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Así se consigue que un niño coma brócoli como si fueran patatas

Mezclar verduras con otros alimentos de su gusto, servirlo en platos pequeños o ser el mejor ejemplo, entre las claves del éxito

"Se busca experto en marketing capaz de crear el plan perfecto que haga de la verdura el plato más deseado de cualquier niño". Crear este anuncio sería la tentación de algunos padres si acabara con la lucha diaria para que las alcachofas, la coliflor o el brócoli estén a la altura de la pizza, los espaguetis o la pechuga de pollo. O –al menos– que consiga que las judías verdes, las acelgas o las espinacas no sean el enemigo público número uno de sus pequeños. Y es que, encontrar la llave que abra la boca de los críos frente a una cucharada de puré de verdura, a veces parece misión imposible.

Los especialistas nos dan consejos para que una dieta infantil sea más verde:

1. Predique con el ejemplo. "Antes de nada, es fundamental que aquellas personas con las que el niño comparte los espacios y tiempos para comer, consuman habitualmente verduras", señala María José Buj Pereda, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de Universitat Oberta de Catalunya. "La compañía y el ambiente emocional son factores que pueden predisponer a su aceptación o rechazo. Es aconsejable que el niño, excepto cuando aún es un bebé, no coma antes o después de los adultos, sino con ellos. Y si un adulto muestra su esfuerzo o curiosidad por ingerir alimentos diferentes, facilitará que el niño adopte esa misma actitud", añade.

2. Varíe y adorne la comida. A nadie le gusta repetir la comida muy a menudo (a los niños tampoco). Y encima, si su aspecto no acompaña, la cosa se agrava. La psicóloga, autora de La educación emocional en el aula (Horsori, 2014), aconseja que nos ocupemos de su presentación. "El grado de atracción y apetencia de las verduras dependerá de cómo las cocinemos y las enseñamos", asegura la psicóloga infantil.

Recetas para ‘engañar’ a sus hijos

Aunque no le podemos garantizar un 100% de éxito, ni que su hijo le pida un plato de acelgas para celebrar su cumpleaños, estas medidas apuntadas por la nutricionista Laura Pire, son una buena forma de firmar una tregua y acabar (o casi) con las discusiones diarias para que coma verduras. Partiendo de tres alimentos que les suelen entrar mejor, según la nutricionista, –calabacín, brócoli y setas–, ponemos a trabajar la vista y el sabor.

Calabacín entre las patatas. Corte el calabacín en rodajas muy finas y mézclelas con patatas cortadas del mismo modo. El niño lo tendrá complicado para diferenciar unas de otras, tanto por su sabor dulce como por su textura crujiente.

Salsa de tomate (hecha con brócoli). Prepare una salsa que tenga la base de tomate añadiendo brócoli muy bien pochado. Es importante que lo aplaste bien para que no queden tropiezos y el niño descubra la trampa. A ellos les encanta su sabor y no son conscientes de la presencia del brócoli.

Setas que parecen escalopines. Lo ideal es rebozar las setas y tratarlas como si fueran escalopines. Procure que queden tostadas por fuera y que estén bien hechas por dentro.

3. Mejor los sabores dulce y ácido. Entre la frase "... porque yo lo digo" y dejarle que coma solo lo que le viene en gana hay todo un abanico de posibilidades con un factor en común: "Respetar las preferencias del niño", aconseja la especialista. "Los niños, en torno a los dos años, suelen mostrar sus gustos sobre la comida. Y del mismo modo que los adultos somos selectivos con aquellos platos que no nos gustan demasiado, los menores también tienen derecho a serlo", dice. Sin embargo, unas verduras son más fáciles de incluir en un menú infantil. ¿Cuáles? La nutricionista Laura Pire señala las zanahorias, el brócoli, las setas, el tomate y el calabacín. Esto se debe a que no aportan sabores amargos o extraños. "No es habitual encontrarse con niños a los que les guste el amargor de las acelgas o ese gusto extraño como anisado de las alcachofas. Hay que buscar sabores con regusto conocido, y mejor que tire a dulce o a ácido, como el tomate", apunta Pire.

4. El tamaño del plato importa. En cuanto a administrar las cantidades, tenemos dos opciones: o bien variamos el volumen del alimento o jugamos con el tamaño del plato. “Un niño no dispone de la misma capacidad que tiene un adulto para procesar grandes cantidades de comida y los niños suelen agobiarse y sentir rechazo si perciben exceso", observa la psicóloga, quien sugiere darle la posibilidad de escoger un plato pequeño, aunque tenga la misma cantidad que uno grande. En cuanto al tiempo que tiene que dedicar a comer, "no es recomendable que sea el doble que emplea un adulto", opina la psicóloga. Aprémiele.

5. No imponer, sino razonar. "Dependiendo de la edad del niño sería positivo facilitarle algunas explicaciones breves acerca de los beneficios e inconvenientes de comer verdura con asiduidad", asegura Buj. Y conviene que estos argumentos vengan de “alguien que pueda representar un buen ejemplo para el pequeño". ¿Y de postre? Una felicitación: “Si queremos inculcar a los niños buenos hábitos alimentarios, el refuerzo positivo como felicitarle por lo bien que ha comido siempre es un buen recurso". Y, si le parece tacaño, pruebe con su postre favorito.

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