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Estos son los hombres con los que se acuesta Estados Unidos

Son las estrellas de la noche televisiva estadounidense, de competencia cruenta. Los famosos se mueren por ir a sus programas

Miquel Echarri
El presentador Jimmy Fallon bromeando con Madonna. Está por ver quién es más famoso de los dos.
El presentador Jimmy Fallon bromeando con Madonna. Está por ver quién es más famoso de los dos.

Johnny Carson patentó la fórmula hace ya 50 años y la llevó a su apogeo en los primeros años 70, cuando Gerald Ford era presidente y la economía norteamericana empezaba a sufrir los estragos de la crisis del petróleo. Por entonces, en un contexto de caída continua de los ingresos publicitarios, hacían falta programas buenos, bonitos y baratos que pudiesen ocupar con cierta dignidad la franja horaria inmediatamente posterior al momento de máxima audiencia (el prime time), entre las 22.30 y la medianoche.

Carson cubrió aquel vacío proponiendo un cruce de comedia, comentario social y espectáculo de variedades conducido casi en solitario, con estilo enérgico y narcisista. La consolidación definitiva del formato llegó en décadas posteriores, de la mano de titanes de la televisión moderna como Jay Leno, David Letterman, Arsenio Hall o Jon Stewart. Todos eran personalidades de una cierta desmesura, capaces de proyectar buen humor e inmejorables vibraciones pese a estar compitiendo entre ellos a cara de perro, de manera cada vez más agónica y descarnada, en una franja que pasó a ser muy rentable a partir de los años 80.

Sin embargo, el relevo generacional que se ha consumado en el último par de años ha traído consigo un radical cambio de escenario. Tal y como explicaba hace unos días Josef Adalian en su columna en la revista Vulture, las nuevas estrellas de estos espectáculos televisivos nocturnos (los late show) ya no protagonizan un duelo al sol por la supremacía, sino más bien se preocupan por encontrar la manera de que el formato evolucione sin perder su esencia y siga siendo una fórmula de entretenimiento viable en pleno siglo XXI. No compiten por aniquilarse mutuamente, se conforman con sobrevivir y coexistir.

“Estos tipos hacen el amor y no la guerra”, escribía en Twitter el experto en televisión Bill Carter el pasado 8 de septiembre. Esa noche, Stephen Colbert debutaba como sustituto de David Letterman en The Late Show, programa estrella de la CBS desde hace muchísimos años, y su gran rival, Jimmy Fallon, de la NBC, estaba ahí para desearle suerte, hacerse un selfi con él e incluso participar en un par de sketches.

¿Apoteosis del juego limpio? Más bien una inteligente adaptación a la nueva realidad por parte de profesionales que crecieron viendo a Letterman destrozar a Arsenio Hall o a Jay Leno aplastar sin piedad al propio Letterman, pero que entienden que NBC, ABC y CBS no son ya el centro del universo televisivo, que el número de espectadores que les sigue en directo todas las semanas no deja de reducirse y que donde de verdad se reparte el pastel es en las reproducciones virales de vídeos con los minutos de oro de sus programas. Sea como sea, estos son ahora mismo los hombres con los que se acuesta Estados Unidos todas las semanas de lunes a jueves.

La misión de Stephen Colbert: hacer olvidar a un mito.
La misión de Stephen Colbert: hacer olvidar a un mito.

Stephen Colbert, el recambio al gran David Letterman

Stephen Colbert (Washington DC, 51 años) debe su reputación de humorista de culto a los años en que presentó The Colbert Report en Comedy Central, un programa satírico en que este católico progresista bordaba su papel de comentarista ultra-conservador corto de entendederas. Un personaje que se llamaba como él sin ser él en absoluto (Colbert enfatizaba sutilmente la diferencia pronunciando su nombre a la francesa, con acento en la última sílaba y una de esas erres que parecen haberse quedado atascadas en el paladar) y al que la publicidad del programa definía como “bien intencionado, mal informado y, en resumen, un perfecto idiota”.

La sonrisa perenne de Jimmy Fallon.
La sonrisa perenne de Jimmy Fallon.

En su nuevo cometido como sustituto de David Letterman con Late Show With Stephen Colbert (en la cadena CBS), Stephen sí ejerce de sí mismo. El día de su debut llevó al programa a George Clooney y Jeb Bush. Ha conseguido afianzarse en las últimas apoyado en sólidos guiones y un estilo cordial, sensato y cercano, de manera que ya empieza a hablarse de él como un sustituto perfecto para Letterman.

