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El cementerio de los campeones

Ciudad Real, Pamplona, Segovia y Castellón sufren el desplome de sus equipos deportivos Sus clubes dominaron Europa gracias al patrocinio público, de constructoras y cajas de ahorro

Fis y Dujshebaev repasan la huella del Balonmano Ciudad Real.Vídeo: EDP

“Hace tan solo dos años estábamos aquí sudando en pantalón corto y ahora nos congelamos de frío”, cuenta indignado Talant Dujshebaev en la gélida atmósfera del Quijote Arena, feudo de aquel Balonmano Ciudad Real que conquistó tres Copas de Europa entre 2006 y 2009 con él como entrenador. Un gigante que se derrumbó cuando su propietario, el abogado Domingo Díaz de Mera, cerró el grifo. El Portland San Antonio, campeón continental en 2001, tampoco pudo reponerse cuando la empresa cementera dejó de alimentar a su elenco de estrellas. En fútbol sala, Caja Segovia, semifinalista de la Liga el año pasado, busca cómo seguir adelante en Segunda después de que Bankia les dejara huérfanos. Mientras, Playas de Castellón ha pasado de la élite al deporte aficionado tras el recorte de dinero público. Son ciudades a las que el deporte dio fama internacional, una gloria que la crisis ha tornado en efímera.

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El balonmano ha tenido un fuerte arraigo en Ciudad Real desde los años cincuenta. Uno de sus vecinos, Díaz de Mera, congregó a los mejores jugadores del mundo durante la década pasada poniendo de su bolsillo el 65% del presupuesto. “Nadie va a hacer nunca una publicidad de Ciudad Real como la hacía el balonmano”, asegura Julio Fis, uno de los discípulos de Dujshebaev, con el que se reencuentra en un pabellón que llenaron de champán. Sus vitrinas son un reflejo de cómo esa gloria se ha tornado en pasado: los casi 30 trofeos que daban brillo a sus cristaleras yacen ahora en la oscuridad de un almacén a la espera de que alguna institución pida exponerlos. En 2011, el club abandonó la ciudad manchega rumbo a Madrid para desaparecer en julio de 2013 .

Final de la Copa de Europa de 2009 entre el Ciudad Real y el Kiel.

Díaz de Mera, también exdirigente de la Asobal —la máxima categoría del balonmano español— pidió en 2004 al Ayuntamiento de Ciudad Real la cesión de unos terrenos junto al Quijote para construir una ciudad deportiva y que el club pudiera vivir sin su chequera, pero la aventura se quedó en un boceto. "Si la crisis no hubiera sido tan bestial yo habría seguido tirando del carro. Pero cuando ves que puedes poner en riesgo tus negocios tienes que dejar los vicios”, explica el expresidente. Fis y Dujshebaev, españoles procedentes de Cuba y Kirguizistán —parte de la antigua URSS—, respectivamente,  defienden la gestión de Díaz de Mera ante las críticas de la afición: “La gente creía que Domingo tenía en casa una máquina de hacer dinero”.

Los padres agradecen que el balonmano haya alejado a sus hijos del alcohol y las drogas Talant Dujshebaev, entrenador del extinto Balonmano Ciudad Real

La desolación de la crisis ha roto las ilusiones de los campeonatos más personales, los de ese vecino que endulza sus ocho horas de trabajo imaginando un gol decisivo en la mañana del domingo, con su familia animándole. Además del éxito, estos aficionados ven en el deporte una herramienta educativa. “Muchos padres estaban contentos de que sus hijos practicaran balonmano, aunque luego no llegaran a ser grandes jugadores, porque han sido mejores personas gracias a este deporte. Les ha alejado del alcohol y las drogas”, asegura Dujshebaev, que lo ganó todo como jugador: los Juegos Olímpicos de Barcellona 92 con el Equipo Unificado de la antigua URSS —también se llevó el bronce con España en Atenas 96 y Sidney 2000—, el Mundial de 1993 con Rusia y la copa de Europa de ese mismo año con el Teka Cantabria.

Demasiado grandes para encoger

Aupado por la financiación de la cementera Portland, el San Antonio transformó la tradición que tenía el balonmano en Navarra en un elenco de estrellas. La tormenta de la crisis les arrancó ese paraguas de las manos y no supieron sobreponerse. El rastro de aquel campeón de Europa se borró cuando renunció a inscribirse en la Asobal en 2012, el paso previo hacia su desaparición. “El deporte español no ha sabido administrar ese escalón hacia abajo. No se han hecho presupuestos acordes a lo que se tenía y ahí las directivas tienen mucha culpa”, critica Zupo Equisoain, entrenador del club durante 15 años.

Equisoain levanta junto a Garralda, capitán, el primer título de Liga del club, en 2002.
Equisoain levanta junto a Garralda, capitán, el primer título de Liga del club, en 2002.EFE

El San Antonio formó jugadores de la casa en los años de éxitos, pero aunque su nivel era alto apenas participaron porque en su puesto figuraban algunos de los mejores del mundo. Estos canteranos acabaron militando en otros equipos de Primera y el club no contó con un recambio de garantías cuando la marcha de Portland les obligó a renunciar a sus estrellas. Aunque en 2011 se quedaron a un gol de la final de la Recopa de Europa, el segundo trofeo continental, el tren de la élite ya no regresaría y la deuda de los elevados contratos del pasado resultó un lastre excesivo. “Se gastó todo el dinero en tener un equipo de élite y no se cuidó suficiente a las bases. Tenía mucho riesgo y mira, salió rana”, critica Juanto Apezetxea, entrenador del equipo en sus dos últimas campañas.

