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La flamenca del WhatsApp ha muerto

Los emoticonos estáticos no tienen nada que hacer ante las posibilidades del GIF, un recurso que usan por igual la NASA, productoras de Hollywood o su sobrino

Cuando vemos un emoticono sonriente, :), el cerebro se activa de la misma forma que ante un rostro real. Sin embargo, una cara triste, :(, es interpretada por el cerebro como dos signos de puntuación. Este análisis se publicó el año pasado en la revista Social Neuroscience y es obra de Owen Churches, psicólogo de la Universidad de Flinder en Australia. Su tesis: si bien el cerebro no responde con inmediatez, es capaz de aprender a reconocer estos símbolos e incorporarlos, sobre todo cuando ve en ellos algún beneficio, como evocar la dicha.

Pues bien, los emoticonos o emojis parecen haber pasado a la historia. Así es la era tecnológica que nos ha tocado vivir. Conectados por encima de nuestras posibilidades, exponemos nuestros sentimientos libremente mientras interactuamos con nuestro móvil por la calle (buen ejemplo de ello son las fotografías del inglés Josh Pulman). También queremos revelar esas mismas reacciones a través de nuestras pantallas, sin dejar de estar a la última, aunque sea recuperando una herramienta del pasado como es el GIF (imagen animada que se repite en bucle conocida como Graphic Interchange Format), un formato gráfico de intercambio, creado en 1987 por Steve Wilhite para la empresa CompuServe.

Por qué lo llaman rápido cuando quieren decir emocional

Un recurrente GIF de Homer Simpson.

Si el emoji rompía la barrera idiomática –especialmente desde que Apple lo instaló en sus teclados–, el GIF parece ir más allá, logrando una conexión emocional inmediata. Los datos abruman. La búsqueda de GIFs ha crecido casi 10 veces desde mediados de 2012, según Experian Marketing Service, que vaticinaba la desaparición de las palabras, tras conocerse que Facebook abría sus puertas a la imagen animada. ¿Resultado? Más de cinco millones de GIFs al día y otra forma de reenganchar a una generación que había prescindido de su plataforma. 

Las búsquedas acotadas en Google y el servicio de vídeo Vine en Twitter recuperaban esta moda retro. Una nueva edad de oro del GIF gracias a las redes sociales. No olvidemos Tumblr: con 23 millones de GIFs diarios. Una auténtica explosión de memes (conceptos, ideas o imágenes que viajan a través de Internet, de sujeto a sujeto, alcanzando una difusión masiva). Fáciles de conseguir, la web de enlaces Giphy contabiliza más de 50 millones de visitas al mes. Y los hay para todos los gustos: para divertirse tontamente o para aprender cosas, como los de @ScienceGifs. Riffsy, la nueva aplicación de iPhone para transmitir GIFs, ya cuenta con más de cuatro mil millones de visitas al mes. Vuelvan a releer la cifra. Da vértigo.

En la última edición de los GIFY Awards –que destacan los mejores GIFs del año– resultó vencedor un montaje de Obama (aunque fuera de 2012).

Ante la masiva circulación de estas imágenes en movimiento uno se puede preguntar, ¿por qué necesitamos enviar un GIF de Homer Simpson que ironiza con nuestro miedo? ¿Puede el uso del GIF resultar adictivo o crear ansiedad? ¿Cómo repercute en el cerebro esa imagen colorida y repetida sin cesar del personaje animado?

Owen Churches, el neurocientífico que analizó el impacto en el cerebro de los emoticonos, explica a BUENAVIDA que le parece una idea interesante valorar su posible efecto en el cerebro, pero que desconoce que exista una investigación sobre el tema. En efecto, aunque la herramienta es antigua, su viralidad es muy reciente.

El GIF como mensaje positivo, por boca de una celebrity como Kristen Stewart.

Como apunta Naomi S. Baron, profesor de lingüística en American University, en un artículo publicado en The New York Times, el GIF triunfa porque “empaqueta el mensaje, no tienes que buscar la manera de expresarte”. Pero, ¿por qué querría despersonalizar mi mensaje y convertirlo en un cliché, en un Homer Simpson?

“El envío de este tipo de imágenes es una forma de disfrazar una falta de habilidades sociales. Puede significar temor o vergüenza a expresarse como uno es”, explica Héctor Galván, director del Instituto Madrid de Psicología, que diferencia entre el uso puntual de los GIFs, como complemento, algo que puede resultar positivo (“En el lenguaje de los sordos se abrevia, si se hace por comodidad no hay problema”), frente a su mal uso.“Cuando es un mensaje personal, el emisor debe aprender a usar un lenguaje más rico e íntimo”, cuenta Galván, que no cree que las imágenes en movimiento vayan a sustituir al lenguaje, pero afirma que su abuso “está provocando una pobreza en el vocabulario en individuos que llegan a usar solo entre 2.000 y 3.000 palabras al día”.

