “En las escuelas hay distintas posiciones, hay quienes entienden que los padres tienen que participar y hay quienes, en el extremo contrario, no quieren verlos ni en pintura”. Pero ojo, “no hay que confundir la verdadera participación con la mera colaboración, en la que es la escuela la que demanda y la que marca el qué, el cómo y el cuándo”. Para Alonso, participar sería, sobre todo, poder opinar. “Abrir un diálogo entre la escuela y los padres para buscar puntos en común, ver el grado de disponibilidad y acordar qué cosas se pueden demandar y qué se puede aportar por cada parte”. Pone como ejemplo la pareja, “no puede ser que uno mande al otro lo que tiene que hacer, sino que entre los dos deben definir qué hay que hacer y repartirse los roles y buscar áreas de coincidencia”.

Alonso, defensora del trabajo por proyectos, explica que este requiere de una “altísima participación” que tiene por objeto “el interés superior del niño”. En este punto, regaña a los padres, que demasiadas veces piensan que tener un hijo consiste llevarlo a la guardería y dejarlo ahí el mayor tiempo posible. “Muchas familias prefieren no implicarse, porque les resulta imposible o tienen otras prioridades que no son sus hijos. Las escuelas infantiles no son un aparcamiento de niños, a las que llegan dormidos y se van casi dormidos, eso maltrato”.

Critica también que una idea estupenda como el libro o mochila o mascota viajeros, “que si se hace con sentido lo tiene y mucho”, acabe perdiéndolo por culpa del “planteamiento de muchos padres que quieren molar, que establecen una competencia entre ellos y que no dan valor a la vida cotidiana”. “Cuando te llega una mochila viajera puedes verla como una molestia y llevarla al parque de atracciones y generar situaciones que estresan y llenan de inquietud a los niños, o hacerla participar del baño, que no es un acto de mera higiene sino de construcción de la base de la personalidad”. Así, “la mochila viajera significa llevar la escuela a la vida cotidiana, a un mundo que le es ajeno, y generar un lazo de unión potente entre ambos, el mensaje que se le da a los niños es que los padres valoran el lugar en el que están cuando no están con ellos. No hay que hacer nada extraordinario con ella, sino que el niño sienta que le das valor, el sentido profundo de la actividad es segurizar, legalizar el lugar en el que está, que se convierta en una prolongación del hogar”.

Alonso lamenta que, en muchos casos, se produzca en las escuelas infantiles “una reproducción en chiquitito” de lo que va a ser el futuro escolar del niño, con imposiciones de una parte y sin transparencia ni información, y que “se use a las familias para sus propios fines e intereses” sin permitirles una participación “verdadera y real”.

Por su parte, Marisa Moya, psicóloga y directora de una escuela infantil de Madrid muy participativa, opina que lo que subyace en los deberes "es el rechazo a seguir haciendo lo de antes" y lo que se busca es "la complicidad entre los padres y la escuela"."Se acabó el educar en compartimentos estanco, a los niños los cría toda la tribu, pero hay maneras y maneras de involucrar a las familias, no se deben usar herramientas y estrategias de la escuela añeja". A su juicio, "se están dando pasos en la buena dirección y es muy importante la sensibilidad de que hay que cambiar pero ese cambio debe ser el adecuado y de acuerdo con la realidad de las familias".

Dicho todo esto, me voy a poner con los disfraces de navidad...

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