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Tribuna
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La mujer en la India, entre la adversidad y la esperanza

La población femenina carece de lo esencial para el desarrollo de una vida plenamente humana

Vivo en la India desde hace 50 años. Muchas cosas han evolucionado en positivo desde aquel tiempo. Sin embargo, y pese a algunos avances, la globalización no ha impedido que la India permanezca como uno de los lugares más peligrosos para la salud de las mujeres y las niñas. No sólo por la falta de saneamiento del país y la calidad del aire, que se encuentran entre los peores del mundo, sino porque la India es una sociedad donde las mujeres carecen de lo esencial para el desarrollo de una vida plenamente humana. Están peor alimentadas que los hombres, tienen un nivel inferior de salud, son más vulnerables a la violencia física y sexual, su acceso a la educación es más complicado y no disfrutan de los mismos derechos y libertades.

Las mujeres representan el 48% de la población de la India, unos 672 millones, según el último censo de 2011. La mitad están en riesgo de exclusión y más de 175 millones son analfabetas. El aborto selectivo ha impedido el nacimiento de 10 millones de niñas en los últimos 20 años y cada hora muere una mujer por causas vinculadas a la dote. La situación de desigualdad, pobreza y falta de oportunidades hace que la India sea uno de los países con mayor índice de suicidios de todo el mundo, con 21 casos por cada 100.000 habitantes. Estas cifras son aún más dramáticas en el caso de las mujeres: el suicidio es la principal causa de muerte entre las mujeres de menos de 50 años, según Global Burden Diseases. En pleno siglo XXI, todo intento de mejorar la calidad de vida de las mujeres se enfrenta con retos difíciles de superar. Sin embargo, los más de 30 años impulsando el empoderamiento y el liderazgo de las mujeres en Andhra Pradesh nos da motivos para la esperanza.

Todo intento de mejorar la calidad de vida de las mujeres se enfrenta con retos difíciles de superar
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Durante 2014 la Fundación Vicente Ferrer (FVF) atendió 371 casos de intento de suicidio. El 60% de ellos, mujeres. En su mayoría, las presiones por la dote fueron el detonante. La tradición local de la dote está detrás de prácticamente todos los casos de intento de suicidio de las mujeres rurales. En el Hospital de Bathalapalli tratamos de media 35 casos mensuales. La mayoría son mujeres entre 28 y 35 años. Gracias a la atención médica y apoyo psicológico en nuestros hospitales la mayoría de las víctimas de estos intentos de suicidio sobreviven.

Hasta ahora la India era uno de los pocos países que penalizaba el suicido con multas y penas de hasta un año de cárcel. El ministro del Interior, Haribhai Parathibhai Chaudhary, anunció el pasado 10 de diciembre la supresión del artículo 309 del Código Penal que consideraba este acto un delito.

No puedo entender mi trabajo de otra forma que como un servicio a la India. Representa, igual que representó para Vicente Ferrer, estar al servicio de millones de personas que sufren pero que a la vez tratan de transformar sus vidas y la de sus familias. Significa luchar por el fin de la pobreza, de la ignorancia, de la enfermedad y de la desigualdad de oportunidades. Es posible que esta situación a veces nos supere, pero mientras haya sufrimiento nuestro trabajo no habrá terminado. Soy testigo de que toda esta realidad que viven las mujeres en la India rural donde trabajamos, en Andhra Pradesh, se revierte cuando ofrecemos educación, autoempleo a través de micronegocios –un préstamo para comprar una búfala, una máquina de coser o para montar un pequeño quiosco– y se hacen conscientes de sus derechos. Considero que estos sueños no lo son sólo para la India, sino también para todas las mujeres en el mundo, porque todas las naciones y todas las personas se encuentran hoy entrelazadas de manera muy estrecha como para que cualquiera de ellas se imagine que pueda vivir separada. Como decía Vicente Ferrer, "no solo hay tristeza y sufrimiento en este mundo, hay también esperanza y felicidad". 

Anna Ferrer es presidenta de la Fundación Vicente Ferrer.

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