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Tribuna
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Después de Veracruz

Hay que vencer el escepticismo sobre los objetivos de las cumbres iberoamericanas

Rebeca Grynspan Mayufis

Ha concluido esta semana la XXIV Cumbre Iberoamericana de Veracruz con la asistencia de todos los países, 20 de los 22 a nivel de jefes de Estado y de Gobierno y de vicepresidentes.

La cumbre ha estado marcada por la voluntad de revitalizar el espacio iberoamericano, centrada en resultados concretos para los ciudadanos iberoamericanos y con una apuesta clara por la educación, la cultura y la innovación.

Desde la primera cumbre en 1991 mucho ha cambiado en Latinoamérica. Estos 23 años nos dan hoy una región muy distinta, que demanda mayor horizontalidad en las relaciones con la Península Ibérica. Desde entonces, América Latina ha cuadruplicado su PIB, bajado la pobreza en casi 60 millones de personas y, si bien los índices de desigualdad están lejos de lo deseable, es la única región del mundo que ha bajado la desigualdad en las últimas dos décadas.

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Iberoamérica hoy cuenta con más de 150 millones de jóvenes entre 15 y 29 años; un 25% de la población. Es la generación mejor preparada que hayamos tenido nunca, donde 70% de los universitarios son primera generación de su familia que accede a la educación superior. Estos jóvenes esperan y demandan mejores trabajos que sus padres, mejores Gobiernos y espacios de participación política y social. Ahora la región está a prueba ante la desaceleración del crecimiento. Por eso, y para seguir creciendo con equidad, debe entrar con paso firme y acelerado a la sociedad del conocimiento, con un modelo económico más vinculado a las capacidades y competencias de hoy, y una clara apuesta por la inversión en ciencia, tecnología e innovación.

Por esto ha apostado la Cumbre de Veracruz por los temas de educación, cultura e innovación. Esto no es un tema menor: los países de la región no pueden (y no deben) competir por salarios bajos en la economía internacional. Su nivel de desarrollo relativo, y las demandas de su población, requieren una nueva generación de políticas que permitan que las fuentes del crecimiento provengan de más productividad y menos desigualdad. Esto requerirá cerrar los déficits en infraestructura y logística, atención a las Pymes, pero sobre todo más inversión en la nueva forma de capital del Siglo XXI: las ideas. Es esto cierto para todos los países Iberoamericanos —también para España, Portugal y Andorra—.

Para  seguir creciendo con equidad,  es necesario entrar con paso firme en la sociedad del conocimiento

Hemos celebrado multitud de foros previos de análisis y discusión para preparar los acuerdos de Veracruz, un paso necesario para lograr una coalición de actores y fuerzas que los haga posibles. Cabe destacar el foro empresarial, el foro parlamentario y el foro cívico, al igual que las reuniones de Ministros de Educación, Cultura, Trabajo, Salud, Ciencia y Tecnología y Juventud.

En la cumbre se ha aprobado una alianza por la movilidad académica de estudiantes, profesores e investigadores que sentará las bases de lo que se ha dado en llamar un Erasmus latinoamericano y que tiene la ambiciosa aspiración de llegar a 200.000 movilidades en cinco años. Se crea el Programa Paulo Freire para la movilidad de estudiantes y profesores de educación y pedagogía, y una plataforma para los investigadores. Además, se lanza una plataforma de prácticas laborales con el sector privado iberoamericano. Hemos aprobado el programa i para combatir el analfabetismo y el rezago escolar para el 2015-2021 y la creación y lanzamiento de un Canal Satelital Iberoamericano y de una ambiciosa agenda cultural digital, clave para poder apoyar a las industrias culturales. Y, por último, se ha aprobado el Programa Iberoamericano de la Juventud. Finalmente, hemos acordado nuevas cuotas, una claro mecanismo de mayor coordinación entre todos los organismos iberoamericanos y una descentralización que potencia las oficinas de la Secretaría General Iberoamericana en Latinoamérica.

Estoy convencida que lo acordado en Veracruz permitirá que este espacio iberoamericano pase a ser, no una reunión de dos bloques, sino una comunidad de 22 países con relaciones más horizontales y acciones más eficaces que harán realidad este ambicioso plan.

Tenemos dos años para construir la nueva cumbre y poner en marcha los proyectos que hemos prometido para que nuestras acciones sean valoradas por los presidentes pero también por los ciudadanos y las empresas que son los que han construido este espacio “de abajo para arriba”. En mis primeras palabras como secretaria general Iberoamericana ante los 22 jefes de Estado y de Gobierno y vicepresidentes congregados en Veracruz abogué por una comunidad y una ciudadanía Iberoamericana, reconociendo la pluralidad y diversidad de los países que la componen.

Estoy convencida de que esto vale la pena. También sé que tendremos que vencer el escepticismo, las preconcepciones sobre las cumbres y sobre cuáles deberían ser sus objetivos. Se requerirá un trabajo constante y perseverante, no caer en la tentación del facilismo y sobre todo conquistar voluntades para forjar las alianzas que nos lleven a profundizar un espacio único y una realidad que por siglos le ha servido bien a los ciudadanos a los dos lados del Atlántico.

Ese es el futuro iberoamericano en el que creo. Les invito a ustedes a que lo hagan también.

Rebeca Grynspan es secretaria general Iberoamericana.

 

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