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Qué Mueve a... Chân Không

“Cuidar de ti mismo es una revolución”

"No se trataba de rezar a un dios o de conocer a Buda, sino de ser justos con los niños hambrientos", explica esta monja zen vietnamita Discípula directa de Thich Nhat Hanh trabajó en los barrios más desfavorecidos de Saigón. El budismo aplicado la llevó a crear una Escuela de Trabajadores Sociales que hoy sigue entrenando a educadores y sosteniendo una red de guarderías en zonas remotas de Vietnam

Analía Iglesias
Chân Khôn en la meditación pública y marcha por la paz celebrada en la plaza de Oriente de Madrid, con monjes y monjas del monasterio de Plum Village
Chân Khôn en la meditación pública y marcha por la paz celebrada en la plaza de Oriente de Madrid, con monjes y monjas del monasterio de Plum VillageKoldo Aldai

Cuando nos envía las fotos para que ilustremos la crónica de nuestro encuentro, la hermana Chân Không (Saigón, 1938) escribe un posible pie de foto que sintetiza y refuerza lo que nos ha contado sobre su larga misión formando trabajadores sociales y fundando guarderías y centros de atención infantil en las áreas más remotas y desamparadas de Vietnam. "Los padres de los niños que asisten a estas clases en Quang Tri son trabajadores manuales muy pobres de los campos de arroz o cosechadores de café u hojas de té y no pueden cuidar a sus niños. Ellos los traen a las casas que hemos pedido prestadas o a los depósitos libres de insecticidas y fertlizantes o a escuelas seguras que hemos podido construir gracias a los donantes de Occidente. Nos los traen a las 6 de la mañana y se van a trabajar, les damos el almuerzo, juegan y estudian hasta las 4, luego reciben una taza de leche de soja y cantan hasta las 6, cuando sus padres vienen a recogerlos. Nosotros les pagamos a los maestros y a los auxiliares de cocina y de limpieza".

Chân Khôn (tal su nombre monástico) o Cao Ngoc Phuong, según su nombre civil, representa el primer cable a tierra de la comunidad budista Plum Village, discípula directa del maestro zen Thich Nhat Hanh, y su principal interlocutora desde hace más de 50 años en materia de acción social. Chân Không ("verdadera vacuidad", en vietnamita) fue quien, a principios de los años 60, inició con Thich Nhat Hanh el movimiento de renovación del budismo en Vietnam, mientras trabajaba en los barrios de chabolas de Saigón, convencida de que la "iluminación" -o el despertar- le llegaría a cada uno trabajando apasionadamente y haciendo lo que mejor sabe hacer.

"Necesitaba un nuevo budismo, aplicado, porque el budismo de los monjes que cantaban era hermoso pero no estaba en conexión con mi vida diaria. No se trataba de rezar a dios, sino de ser justos.Yo estaba creando una nueva manera de hacer budismo junto a mis niños hambrientos hasta que conocí a Thay ('maestro' en vietnamita) Nhat Hanh", nos dice en un inglés casi susurrado, a poco de llegar a Madrid, donde ha participado de un retiro de "plena consciencia" y de una marcha por la paz, con un grupo de monjes, monjas y practicantes laicos.

Chân Không viene, como mucha gente de Vietnam del Sur, de padres y abuelos ateos: "cuando tenía 14 años, empecé a preguntarme por qué yo tenía algo de comer cuando tenía hambre si tantos niños de mi ciudad no podían.. Para ayudarlos comencé por pedir a los miembros de mi familia que destinaran un puñado de arroz cada vez que ellos cocinaban sus raciones".

“Después me enteré que Buda había sido un príncipe que renunció a todo, que dejó el poder y el bienestar de un rey por la justicia en la sociedad. Si él podía encontrar un camino de felicidad para todos, me dije; entonces, tengo que hacer algo como él", y sonríe relatando aquel acto de candidez que la ha traído lejos.

Juntando arroz de a puñados comenzó su obra social en los barrios más degradados. Pero necesitaba dinero para emprendimientos más ambiciosos y, así, empezó a dar clases particulares de matemáticas a sus compañeros y a pedir un dong por mes a tíos, primos, hermanos y abuelos. "Era cuestión de regar la semilla de la generosidad entre mis parientes que, con esa contribución mensual, se sintieron orgullosos y quisieron convencer a más gente para ayudar", relata.

Para encontrar trabajo a las madres tuvo organizarlas de manera que algunas se quedaran a cuidar a los hijos de todas. Y luego, a inventar oficios, dar microcréditos y cobrarlos de a pequeñas sumas al final de cada jornada, para continuar la cadena del emprendimiento. "Les prestaba pero no les regalaba", comenta y remarca la firmeza del trato.

Ya en la universidad y estudiando ciencias, Chân Không reclutó a más compañeros cristianos, budistas y ateos que comenzaron a trabajar con ella en zonas desfavorecidas, mientras reservaban los domingos para discutir los sutras con el maestro Thich Nhat Hanh. "Leí todos los libros de budismo, pero sin olvidarme de los niños pobres", sostiene. A esos niños pobres, ella y sus compañeros les enseñaban a leer y a escribir y, a falta de escuelas, lo hacían bajo los árboles o, en algún caso, construyendo una gran escuela con paredes de bambú y techo de hojas de coco y materiales que aportaban los padres campesinos, para seguir aprendiendo en días de lluvia.

