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La nueva diva de Corea del Sur es sevillana

Lucy Paradise tiene 20 años y ha conquistado el país asiático con sus canciones de K-Pop. Empezó colgando sus vídeos en Youtube y ahora saca disco con una multinacional

Isabel Valdés
La cantante de k-pop, Lucy Paradise.
La cantante de k-pop, Lucy Paradise. Félix Valiente

En una brevísima descripción podría decirse que Lucía Quintero Vázquez, Lucy Paradise, es una sevillana de 20 años que un día, por culpa de un canal alemán que recogía la parabólica de su casa, se enamoró de la música del grupo alemán Tokio Hotel, de la cultura coreana y del estilo K-Pop. Un género musical del país asiático que durante los últimos cuatro años ha crecido hasta convertirse en un monstruo que arrastra y genera millones de admiradores en todo el mundo, millones de wons surcoreanos, euros, dólares y cualquier otra moneda que manejen sus seguidores. En 2014, los tres sellos más importantes del país dedicados al género (SM Entertainment, YG Entertainment y JYP Entertainment), registraron ganancias récord.

Lucía Quintero no sabía que encaminaba su vida hacia una industria que crecía vertiginosamente —los ingresos medios de los cantantes de K-Pop aumentaron un 72,2% entre 2010 y 2013, de 21 a 37 millones de euros—, aunque en España el estilo musical aún no ha terminado de cuajar y no existen cifras relacionadas con él. Ella solo quería hacer lo mismo que había visto en aquel concierto televisado. Y en cierto modo, lo ha conseguido.

Canta, baila y toca la guitarra eléctrica. Fue una de las nominadas como artista revelación de Los 40 Principales en 2014; sus vídeos en YouTube tienen miles de visitas —algunos superan las 300.000—; Corea del Sur se ha rendido a su desparpajo y la multinacional Warner Music decidió, en 2013, que no se les podía escapar la única española que destaca en un género internacional que lleva más de una década expandiéndose y al que España se engancha tarde.

El último vídeo que Lucy Paradise ha subido a su canal oficial, una cover de la canción Call me maybe.

Sentada hoy en una terraza de Malasaña, cuando a eso de las diez el barrio madrileño aún no ha terminado de desperezarse, Lucía Quintero Vázquez entorna una mueca de fastidio con la que guiña los ojos y tuerce los labios. La ausencia de batido de chocolate ha provocado el gesto. Lucía no quiere Cola Cao. Piensa durante unos segundos y se decide por un zumo de piña. “Por favor”, sonríe mirando hacia arriba a la camarera. Para ella parece ser media tarde; desprende el brío de quien está viviendo el momento perfecto. El segundo nombre de su seudónimo podría haber sido un anticipo de este instante: el paraíso.

La primera hija de Quintero, ingeniero informático y Vázquez, profesora en un colegio Salesiano, nació el 29 de enero de 1995 en Sevilla. Cuando empezó a sujetar el peso de su propio cuerpo, se aficionó al Canal 2 Andalucía. “Mucho anime japonés, mucho. Veía los Teletubbies y Sailor Moon”, dice hoy cabeceando mientras da pequeños sorbos al zumo de piña y, de vez en cuando, se atusa el pelo; una larga y oscura melena en dos capas casi arquitectónicas coronadas por un flequillo levemente despeinado.

Lucía Quintero Vázquez se mudó desde Sevilla a Madrid en 2013 para empezar Relaciones Internacionales en la universidad; al año siguiente se cambió a Comunicación Audiovisual.
Lucía Quintero Vázquez se mudó desde Sevilla a Madrid en 2013 para empezar Relaciones Internacionales en la universidad; al año siguiente se cambió a Comunicación Audiovisual.Félix Valiente

Todo lo que la envuelve está medido al milímetro, al hilo del gigante empresarial que hay detrás. Un sector que se ha convertido en uno de los pilares de la Ola coreana, que extiende la cultura del país desde finales de los 90, y en el que sus tres principales bandas, Super Junior, Girls' Generation y Big Bang, facturaron en el primer semestre del pasado año 24,6, 24 y 23,3 millones de euros respectivamente, según The Korea Herald. Mucho dinero como contrapartida a un número brutal de horas de ensayo y perfeccionamiento. Disciplina y entrenamiento que, fuera del ámbito, se acerca a lo militar. Para lo que en Corea del Sur se hace, casi, un adiestramiento, en Lucía Quintero bulle de forma natural y lo saca con un desparpajo digno del tópico andaluz. “Pero es ahora, porque cuando era chica, iba siempre pegada a mi madre. Me portaba bien de más, era muy tímida y siempre obediente”.

Cambiaron mucho la ruta que recorría con la mochila al hombro, siempre con los deberes hechos —a pesar de pasar horas frente al ordenador—, y los nombres de los compañeros de pupitre. Conserva un grupo de amigos que la acompañaron durante ese primer tramo de su vida. “Los de Castilleja de la Cuesta, donde vivo”. Castilleja está a cinco kilómetros de Sevilla, una distancia más que asequible para una adolescente que empezaba a usar máscara de pestañas y lápiz de ojos de un negro profundo para empezar a salir, con 12 años, por el centro de Sevilla y la ribera del Guadalquivir. 

Fue aquel año, 2007, cuando vio el concierto de Tokio Hotel: “Todo fue muy seguido. Me convertí en fan, quise una guitarra, me la regalaron y empecé a aprender por mi cuenta”. Poco después se apuntó a una escuela de rock donde confirmó que aquel punteo de cuerdas era lo que la hacía feliz. Allí, a la misma vez que hacía atletismo, gimnasia rítmica y aprendía hip hop, conoció gente con la que encajaba sin problemas: “Hacíamos covers de canciones, componíamos...era otro rollo”. Sus propios deseos fueron acoplando su vida.

