Columna

Duro de pelear

Mientras los heterosexuales que convivimos sin casarnos estamos al resguardo de cierto consenso social, los homosexuales están muy desamparados

El mundo debe estar patas arriba si obtener el derecho a formar parte de una de las instituciones más conservadoras que supimos conseguir —el matrimonio— significa una revolución. Pero, mientras los heterosexuales que convivimos sin casarnos estamos al resguardo de cierto consenso social, las personas homosexuales, en idénticas circunstancias, están muy desamparadas. En algunos sitios más que en otros. El escritor chileno Pablo Simonetti (La soberbia juventud, Alfaguara, 2013) es uno de los principales voceros de la Fundación Iguales, que busca la plena igualdad de derechos p...

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El mundo debe estar patas arriba si obtener el derecho a formar parte de una de las instituciones más conservadoras que supimos conseguir —el matrimonio— significa una revolución. Pero, mientras los heterosexuales que convivimos sin casarnos estamos al resguardo de cierto consenso social, las personas homosexuales, en idénticas circunstancias, están muy desamparadas. En algunos sitios más que en otros. El escritor chileno Pablo Simonetti (La soberbia juventud, Alfaguara, 2013) es uno de los principales voceros de la Fundación Iguales, que busca la plena igualdad de derechos para la diversidad sexual en su país. Hace algunos días, durante una cena con él y José Pedro, su pareja, me contó que, semanas atrás, fue a la Clínica Alemana, de Santiago, a hacerse un chequeo. Iba en el ascensor, atestado, cuando subió un hombre mayor con su mujer y, al verlo, dijo en voz alta: "Cuidado, no se nos vaya a pegar el sida". Como su mujer no entendía, el hombre se puso explícito: "Ahí está el escritor". Nadie, salvo Simonetti, dijo nada. Intenté pensar qué estado de cosas —qué consenso social— permite que una persona diga eso, en un sitio atestado, con la tranquilidad del que se sabe a salvo. La Fundación Iguales promueve el tratamiento de una ley de matrimonio igualitario. Parece una batalla dura en un país en el que, en 2012, Daniel Zamudio fue torturado hasta la muerte y escarado con esvásticas por un grupo, dizque neonazi, por ser gay. Una batalla dura a la luz de la encuesta del Centro de Estudios Públicos de Chile de 2013, que indica que solo el 36% de la población está a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo (y eso quiere decir que bastante más de la mitad del país cree que no debería permitirse). La presidenta Michelle Bachelet dijo: "Cuando una mujer entra en política, cambia la mujer. Cuando entran muchas, cambia la política". ¿Cuánta política hará falta para cambiar todo lo demás?

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