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Se alquila palacio real por problemas económicos

Alberto de Bélgica, monarca en el trono hasta el año pasado, alega dificultades financieras para mantener el castillo de Fenffe

La familia real belga: los actuales reyes, con sus hijos los predecesores en el cargo y la reina Fabiola
La familia real belga: los actuales reyes, con sus hijos los predecesores en el cargo y la reina FabiolaCORDON

Las estrecheces económicas alcanzan a Alberto II de Bélgica. La renuncia al trono de quien fuera rey de los belgas hasta julio de 2013, ha mermado hasta tal punto sus emolumentos —pasaron de casi 12 millones de euros cuando estaba en el trono a poco más de 900.000 en 2014— que el exjefe de Estado se ha visto forzado a poner en alquiler una de sus residencias más preciadas: el castillo de Fenffe. Los elevados costes de mantenimiento —al menos eso ha trascendido públicamente— son la razón esgrimida por Alberto para poner arrendar la propiedad, de titularidad pública pero de uso exclusivo del rey y su esposa, Paola de Bélgica. Antes de tomar esta decisión, quien fuese comandante jefe del Ejército belga ya se había quejado amargamente por la caída en sus retribuciones.

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Situada a un paso de las Ardenas, uno de los enclaves naturales más espectaculares del país, la finca ocupa 16 hectáreas y el edificio principal algo más de 450 metros cuadrados. Alberto y Paola decidieron restaurarla en 1967, tras un incendio que calcinó buena parte del inmueble, y la mantuvieron como segunda residencia hasta la abdicación de Alberto en su hijo Felipe, en julio del año pasado. El castillo de Fenffe tiene, además, un importante valor emocional para el matrimonio y para el actual rey de Bélgica: allí celebraron, entre otros eventos sociales, el decimoctavo cumpleaños de Felipe.

A finales del año pasado y habida cuenta del recorte en su partida de ingresos, tras una airada queja por sus dificultades para hacer frente a todos su gastos, Alberto y Paola comunicaron al consejo encargado de la administración de las propiedades reales que no harían uso del castillo y fue este órgano quien tomó la decisión de alquilarlo. La familia real matiza, no obstante, que el castillo —que sigue sin ser alquilado— no figura en ninguna agencia de arrendamiento de propiedades de alto nivel y que los interesados en hacerse con él deben ponerse directamente en contacto con los gestores del patrimonio real.

El ajuste en el cinturón aparejado al cambio de cromos en la jefatura del Estado belga no solo ha afectado a Alberto y a Paola. La reina Fabiola, de origen español y viuda de Balduino, tuvo que despedir a principios de año a 25 personas de su servicio por la reducción en sus emolumentos con la reorganización jerárquica de la realeza belga. Sus fondos anuales pasaron 1.440.000 a menos de medio millón de euros, un recorte drástico que forzosamente se ha dejado sentir en el tren de vida de quien fuera reina consorte durante más de tres décadas.

Más allá de la reorganización lógica del presupuesto tras el relevo en el trono, todos los componentes de la monarquía belga se enfrentan a una reducción adicional del 2% anual anunciada por el nuevo Gobierno conservador belga, que se suma a una merma del 10% en los años 2009, 2010 y 2011. Pese a este severo recorte, la familia real belga aún puede darse por satisfecha por mantener un privilegio inexistente en el resto de grandes monarquías europeas: la exoneración fiscal total de todas sus propiedades inmobiliarias.

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