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“Yo paso de ser condesa”

Raquel Muguiro creció toda su vida sabiendo que su padre era el conde de Casa Ayala y nunca le importó el título, hasta que quisieron arrebatárselo poniendo en cuestión sus derechos como hija. Una sentencia judicial insolíta ha fallado que no puede heredarlo por nacer fuera del matrimonio.

Patricia Ortega Dolz
Raquel Muguiro el pasado jueves con su caballo en Badajoz.
Raquel Muguiro el pasado jueves con su caballo en Badajoz.Jorge Armestar

Siempre supo que su padre era el conde. Pedro Muguiro y Morales-Arce, conde de Casa Ayala. Y que era también el profesor de equitación de sus amigas. Coincidían en los concursos y en los centros de hípica. No recuerda que nadie le ocultara nunca nada sobre ese asunto, aunque ella siempre daba clase con otro monitor. Al contrario, tiene una imagen infantil muy nítida, que es la de una de esas niñas diciéndole: “Ese es tu padre”. Y luego tiene miles de frases de su madre en la cabeza y también de sus compañeras de clase, que le han dibujado un boceto amable de ese hombre que sigue siendo hoy un conocido desconocido.

Durante 18 felices años ha sido Raquel Guirado Sánchez, como su madre, sin la más mínima huella de su noble progenitor. Pero desde hace dos años es Raquel Muguiro. Al menos en su carné de identidad.

En el Twitter, el Facebook y en la firma de su puño y letra sigue siendo Raquel Guirado. Y ahora, a sus 21 años, estudiando Derecho porque no le dio la nota para Odontología y tras una sentencia judicial que ha causado estupefacción general, la hija del conde reclama su derecho a heredar el título que un día podría convertirla en condesa de Casa Ayala.

No aguantaré que me quiten un derecho por ser nacida fuera del matrimonio. O mi padre es el conde o yo soy la condesa

“A mí no me ha interesado nunca, yo paso de ser condesa y de todo eso, y no tengo nada contra mi padre, pero lo que no voy a aguantar es que me quiten un derecho que es mío y que me corresponde como hija legítima [“legítima”, interrumpe y enfatiza su madre] por ser nacida fuera del matrimonio y para dárselo a otra persona. O el conde es mi padre o yo soy la condesa”. Así habla Raquel, que parece salida de una revista de moda joven, moviendo su imponente melena rubia de lado a lado y con unos ojos tan claros como sus palabras.

Está dolida por dos cosas. Porque el mismo hombre que tardó 18 años en reconocer su paternidad —prueba de ADN mediante— quiso, acto seguido y mientras se efectuaban los trámites legales pertinentes, cederle fraternalmente el título nobiliario que ostentaba a su propio hermano, Alejandro Muguiro y Morales-Arce, el segundo de los cuatro hijos de los condes de Casa Ayala.

Así lo hicieron los dos hermanos, aunque para ello tuvieron que borrar a Raquel de un árbol genealógico familiar firmado ante un notario. En ese documento de “cesión de título” que ahora lleva el sello del Ministerio de Justicia, Raquel no existe. Así, el título de conde de Casa Ayala —rúbrica del rey Juan Carlos I también mediante— fue cedido a Alejandro el 12 de septiembre de 2012.

También está dolida Raquel porque, poniendo ella el asunto en manos de la justicia, la joven juez Raquel Rivas Hidalgo, titular del Juzgado de Primera Instancia de Badajoz, falló en su contra basándose, nada menos, que en las disposiciones de Carlos IV del siglo XVIII.

El salto temporal obviaba los derechos de filiación reconocidos en el artículo 39 de la Constitución, que equipara a los hijos nazcan o no dentro del matrimonio, y el 108 del Código Civil, que establece que “la filiación matrimonial y la no matrimonial, así como la adoptiva, surten los mismos efectos”. La juez argumentaba, sin embargo, que Raquel era una hija concebida fuera del matrimonio y que según la carta por la que el quinto rey Borbón concedió el título en 1791, la sucesión correspondía a “hijos, herederos y sucesores nacidos de legítimo matrimonio”.

Pedro Muguiro y Raquel Sánchez, los padres de “la niña” nunca llegaron a casarse. Se conocieron en un centro de equitación. Pertenecían al mismo grupo de amigos. Todos eran aficionados a los caballos. Tras un flirteo juvenil, Raquel (madre) quedó embarazada y decidió seguir adelante sola con su hija, a la que ha criado junto a sus abuelos hasta que hace un par de años comenzó la universidad y se fueron a vivir juntas al centro de Badajoz.

“A mi nieta no le ha faltado nunca de nada. Ha ido a los mejores colegios; ha hecho todos los viajes a la nieve, a la playa o al extranjero; ha dado todas las clases... Ha sido feliz y querida incluso por los amigos de su padre, que, para una vez que mueve ficha, ha hecho una cosa muy fea”. Son palabras de la abuela, Mercedes Sánchez, una señora de 72 años que tiene en el verbo la agilidad y el filo de una funcionaria eficiente. La que fue durante muchos años.

El conde de Casa Ayala, de 50 años, es soltero y no tiene más hijos reconocidos. Sigue dedicado al mundo caballar y, preguntado por este asunto, corta en seco la llamada de teléfono: “No quiero hacer declaraciones”.

El abogado pacense José Luis Galache, responsable del último recurso presentado ante la Audiencia Provincial de Badajoz, tampoco se anda con rodeos: “Se trata de una cesión fraudulenta de un título, porque se produce durante el proceso de reconocimiento de la paternidad”.

Los encuentros de Raquel con su padre han sido casi inevitables a lo largo de su vida. “Alguna vez me preguntaba que qué tal, o me decía que había hecho un buen concurso; un día me pidió perdón y pensé que quizá sería el comienzo de una nueva relación”, cuenta en un salón decorado con fotos ecuestres de ella con 3 años, con 5, con 10, con 13... Pero esa nueva relación, que pretendía superar el estamento de la mera “cordialidad” mantenida hasta hoy, nunca ha llegado.

Ahora, la herencia de un título que no tiene más valor que el meramente honorífico porque no lleva aparejado patrimonio alguno ni privilegios civiles, está en manos del juez de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial. Será en esa próxima vista donde se dirima de nuevo si una veinteañera con bambas y mallas, que lleva una ortodoncia invisible en los dientes, que ya ha descubierto el amor y el desamor, que escucha a Green Day y a Pereza y a la que le gustan los caballos, sea condesa destronada o condesa de Casa Ayala.

 

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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