El deporte no ha sabido gestionar ese salto hacia abajo y las directivas tienen mucha culpa Zupo Equisoain, técnico del San Antonio durante 15 años

El club tenía la esperanza de continuar pero Apezetxea explica que, una vez rotas las negociaciones con ASFI, un grupo gestor de comunidades de vecinos cuyo presidente, Iñaki Gil San Sebastián, está en prisión provisional por supuesta apropiación indebida, solo quedaba el concurso de acreedores. “Se generaban deudas que no se podían pagar porque el balonmano tiene difícil obtener beneficios. Era la dinámica de funcionamiento de la mayoría de los clubes y tenías que hacerlo para competir en igualdad de condiciones”, explica el técnico.

Víctimas de Bankia

En el pabellón Pedro Delgado de Segovia no hay ni utillero. Con sus gradas a rebosar, el Caja Segovia, campeón de Europa y del mundo de fútbol sala en 2000, disfrutó de sus días de gloria. Ahora sus trabajadores sobreviven arrimando el hombro. El encargado de prensa y el portero llevan a la pista la bicicleta estática para que un compañero lesionado pueda realizar sus ejercicios. Mientras los acreedores rebajan o posponen muchas de las deudas de los clubes de fútbol, para los deportes de segunda fila no hay perdón. “Los que no somos fútbol estamos condenados a pasar por un desierto muy largo en el que mucha gente se va a quedar en el camino”, asegura Rafael Encinas, presidente del club, que ahora lleva el nombre de Segovia Futsal y que trata de estabilizarse en Segunda a la espera de un patrocinador principal. “Sin constructoras ni cajas de ahorro hubiera sido imposible que estas ciudades tuvieran equipos de élite. En Segovia no hay negocios que puedan darte ese dinero y llevamos dos años pateándonos empresas de fuera sin éxito”.

Final del campeonato de Europa de 2000 entre Caja Segovia y BNL Roma.

Sin constructoras ni cajas hubiera sido imposible que estas ciudades tuvieran equipos de élite Rafael Encinas, presidente del antiguo Caja Segovia

La caja de ahorros aportaba el 60% del presupuesto hasta 2011. Su obra social no solo sostenía al club, sino al deporte base de la ciudad. “Antes la madre Caja Segovia pagaba la mitad del presupuesto a muchos equipos aficionados, aunque fueran 300 euros al año. Era una forma de devolver dividendos a los ciudadanos”, explica el presidente. Segovia, que no tiene equipos de fútbol o baloncesto en las tres principales categorías, entregó las llaves de la ciudad al fútbol sala, un deporte que floreció entre sus vecinos. “Ahora estos deportistas aficionados tienen que coger sus coches en lugar de viajar en autobús o piden a las familias que les financien las camisetas. Desaparecen equipos todos los días y mucha gente tiene que dejar de hacer deporte”, relata Encinas.

Los jugadores del Segovia Futsal durante un entrenamiento.
Los jugadores del Segovia Futsal durante un entrenamiento.EDP

En los partidos que el club juega fuera de casa no viaja el médico: el del equipo local atiende cualquier incidencia. Los jugadores no hablan de coches y casas, sino de sus exámenes en el instituto. Apostar por los más jóvenes no es una opción, es la única opción. “Hay que subir a gente de la cantera porque no hay más. Si no puedo comprar solomillo tendré que comprar pollo”, asegura Carlos Sánchez, técnico del club, que rechazó importantes ofertas de Catar y Kuwait. “Hay fuga de cerebros, pero yo me muevo también por otros intereses que no son el dinero. Me comprometí con el club y tengo aquí a mi familia”.

De Primera a Tercera en tres años

El ejemplo de Playas de Castellón, que cogió el testigo continental de Caja Segovia y ganó tres copas de Europa consecutivas entre 2002 y 2004, es paradigmático de cómo el deporte en la Comunidad Valenciana ha crecido y se ha evaporado con dinero público. El club también contó con la colaboración de Macer, la empresa local de cerámica de su presidente, Agustín Poyatos, que decidió abandonar el proyecto en 2006 en una extraña maniobra que la directiva no supo hasta el descenso a Segunda en 2010. “Tengo la sensación de que estaba muy decepcionado con que las instituciones dieran más dinero al equipo de fútbol cuando sus resultados eran claramente peores”, asegura Javier Sánchez, actual presidente del club, que milita en Tercera y está pendiente de presentar el concurso de acreedores en las próximas semanas.

Contratamos a gente de fuera por la presión social para ascender y fue un error Javier Sánchez, presidente de Playas de Castellón

Como tantos otros, Playas no supo dar ese paso atrás y se esforzó por retornar a Primera lo antes posible. “La cantera estaba poco trabajada y contratamos a gente de fuera. Fue un error, ahora habría confiado en los chicos, pero no lo hicimos por la presión social para ascender”, explica Sánchez, que se lamenta de que compromisos verbales políticos le hicieran seguir adelante con un equipo que “tenía que haber desaparecido entonces”. Desde el descenso, el club solo contó con un dinero público que fue menguando y generó una deuda de 200.000 euros.

No hace tanto que en Ciudad Real, Pamplona, Segovia o Castellón presumían de la palabra campeones. En aquellos pabellones en los que retumbaba el We Are The Champions ahora se escucha hasta el sonido de una moneda al caer. No se habla en futuro, ni siquiera en presente: todo es pasado. Ya no hay gloria, solo concursos de acreedores.

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