Jimmy Fallon, el espectáculo total

Como suele ocurrir con los genuinos líderes, Fallon divide a la afición: se le quiere o se le odia. Nacido en Bay Ridge, Nueva York, hace 41 años, ya imitaba a James Cagney en el jardín de infancia y ha ido quemando etapas a velocidad de crucero.

Fallon tiene una extraña habilidad para convertir sus aparentes debilidades en fortalezas. Se le atribuye un humor pueril, propio de un adolescente con canas, pero algunos de los sketches más celebrados de la última década son fruto de su ingenio y su instinto para la comedia. Suele decirse que es un entrevistador pésimo, poco incisivo y demasiado servil, pero con su estilo cómplice y sin aristas ha conseguido que Sylvester Stallone le confesase que durante años odió a Arnold Schwarzenegger o que Colin Firth le contase que ganar un Oscar siendo un señor inglés culto, tímido y sin grandes habilidades sociales ha acabado convirtiéndole en una especie de apestado en Hollywood.

Jimmy Kimmel, el más procaz.
Jimmy Kimmel, el más procaz.

Se le acusaba de reír a destiempo y ahora se ríe siempre, como si cualquier ocurrencia propia o de sus invitados fuese sencillamente desternillante, seguro como está de que basta una buena carcajada para derretir cualquier barrera escéptica, porque la risa es contagiosa. Se ridiculizaba su táctica del avestruz, esa tendencia tan suya a esconderse bajo la mesa de su escritorio, y ahora ha convertido ese ritual en uno de los instantes más anticipados y celebrados de su programa.

Ha conseguido sacar un partido muy poco frecuente a celebridades de corto recorrido como Ariana Grande o Chloe Grace Moretz y veteranos con tendencia al gruñido como Jaime Foxx o Kevin Spacey, a los que incita a cantar, bailar y, en definitiva, desmelanarse para sacar a flote lo mejor de sí mismos. Su The tonight show (en la NBC) es el espectáculo total.

Jimmy Kimmel, el irreverente

El Iván de la Peña de los 'late show': Conan O'Brien.
El Iván de la Peña de los 'late show': Conan O'Brien.

Procedente, como Colbert, de esa factoría de grandes histriones que es Comedy Central, Jimmy Kimmel (neoyorquino de 47 años) lleva desde 2003 conduciendo The Jimmy Kimmel Live!, la hora bruja y canalla de la cadena ABC. Aunque por lo general parece cómodo con su papel de tercero en discordia (algo que se acepta sin sobresaltos en su cadena), Kimmel es un hombre inquieto y un purasangre del humor, por lo que a veces cede a la peligrosa tentación de dejarse llevar y hacer más ruido del que le conviene. Sus instintos de francotirador corrosivo le empujan a metese en esporádicos jardines que sin duda contribuyen a reforzar su leyenda personal, pero también hacen que a los directivos de su cadena se les pongan los pelos como escarpias.

Cuando de verdad rozó el larguero fue en octubre de 2013, fecha en que un niño de nueve años que intervenía en la mesa infantil de su programa dijo que la solución del problema de deuda externa de Estados Unidos sería “matar a todos los chinos” y Kimmel contestó con un bastante irreflexivo: “Podría ser una excelente idea”. Y lo remató con una frase aún peor calibrada que se volvió viral en cuestión de minutos: "¿Qué hacemos? ¿Dejamos que los chinos sigan viviendo?”. Para colmo de males, Kimmel se resistió a disculparse en antena hasta que la propia ABC le obligó a hacerlo, y eso fue solo después de que la comunidad china de Estados Unidos consiguiese que el tema llegase al gabinete de comunicación de la Casa Blanca.

Chelsea Handler, desafiando prejuicios.
Chelsea Handler, desafiando prejuicios.

Otros alardes de humor irreverente y marciano marca de la casa, como su tendencia a convertir a Matt Damon en objeto recurrente de sus bromas (“nuestras disculpas a nuestro último invitado, Matt Damon, porque nos hemos quedado sin tiempo para entrevistarlo” fue durante años una de las frases con las que solía despedir su programa), no han tenido consecuencias tan serias.

