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8 claves para sentirse como en casa durante un vuelo barato

Hay un paso más allá de soportar un trayecto en avión: disfrutar plenamente de él

Viajar en avión es fantástico siempre que uno esté dispuesto a: llegar al aeropuerto dos horas antes del despegue, hacer cola ante un mostrador atestado, desnudarse parcialmente para atravesar un arco detector de metales, matar la hora restante dando tumbos por desangelados pasillos y salas de espera, hacer otra cola ante la puerta de embarque, pelearse por un sitio en el exiguo compartimento para equipaje, contener la respiración durante las maniobras de despegue, tener que aguantarse cuando el viajero de delante reclina su asiento y sitúa su grasienta cabeza a diez centímetros de su nariz (al fin y al cabo, si los asientos disponen de esa función será para hacer uso de ella), masticar la a menudo insulsa y reseca comida que, con suerte, a uno le proporcionan en una minúscula bandeja, soportar la perorata del vecino, sentir cómo las rodillas se le agarrotan debido a su compresión en un espacio mínimo, contener de nuevo la respiración durante el proceso de aterrizaje y congregarse en una última espera alrededor de la cinta de equipajes para recoger su maleta, que si era nueva, ahora parecerá que tiene diez años de uso. Podría decirse que no es el medio de transporte más cómodo que existe. Aun así, hay formas de darle la vuelta a la experiencia y convertirla en algo placentero e incluso apetecible y divertido. 

Un avión es ruidoso, tiene muchas bombas hidráulicas, ventiladores, está sometido a cambios de presión… Comprender todo esto beneficia mucho a aquellos que tienen miedo a las alturas Víctor Alegre, comandante de vuelo

1. Infórmese de cada detalle

La información es poder; poder disfrutar de un vuelo agradable porque uno sabe el significado exacto de cada vaivén, cada sacudida y cada ruido que realiza el aparato. Desde luego, es de gran ayuda para aquellos que tienen miedo a las alturas, como sostiene Víctor Alegre, comandante de vuelo y cofundador de Aeroconfidence, empresa dedicada a facilitar las herramientas necesarias para combatir la fobia a los aviones. “Tener conocimiento de todo lo que rodea a la máquina, desde sensaciones a sonidos, despeja muchas dudas. Un avión es ruidoso, tiene muchas bombas hidráulicas, ventiladores, está sometido a cambios de presión… Comprender todo esto beneficia. Al viajero le viene muy bien saber que siempre hay un plan B y un plan C. Por ejemplo, con un generador nos basta y llevamos hasta cinco”, explica Alegre. Saber qué pasa en todo momento no solo le quitará preocupaciones de la cabeza: también le permitirá tirarse el rollo con su compañero de asiento

2. Asuma las esperas

Los accesos son uno de los tragos más engorrosos de la experiencia aérea. En determinados trayectos requieren más tiempo que el vuelo en sí, lo cual no deja de ser curioso. Por desgracia son inevitables (más aún en tiempos en que se extreman las medidas de seguridad), aunque cabe preguntarse por qué al entrar en el metro nadie le hace vaciar el bolso. “Uno debe comprender que no quieren martirizarlo con las esperas, ni engañarlo, sino que estas son producto de saturaciones de vuelo, retrasos, temas técnicos y de seguridad”, apunta Víctor Alegre. Como tantas otras cosas desagradables de la vida, lo mejor es asumirlo, contar con ello e incluso ponerse en lo peor. A partir de ahí, una espera más corta de lo presumido será un triunfo. Piense que esos ratos ociosos son raros en un día normal, y aproveche para solazarse con un buen libro o confeccionar una lista de tareas pendientes de índole personal, como aconsejan los psicólogos.

3. Escoja cuidadosamente su atuendo

No es como ir a la ópera, pero cuando se va a subir a un avión cabe preguntarse: ¿qué me pongo? De una decisión acertada o errónea depende, en cierta medida, que nuestro vuelo sea una delicia o un tormento. Las prendas que limitan nuestros movimientos están desaconsejadas: mover las piernas resulta esencial para mejorar la circulación y evitar trombos, también conocidos como síndrome de la clase turista. Amén de reiterados paseos por el pasillo, la Autoridad de Aviación Civil de Estados Unidos (CAA) recomienda entre pasajeros el uso de medias de compresión, cuya utilidad para la buena función circulatoria ha quedado demostrada. Lo mejor, ropa cómoda, ligera y de tejidos transpirables. "Un fular que pueda protegernos la garganta y hacer de manta si la temperatura es baja, tampoco está de más", comenta Miguel Ángel Esteban, habitual de vuelos transoceánicos por motivos de trabajo. 

