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Tribuna
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El asma, una epidemia que llegó para quedarse

El asma es en muchos países la enfermedad pediátrica más frecuente y una de las enfermedades crónicas de mayor impacto en la salud

En 1983 la revista Lancet publicó un trabajo describiendo una epidemia de asma en Barcelona. Durante unas horas, decenas de pacientes, afectados por un ataque grave de asma acudieron a los servicios de urgencias de varios hospitales. Estas epidemias pasajeras se repitieron durante varios años afectando a varios miles de personas y causando más de 10 muertes. Hizo falta un intenso esfuerzo de investigación para demostrar que las epidemias se debían a la inhalación de polvo de soja emanado de las descargas de barcos en el puerto de Barcelona. La instalación de filtros en los silos responsables en 1987 así como un adecuado sistema de monitorización ambiental de los niveles de alérgeno de soja en el aire de Barcelona permitió eliminar dichas epidemias.

Durante estos mismos años, otra epidemia de asma, esta vez silenciosa y generalizada en todo el mundo, se estaba gestando. Como consecuencia de esta epidemia generalizada, el asma pasó en muchos países a ser la enfermedad pediátrica más frecuente y una de las enfermedades crónicas de mayor impacto en la salud. Las enfermedades crónicas suben y bajan por razones que a menudo son difíciles de establecer. En este caso, el porqué, o mejor los porqués, del aumento epidémico del asma siguen siendo un misterio, si bien la hipótesis más popular, la llamada “hipótesis de la higiene” sugiere que una disminución de las infecciones en la infancia acarreó un desequilibrio en la repuesta inmunológica y el subsiguiente aumento de la alergia y el asma. Lo peor es que la epidemia llegó para quedarse, lo mejor es que en las áreas del mundo donde la enfermedad se hizo más frecuente su aumento parece haberse detenido.

Actualmente se estima que unos 300 millones de personas en el mundo padecen asma, una enfermedad que afecta a todas las edades, grupos socioeconómicos y regiones del planeta. En el último informe del Global Burden of Disease publicado en la revista Lancet en 2012, el asma se situó en la posición 28 en el ranking de causas de pérdida de salud medida en DALYs, la 23ª en Europa, la 15ª en Estados Unidos y la 8ª en Oceanía. Aunque la mortalidad asociada al asma es relativamente baja, se estima que produce unas 250.000 muertes anuales. Desafortunadamente, no disponemos de estrategias eficaces para prevenir o curar el asma. Sin embargo la enfermedad puede ser tratada y controlada de manera efectiva reduciendo muy significativamente su impacto en la vida cotidiana, laboral y social, así como las urgencias y los ingresos hospitalarios. Y aquí reside uno de los retos globales, el de extender de manera universal el acceso a un tratamiento eficaz.

Finlandia ha puesto en marcha una estrategia nacional que ha demostrado la factibilidad de reducir el impacto en la salud y el coste económico de la enfermedad. Pero para la mayoría de la población mundial el acceso a una atención sanitaria elemental y aún más a los corticoides inhalados, piedra de toque del tratamiento del asma, están lejos de ser una realidad. La propuesta de considerar los corticoides inhalados como un medicamento esencial persigue paliar este problema y facilitar el acceso a los mismos en los países más desfavorecidos. El otro gran reto, el de descubrir estrategias eficaces para prevenir la enfermedad, sigue estimulando un buen número de proyectos de investigación y entre ellos los que buscan restaurar el equilibrio inmunológico aparentemente perdido. De la investigación depende que en un futuro no lejano dispongamos de estrategias eficaces para prevenir y controlar el asma en todo el mundo.

Para más información consulte Global Initiative for Asthma

Josep M. Antó es director del CREAL, centro de investigación de ISGlobal, y catedrático de Medicina de Universitat Pompeu Fabra (UPF).

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