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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Contundente BCE

Aunque tarde, el Banco Central Europeo hace bien en tomar medidas para atacar la recesión

El BCE ha pasado de la retórica a la acción. Las decisiones adoptadas ayer por su Consejo de Gobierno son consecuentes con los diagnósticos sobre la situación económica y financiera de la eurozona, y con la inquietud que su presidente transmitió hace apenas dos semanas en el foro de bancos centrales de Jackson Hole. Ha hecho falta que la recesión amenazara de nuevo a las tres mayores economías de la eurozona y la tasa de inflación cayera al 0,3% para que esa institución asumiera de forma explícita la necesidad de estimular la demanda agregada. Y ha hecho bien en seguir la pauta marcada hace tiempo por los bancos centrales de Estados Unidos, Reino Unido o Japón.

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El BCE ha actuado en los dos frentes posibles. El del precio del dinero, reduciendo el principal tipo de interés de referencia (el tipo repo), desde el 0,15% al 0,05%; y haciendo lo propio con la remuneración de los depósitos que los bancos sitúan en el BCE, penalizándolos aún más, desde el -0,1% al -0,2%: cobrando, en lugar de pagar por ellos. Pero junto a esas señales disuasorias del mantenimiento del dinero embalsado, se ha concretado la más relevante decisión de estímulos cuantitativos, en las cantidades de dinero, mediante la compra de diversos tipos de activos financieros. A partir de octubre, el BCE iniciará la adquisición de una amplia gama de títulos representativos de activos bancarios, incluyendo titulizaciones de créditos a los sectores privado y público y bonos garantizados, con el fin de aligerar los balances bancarios y permitir que estos renueven la inversión.

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Aunque tardías, ambas decisiones de política monetaria son necesarias. Ya han tenido un efecto favorable, al propiciar la depreciación adicional del euro frente a las principales divisas, necesaria para fortalecer la competitividad exterior de las empresas de la eurozona y contener parte de las presiones deflacionistas. A partir de ahora los bancos tienen menos incentivos para mantener ociosa la liquidez, penalizando la excesiva aversión al riesgo. Dinero abundante, tipos de interés bajos y escasa rentabilidad de las nuevas emisiones de deuda publica deberían igualmente favorecer la inversión empresarial y el aumento del consumo, con sus efectos sobre la caída de la inflación.

El BCE no ha decepcionado. Intenta atacar el estancado crecimiento económico del conjunto de la eurozona, el acercamiento a la frontera de la deflación y la evidencia de que el crédito no fluye. Pero al igual que ha ocurrido en el pasado, las decisiones tomadas pueden no ser suficientes para que la demanda agregada cubra el exceso de oferta del conjunto de la economía de la eurozona. Por eso es igualmente necesario que los Gobiernos con finanzas públicas saneadas —y el alemán de forma destacada— intensifiquen la inversión y respalden la flexibilización temporal de las necesarias exigencias de saneamiento de las finanzas públicas en el conjunto de la eurozona.

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