4. Escuche música y lea libros y revistas

El ambiente en la cabina de un avión suele caracterizarse por su sequedad. Si bebemos alcohol, nuestros síntomas de deshidratación se agudizarán" Elizabeth González, nutricionista

Hasta hace poco, llevar el móvil encendido durante el vuelo parecía una afrenta a la seguridad internacional. Hoy, muchas compañías no solo lo permiten, sino que lo alientan, ofreciendo wifi gratis. Paradojas del mundo moderno. En cualquier caso, el levantamiento de la prohibición puede considerarse un gran paso para la humanidad, cuyos miembros pueden realizar en el aire las mismas cosas que con los pies en la tierra (y que se resumen en toquetear el móvil), otorgando al trayecto la cualidad de confortable. “Conviene informarse de la permisividad de cada compañía respecto al uso de dispositivos electrónicos”, recomienda Víctor Alegre. Por ejemplo, Iberia consiente utilizarlos en modo avión durante todo el vuelo, y conectarse a la red wifi cuando esta esté disponible. Solo conmina a apagarlos durante el despegue y el aterrizaje cuando se trata de dispositivos más voluminosos. “En cualquier caso, lo mejor que uno puede hacer en un avión es entretenerse”, añade Alegre. Siempre es un lujo disponer de tiempo para escuchar nuestra música favorita o trastear con la tablet, y también, por supuesto, leer un buen libro u hojear el botín de revistas con el que nos hemos hecho tras saquear el quiosco de la terminal.

5. Limítese al menú del vuelo (sin extras)

La comida de avión goza de muy mala fama: con frecuencia se la tilda de reseca, insípida, fría y no precisamente generosa en sus raciones. Pero seamos razonables: no estamos en un restaurante. Los menús de línea aérea son, sencillamente, como tienen que ser: pensados para gustar a la mayoría, caber en carritos y bandejas y poder conservarse cocinados un día o dos. “La calidad de las cosas es mejor de lo que parece, dentro de las limitaciones que hay en cuanto a conservación y posibilidad de calentarlo”, decreta Víctor Alegre. Pero esa parquedad alimenticia es justo lo que uno necesita cuando está inmovilizado. “Permanecer en posición sentada durante largos períodos de tiempo no favorece la digestión”, dice Elizabeth González Rubio, nutricionista de ADDINMA (Asociación de Dietistas Nutricionistas de Madrid) y directora de TuNutriweb.com. “Los movimientos peristálticos intestinales se hacen más lentos, lo que provoca desórdenes en nuestro tránsito y molestias digestivas. La recomendación es realizar comidas ligeras que favorezcan nuestro confort y descanso, así como dar paseos frecuentes durante el vuelo para mejorar la digestión”.

6. Haga ejercicios musculares y de respiración si le asalta la ansiedad

Un escueto asiento de avión puede ser un habitáculo la mar de agradable. Por lo general, es todo lo contrario. No hay que sufrir de agorafobia para sentirse envasado al vacío, agobiado por la baja altura del techo y el estrecho espacio entre filas (obviamente, hablamos de la clase turista), que parece concienzudamente calculado para albergar cómodamente a ese porcentaje de la población que mide menos de 1,50. La extrema cercanía entre seres humanos (con sus olores y estornudos) tampoco reconforta. Para evitar malas vibraciones, y amoldarnos con nuestro mejor talante al pequeño receptáculo, es importante controlar la ansiedad. "Para eso hay ejercicios de respiración abdominal, que activan el sistema nervioso parasimpático, el cual está relacionado con las sensaciones de relajación. También se puede recurrir a técnicas de relajación muscular progresiva (tensando y distendiendo cada grupo de músculos) y a focalizar la atención en otros aspectos”, recomienda la psicóloga Vanessa Fernández, del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.

7. Modérese con el alcohol

Permanecer en posición sentada durante largos períodos de tiempo no favorece la digestión. "Coma poco y pasee durante el vuelo para evitar problemas", dice la nutricionista

Muchas compañías cuidan su selección de vinos, y probar alguno de ellos puede ser realmente gozoso. No pasa nada por tomar una copa (quien dice una copa, dice un vaso de plástico), pero entregarse a la bebida compulsivamente en un compartimento con un nivel de humedad inferior al 20% puede ser una mala idea. “El ambiente en la cabina de un avión suele caracterizarse por su sequedad, tanto por la altura como por el aire acondicionado”, avisa la nutricionista Elizabeth González. “Esto, sumado al mal hidratador que es el alcohol, lleva a que se agudicen nuestros síntomas de deshidratación, como mareos, desvanecimientos o dolores de cabeza. Por este motivo, la recomendación cuando viajamos en avión es consumir agua de forma frecuente durante todo el vuelo”.

8. Prevenga el jet lag

Como es sabido, el molestísimo desfase horario consiste en no pegar ojo las noches siguientes al vuelo (sobre todo si es de larga distancia) y caerse de sueño durante el día, además de sentirnos desconcentrados y sin apetito. La Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos aporta varios consejos para prevenirlo, entre ellos evitar dormir a deshoras durante el vuelo, hidratarse mucho (pero evitar el alcohol y la cafeína) y recurrir a la melatonina, un compuesto natural que puede ayudar a disminuir el desfase horario. Consulte con su farmacéutico el modo de consumo.

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