Conan O'Brien, el macho alfa

Seth Meyers, o la comedia bárbara.
Seth Meyers, o la comedia bárbara.

Lo suyo tiene mérito. La de Conan O’Brien es una historia de eterna supervivencia ligada a un formato, el del late show, al que ha dedicado lo mejor de su carrera. Tras la retirada de Letterman, se ha convertido en el conductor de programa más veterano que sigue aún en activo, con 22 años de servicio a la causa repartidos entre Conan, Late Night y The Tonight Show. Según como se mire, O’Brien (Massachusetts, 52 años) es la eterna promesa del formato, una especie de Iván de la Peña televisivo del que siempre se esperaron grandes cosas y que nunca acabó de realizar del todo el enorme potencial que se le intuía. En 1993 tomó el relevo de David Letterman en Late Night y le tocó padecer críticas despiadadas. Tardó varios años en afianzarse y acostumbrar al público a su peculiar sentido del humor, basado en crear situaciones incómodas y recrearse en su propia torpeza, en la más genuina tradición de los viejos bufones.

Larry Wilmore, el gran sátiro.
Larry Wilmore, el gran sátiro.

En 2009 dejó el programa en lo más alto y asumió otro reto de envergadura, el de reemplazar a Jay Leno en The Tonight Show. Esta vez fracasó con estrépito, incapaz de atraer a una audiencia acostumbrada al estilo arrollador, de macho alfa muy consciente de serlo, que exhibió siempre Leno. Desde 2010, O’Brien ha dado un paso al costado y pilota su propio show (titulado sencillamente Conan) en la televisión por cable TBS, lo que le permite cultivar una audiencia de culto manteniéndose fiel a sí mismo, sin necesidad de forzarse a competir en la gran liga de Kimmel, Colbert y Fallon. Para sus incondicionales, es en esta etapa donde un O’Brien ya definitivamente  liberado de cualquier expectativa ajena está consiguiendo dar lo mejor de sí mismo.

Los que llegan pegando fuerte: Chelsea Handler (sí, una chica), Seth Meyers y Larry Wilmore

Tras los tres grandes, que gestionan la herencia de la edad de oro del late show, y un Conan O’Brien que sobrevive con creciente dignidad en un escalón intermedio, encontramos alternativas tan sólidas como este trío, integrado por tres buenos profesionales de la fórmula que piden a gritos la oportunidad de hacerse un hueco en la absoluta élite.

La que genera más expectativas ahora mismo es Chelsea Handler, que entre 2007 y 2014 condujo en E!, cadena por cable, el estupendo show Chelsea Lately. Nacida en Livingston, New Jersey, hace 40 años, Handler desafía cualquier prejuicio sobre lo que supone que debe ser o no ser el humor femenino con una vis cómica sútilmente corrosiva, volcada más en la sátira de la cultura popular que en Hollywood y la esfera de la alta política. En enero, vuelve al ruedo con el que promete ser un incendiario show para Netflix, un programa pensado para los que entienden que un nuevo capítulo de Orange Is the New Black o Girls tiene ahora mismo mucho más interés que cualquier nuevo estreno de Tom Cruise o Jennifer Aniston.

También se mueve en la periferia Seth Meyers (Nuevo Hampshire, 41 años), cuyo programa en la NBC, Late Night with Seth Meyers, arranca ya pasada la medianoche, lo que le permite ser mucho más procaz, gamberro y políticamente incorrecto que sus compañeros de cadena. El suyo es un humor que tiene más que ver con la comedia bárbara de un Judd Apatow que con el humor de altura, pero más o menos apto para todos los públicos de la escuela Carson-Letterman-Leno.

En cuanto a Larry Wilmore (California, 53 años), es uno de los últimos mohicanos de Comedy Central, gran cantera del humor yanqui. Su The Nightly Show with Larry Wilmore sustituye al The Colbert Report con la misma vocación de sátira inmisericorde y la misma tendencia a ridiculizar el estilo informativo de cadenas conservadoras como Fox.

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Sobre la firma

Miquel Echarri
Periodista especializado en cultura, ocio y tendencias. Empezó a colaborar con EL PAÍS en 2004. Ha sido director de las revistas Primera Línea, Cinevisión y PC Juegos y jugadores y coordinador de la edición española de PORT Magazine. También es profesor de Historia del cine y análisis fílmico.

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