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“Pido respeto para nuestras familias”

Siete jóvenes de la organización United We Dream, de apoyo a indocumentados en EEUU, explican qué sueños tienen, y por qué luchan por ellos

Siete jóvenes de la organización United We Dream en EEUU explican qué sueños tienen, y cuáles son sus motivaciones. 

“Hay muchos como yo en este país”

Ana Nance

Felipe Sousa Rodríguez, 28 años, brasileño

Natural de Río de Janeiro, llegó con 14 años a Florida. Su familia, muy pobre, sólo podía costear un billete de avión. En Miami se instaló con una hermana mayor que había viajado a EE UU años antes. Pese a sus buenas calificaciones, en 2006 descubrió que su condición de indocumentado le impedía matricularse en la universidad. En su primera manifestación por los derechos de los sin papeles se identificó como gay y como indocumentado. Junto a otros como él, comenzó a crear una red en todo el Estado. A partir de ahí se implicó con United We Dream. Una beca para chicos con pocos recursos le permitió estudiar Política Internacional y Economía en un centro público. El movimiento dreamer salvó su vida cuando se le cerraron las puertas.

Su sueño: “Quiero tener paz y que la gente como yo, mi comunidad, no tenga miedo. Por desgracia, hay muchos Felipes en este país”.

“Deseo contar mi historia a todo el mundo”

Hareth Andrade, 21 años, boliviana

Ana Nance

Llegó a Estados Unidos con ocho años. Se instaló en Maryland con una tía a la espera de que llegaran sus padres. Descubrió su condición de sin papeles cuando intentó matricularse en la universidad. Allí fundó el primer grupo de dreamers del Estado, Dream Project, que se integró en United We Dream. Estudia Relaciones Internacionales en la Universidad de Nueva York (CUNY) gracias al programa DACA. Hareth se convirtió en un icono cuando en 2012 detuvieron a su padre, Mario Andrade. En una reunión de sindicatos (AFL-CIO) logró que 2.000 delegados se pusieran en pie para reclamar que su padre no fuera expulsado. Allí pronunció en inglés America, un poema que recorrió medio mundo por YouTube. La deportación fue rechazada. Sus padres continúan sin papeles.

Su sueño: “Poder contar mi historia a todo el mundo. Hablar de la gente que no tiene papeles a través del cine. Mi sueño es ser aceptada en un lugar que llamo mi casa”.

“Me gustaría ser embajador de EE UU”

Juan Sebastián Velázquez, 26 años, colombiano

Ana Nance

Nació en Cali, se crio en Medellín y vive en Washington DC. Llegó a Miami con 14 años, con sus padres y una hermana. Intentaron arreglar sus papeles con una petición de asilo como víctimas de la violencia en Colombia, pero fue rechazada. Tras un periodo en Houston (Texas), la familia regresó a Miami. Logró una beca para ingresar en Georgetown. Sus padres fueron detenidos y deportados cuando cursaba su primer semestre, hace siete años. Estudió Política Internacional. Trabaja para el Instituto Nacional de Latinas para la Salud Reproductiva. En United We Dream representa al Queer Undocumented Inmigrant Project, que defiende los derechos de lesbianas, homosexuales, bisexuales o transgénero indocumentados (se calcula que son unos 267.000). Sigue sin papeles.

Su sueño: “Reunir a mi familia, a la que echo mucho de menos. Traerlos a Estados Unidos y poder desarrollar mi carrera. Me gustaría ser embajador de este país”.

“Pido respeto para nuestras familias”

Julieta Garibay, 34 años, mexicana

Ana Nance

 Nacida en Ciudad de México, llegó a Austin (Texas) con su madre y su hermana a los 12 años. Tras graduarse y constatar que su condición de indocumentada le impedía acceder a la universidad, regresó a México. Sólo aguantó año y medio. “Me dijeron que estaba muy americanizada, que no hablaba bien español”. Tras trabajar como camarera, un programa educativo exclusivo de Texas le permitió acceder a una universidad pública. Estudió para enfermera, pero nunca ejerció. En 2005, en pleno proceso de discusión de la frustrada Dream Act, que debía amparar a todos los estudiantes indocumentados del país, Julieta decidió pasar a la acción. Junto con Cristina Jiménez, comenzó a levantar United We Dream. Su madre ya ha regularizado su situación. Ella también consiguió sus papeles, 21 años después, pero como víctima de la violencia doméstica.

Su sueño: “Que haya respeto y dignidad para nuestras familias”.

“Ojalá que mi mamá pueda viajar a Perú”

Lorella Praeli, 26 años, peruana

Ana Nance

Responsable de acción política y relaciones con el Gobierno Federal y el Congreso de United We Dream. Llegó a EE UU con 10 años, en teoría para recibir atención médica por un accidente de tráfico que le costó una pierna a la edad de dos años. En la escuela secundaria y el Bachillerato en Connecticut ninguno de sus compañeros hablaba español. Descubrió su condición de indocumentada cuando quiso ir a la universidad y le pidieron su número de la Seguridad Social. Logró estudiar en la Quinnipiac University, un centro privado, gracias a una beca. Fue la primera estudiante sin papeles del centro. En 2009 empezó a colaborar con United We Dream. La organización le ayudó a salir de un bache tras otro accidente de tráfico. En la actualidad tiene sus papeles en regla gracias a su matrimonio con un estadounidense. Su madre sigue sin papeles.

Su sueño: “Ojalá que mi mamá pueda viajar a Perú sin miedo a no regresar. Quiere cuidar de mi abuelo. Quiere poder viajar con documentos para volver. Mi sueño es que los inmigrantes puedan vivir con dignidad, con respeto y sin miedo”.

“Quiero vivir sin miedo”

 Cristina Jiménez, 30 años, ecuatoriana

Ana Nance

Directora ejecutiva de la organización United We Dream. Llegó a EE UU a la edad de 14 años con sus padres y un hermano. Utilizaron visado de turistas. Se instalaron en Queens (Nueva York). Se graduó cum laude en Ciencias Políticas y Negocios en el Queens College de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY), una institución pública. Por su condición de indocumentada comenzó a organizar a jóvenes como ella. En 2004 fundó el primer colectivo de estudiantes sin papeles de la ciudad, el New York State Youth Leadership Council, germen de lo que en 2008 sería United We Dream. Sus padres siguen sin documentos. Cristina consiguió el permiso de residencia después de que su pareja recibiera una paliza, lo que les permitió acogerse a un visado como víctimas de la delincuencia organizada.

Su sueño: “Vivir sin miedo a que me llame mi mamá o mi papá y me digan que los han detenido. Ellos nunca han salido de Nueva York por miedo a ser deportados. Queremos vivir tranquilos en lo que consideramos nuestra casa”.

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