EOI, Everything Is Okay, es uno de los singles de Lucy Paradise, que también da nombre al disco, que sale el próximo 21 de abril.

Lo que al principio eran solo acordes fue expandiéndose. Empezó a bailar coreografías japonesas, se inscribía en concursos, y los salones de manga empezaron a ser un hábitat natural y de repente, en uno de esos pases de vídeo a vídeo de YouTube, descubrió las coreografías del pop coreano. No pasaron muchas semanas hasta que empezó a bucear durante horas en la cultura del país asiático. “Cine, series, televisión, dibujos animados, la música… e incluso el idioma. Acabé aprendiendo coreano por mi cuenta, en Internet. Y esa gente con la que he aprendido el idioma son mis amigos ahora y con los que pasé dos semanas el verano pasado en Seúl”.

El dúo de baile japonés ParaPara que montó con un amigo se llamó Hello Paradise, cuando actuaban por separado él se quedaba con el Hello y ella con el Paradise. Ahora, en una cafetería de la calle de Espíritu Santo, no logra recordar ningún instante en el que creyera que llegaría hasta aquí. “Quieres, siempre quieres y lo sueñas y eso. Pero no lo ves como real. Y sin embargo lo está siendo”. Toda la culpa la ha tenido ella. Ella y el botón de grabar de una cámara digital. Su madre y su hermana empezaron grabando sus primeras coreografías en la calle. "Me di cuenta de que cada vez subían más las visitas y me podían ver en cualquier parte”. De una “cámara mala”, como ella la denomina, pasó a un réflex, con la que sigue grabando.

Uno de los museos con piezas de ilusiones ópticas que Lucy Paradise visitó el pasado verano durante su viaje a Corea del Sur.
Uno de los museos con piezas de ilusiones ópticas que Lucy Paradise visitó el pasado verano durante su viaje a Corea del Sur.Álbum personal de Lucy Paradise

YouTube, al que entró como Lucyisinwonderland, le tendió una pequeña alfombra roja que ahora sigue desenrollándose en su canal oficial. Un tifón que se desató en una clase de canto: “Un día faltó el cantante habitual y me ofrecí para sustituirlo. Me di cuenta de que me gustaba, que me sentía bien haciéndolo”. Su voz empezó a escucharse por salas y bares de Sevilla. Y un día, en un concurso, el productor sevillano Juan Manuel Mantecón estaba entre el público mientras ella cantaba en coreano. “Habló conmigo, y con mis padres. Me dijo que el rollo era diferente, que le había gustado”. Lucía Quintero tenía 16 años. Mantecón imaginó y pintó sobre partitura la música de Bad Girl y Everything Is Okay. Y con esta última como única pista de un cd, la ahora estudiante de comunicación audiovisual se presentó a los periodistas del Hoy por Hoy Sevilla de la Cadena SER mientras emitían un programa desde su instituto.

Poco tiempo después sonó el teléfono. Era el director de Los 40 Principales: “Aunque mi madre insistía en que mis amigos de clase me estaban tomando el pelo. Al día siguiente busqué un mánager, que sigue siéndolo hoy, y después de unos cuantos cafés con mis padres y algunas reuniones, acabé en Warner”. Fue en mayo de 2013. Ella resopla: “No puedo creerme que haga ya dos años”. Y apura el zumo de piña reticente a creer que el tiempo pueda pasar tan deprisa.

Bad Girl empezó a sonar en la radio en julio del pasado año. “Y todo empezó a dispararse”, asegura mientras su mano se mueve como un cohete. La canción entró en la lista de Los 40 Principales; comenzó a rodar por fiestas y festivales y el público coreaba el estribillo de uno de los temas de su disco Everything Is OK que saldrá en los próximos meses, aunque el cuándo, sigue siendo un secreto. Lucía Quintero Vázquez, adicta al chocolate, al ramen y a las tarteras de su madre, ya era Lucy Paradise, embajadora del K-Pop y la cultura coreana en España. Cantante, compositora, bailarina, youtuber. Música.

El videoclip de Bad Girl es el vídeo más visto de su canal, supera las 366.000 reproducciones.

"Cuando era pequeña organizaba conciertos para mis peluches con un reproductor con micrófono. Cantaba canciones de Los Pitufos y después, me aplaudía a mí misma". Sus muñecos siguen sobre su cama, pero han dejado de ser su único público: más de 3.000 seguidores en Twitter, casi 1.600 en su página de Facebook y cientos de miles de visitas en su canal de YouTube. Aunque lejos todavía de los números que se mueven en Asia, ha empezado su ascenso.

Está ilusionada, sí, pero su única pretensión, ahora, es divertirse. No le da vértigo ser la cara española más conocida dentro de una industria a la que el Banco de Corea atribuyó el rápido aumento de sus exportaciones culturales en 2013; que el pasado año tuvo que aprobar una ley para garantizar el derecho al aprendizaje, el descanso y el sueño de sus ídolos —casi siempre menores de edad—; y que multiplica sus tentáculos hasta el cine, la televisión y la publicidad. "Yo solo quiero pasármelo bien, y que la gente que me escucha lo pase bien conmigo. Disfrutar". Sonríe mientras se abrocha un abrigo de capa negro con lunares blancos. Sonríe mientras se despide. Y sonríe mientras se va.

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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