@soymatematicas celebró el cumpleaños del matemático Roger Penrose con su triángulo.

Isabel Pina, psicóloga especializada en marketing y redes sociales, opina que el mundo evoluciona tan deprisa que nos hemos acostumbrado a la rapidez e inmediatez de esos mensajes. "Parece que nos cansa escribir para comunicarnos. Cuando no nos dirigimos a nadie en particular, por ejemplo a través de un blog, somos más capaces de comunicar nuestros sentimientos y reacciones que cuando entablamos una conversación”, destaca. Para Pina es fundamental que los colegios formen a los alumnos a todos los niveles en temas de Internet. “¿Los adolescentes escriben cada vez peor? Es un hecho. ¿La tecnología es la única culpable? Para nada”, sentencia, recordando un estudio sobre conectividad de la Unión Europea realizado en 2014 que afirma que el 76% de niños y adolescentes de 11 a 14 años utiliza WhatsApp habitualmente.

Cuando no se carga el dichoso GIF hay quien se acuerda de la serie El séquito.

Este cambio también se refleja en los medios de comunicación, que han adoptado el GIF para sustituir el texto por imágenes, como vimos en los resúmenes de los JJ OO de Londres de 2012, agrupados con los mejores momentos en GIFs.

A diferencia de la imagen estática, el GIF, según Héctor Galván, resulta más atractivo por el movimiento. “Es algo inherente en cualquier mamífero. Para nosotros lo más importante es detectar la acción, porque nos pueden atacar. Así que nos fijamos más". Y añade: "Los colores llamativos [el GIF suele tenerlos] se asocian con más facilidad a una emoción”. “Vivimos en un mundo visual, gobernado por el impacto. De ahí que las empresas estén yendo cada vez más hacia el marketing emocional en sus comunicaciones”, comenta Isabel Pina. “Lo recordamos mejor, ya que nos sentimos identificados con algún aspecto de lo que nos están comunicando”. Quien conmueve el ánimo, gana.

La NASA mostró la cara oculta de la Luna, por primera vez, y fue con un GIF.

De ahí que el cine y la publicidad (y hasta la NASA) hayan empezado a usar el GIF, más corto y directo, a modo de reclamo. Para la promoción de la película de acción V3nganza (Taken 3), con Liam Neeson, se usó un salto por la ventana del actor en bucle, con el subtítulo YOLO (You Only Live Once, Solo se vive una vez), lo que originó un sinfín de réplicas. La cadena de comida rápida Subway se ha comenzado a anunciar con banners en movimiento.

Los GIFs pueden hacernos reflexionar sobre nuestro futuro como especie.

Un intercambio de doble filo

Viendo su lado positivo, el movimiento del GIF, según Galván “reduce la ambigüedad en el mensaje”, minimizando, por ejemplo, la ansiedad que puede provocar un mensaje de texto no respondido (muy habitual entre parejas). Isabel Pina cree que al llegar a más personas “provoca que nuestro ego se sienta bien, hace que queramos seguir haciéndolo, porque alimentamos esa sensación de bienestar y de pertenencia a una comunidad”.

En lo negativo, Galván cree posible una adicción al GIF, "por los estímulos breves, rápidos y sucesivos que provoca”. No es ninguna quimera. Un estudio del Centro de Estudios Especializados en Trastornos de Ansiedad afirma que el 53% de los españoles padece nomofobia (miedo a salir de casa sin el teléfono móvil). “La tecnología nos acerca a un mundo interesantísimo, pero hay que saber utilizarla. Demasiada dependencia provoca aislamiento”, añade Pina.

Inmediato, universal y compartible

Herramientas como Yoyo logran que el usuario pueda mover a su antojo la imagen con el cursor. Un paso más allá son los Split Depth Gifs, GIFs que con unas sencillas barras en la imagen provoca un efecto 3D.

Hay revistas como Time que ya han usado el cinemagraph (un GIF con una sola parte móvil) para crear una portada con el lanzamiento del Apple Watch.

El cinemagraph puede resultar inquietante destacando solo un fotograma, como este de la película El resplandor.

Galván recuerda que el GIF contiene un lenguaje corporal que “es más expresivo, con más matices”, muy arraigado en países como Japón. “Forma parte de su cultura imitar a los cómics. Podría pasar que estas muecas se transmitan y acaben siendo un lenguaje paraverbal”, predice. Y entonces, ¿qué será lo próximo? “Cuanto más inmediato, fácil de compartir y universal sea el invento, mayor posibilidad tendrá de triunfar", concluye Pina.

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