Abrazos guardados
Argentina, conmovida ante el encuentro entre la abuela y su nieto secuestrado hace 36 años
Ellos, nuestros nietos, “nos encontrarán”, había dicho Estela de Carlotto, la presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, asociación que lleva décadas tratando de localizar a sus nietos, nacidos en situación de cautividad de sus madres y secuestrados por la dictadura militar argentina (1976-1983). Así ha ocurrido con su propio nieto, un músico de 36 años criado por una familia campesina de Olavarría, al sur de Buenos Aires, que hace unas pocas semanas decidió someterse a la prueba del ADN tras acudir a la sede de las Abuelas para comunicar sus dudas sobre su identidad.
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Tras conocer la noticia, el martes día 5, la presidenta de la Asociación declaró que no quería presionar a su nieto y que solo cuando él lo considerase oportuno se fundirían en un abrazo. Ese abrazo se produjo en la tarde del miercoles en un lugar que no ha sido revelado de la ciudad de La Plata y en privado, según un comunicado de la Asociación. Un abrazo largamente guardado, aplazado, esperado; y en privado, porque siempre ha sido un principio de la institución preservar la intimidad de los nietos para favorecer su adaptación a su recobrada identidad. Pero una vez conocida la noticia no han tardado en aparecer fotos del encuentro.
El nieto de Estela de Carlotto, a quien la familia llama Guido porque ese era el nombre que le dió su madre antes de ser asesinada dos meses después de dar a luz, ha crecido llamándose Ignacio Hurban, hijo de un trabajador del campo de nombre Clemente y su mujer Juana, sin relación con la dictadura. El nieto es músico y profesor del conservatortio de Olavarría. La prueba del ADN ha revelado también que su padre biológico fue Oscar Montoya, igualmente asesinado por la dictadura.
Asimilar esos cambios requiere tiempo. De los 500 niños que se calcula fueron robados por los militares y policías de la dictadura se han identificado y rescatado 114, pero no todos han repudiado a quienes les adoptaron ocultándoles su identidad verdadera. Esas cifras dan la razón a la perseverancia de las abuelas.
En abril del año pasado su presidenta visitó al papa Francisco para entregarle una lista de las personas que tratan de localizar, junto a una carta en la que pedían “a los miembros de la Iglesia Católica” que brinden “la información que tengan sobre su paradero”. Desde que se conoció el caso de Guido, cientos de personas se han dirigido a la asociación ofreciéndose para someterse a la prueba del ADN.
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