"Esos primeros alumnos de Thay constituimos la Unión de Estudiantes Budistas. Teníamos talento, estábamos bien entrenados y hacíamos trabajo social. Porque las enseñanzas de Buda son más profundas… puedes usar esos principios para ayudar a la gente pobre a liberarse de iras y sufrimiento y aprender a cuidarse, a levantarse y hacer frente a su situación. Si vuelves a tu respiración, a tu ser, a tu paz, podrás restaurar la mente pacífica, ver más profundamente y la situación se volverá más clara". Entonces explica los rudimentos de la práctica de la plena conciencia o 'mindfulness'.

"Cuidar de ti mismo es una revolución", enfatiza la hermana Chân Không. Y vaya si lo comprendemos.

Por la libertad de conciencia

El primer paso de este camino es saber que "la felicidad no es dinero sino estar libre... libre de miedos, de angustia, de ira, de envidias". Sin embargo, practicar esto de la compasión fue muy difícil en aquellos tiempos y en aquella parte del mundo. Durante los últimos años del régimen del ultracatólico nacionalista Ngo Dinh Diem (que gobernó Vietnam del Sur de 1955 a 1963), y con la excusa del fantasma del comunismo que llegaba de Vietnam del Norte, persiguió, encarceló y torturó a miles de activistas sociales y, entre ellos, a los jóvenes de la Unión de Estudiantes Budistas, a quienes acusaron de ser simpatizantes de Ho-Chi Minh. La cruzada pasaba por catolizar el país prohibiendo cualquier manifestación relacionada con otras doctrinas espirituales.

La resistencia escaló y, en junio de 1963, uno de aquellos jóvenes -amigo de Chân Không- se inmoló en la calle, por la libertad de conciencia. "Cuando me interrogué por el sentido profundo del sacrificio de Thay Quang Duc, pude sentir que su amor y su gran interés por los derechos humanos se encendían en mí (…) Nos inspiró el fuego de su amor y de su gran compromiso alimentado por el recuerdo de ese sacrificio supremo", escribe en su libro 'La force de l'amour'.

Le siguieron otros sacrificios y cientos de líneas en la prensa clandestina, hasta la caída del régimen por un golpe de Estado, en noviembre de 1963.

Todavía quedaban por venir años peores en Vietnam, los de la guerra. Durante ese cruento conflicto, Chân Không y sus compañeros continuaron con la labor social, a través de su recientemente creada Escuela de Trabajo Social, en las áreas que no estaban directamente bajo las bombas (cuando no recibiendo en su templo a los miles de civiles que huían de los bombardeos). De aquella escuela de Trabajo Social, que hoy continúa bajo el nombre de ' Programa de Amor y Comprensión' (sostenido por la orden monástica de Plum Village) salieron 300 trabajadores sociales en 1967 y llegaron a ser 10.000 en 1975, durante los últimos tiempos de la guerra. Son trabajadores que no reciben salario, sino únicamente casa y comida, tal como funcionan los monasterios.

"Tras el final de la guerra, con el control estricto del gobierno, no se pudo continuar con el trabajo", recuerda Chân Không, que hoy, a sus ágiles 76 años, vive en un monasterio situado en la región de Dordogne, en el sur de Francia. "El gobierno no quería trabajo social, pero seguimos haciéndolo en zonas muy alejadas, instalando centros infantiles para cuidar a niños de 20 meses a 5 años, pagando a maestros y ayudantes, con el dinero que aportan los donantes de Occidente y la venta de caligrafías con mensajes de la práctica zen, escritas por Thich Nhat Hanh".

La tregua llegó hacia finales de la década del 80: Plum Village sostenía ya unas mil clases de niños en zonas desfavorecidas y entonces el Gobierno estuvo de acuerdo en que el Programa continuara. "Ahora contratamos maestros entrenados por el Gobierno y después de un tiempo de prácticas con nosotros, los contrata el Gobierno y entonces podemos desplazarnos más lejos, e iniciar el trabajo en otra zona. Es una misión de pioneros y, poco a poco, las instituciones van asumiendo su manutención", explica.

Actualmente, nos confía la monja zen, se envían alrededor de 400.000 euros por año para sostener el Programa de Entrenamiento de Amor y Comprensión (con eso se paga a los trabajadores de las guarderías y se alimenta a unos 4.000 niños), especialmente en la zona sur de Vietnam.

Y de todas las semillas de generosidad, una lección: "El Nirvana no es más que una hermosa y gran sonrisa".

Chân Không, discípula y compañera de Thich Nhat Hanh, maestro zen que acaba de visitar España por primera vez junto a 50 monjes de su monasterio. Más información sobre la gira realizada: http://tnhspain.org/

Sobre la firma

Analía Iglesias
Colaboradora habitual en Planeta Futuro y El Viajero. Periodista y escritora argentina con dos décadas en España. Antes vivió en Alemania y en Marruecos, país que le inspiró el libro ‘Machi mushkil. Aproximaciones al destino magrebí’. Ha publicado dos ensayos en coautoría. Su primera novela es ‘Si los narcisos florecen, es revolución’.

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