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Tribuna
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Elevar la calidad de la educación

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Por primera vez, la encuesta de competencias de los adultos nos permite medir directamente la preparación de las personas adultas en la actualidad y no solo qué titulación han obtenido. Los resultados muestran que lo que las personas saben y lo que son capaces de hacer con lo que saben condiciona enormemente sus oportunidades de futuro. En España, el salario medio de los trabajadores que han obtenido niveles de competencia cuatro o cinco en comprensión lectora —lo que significa que pueden realizar inferencias, sacar conclusiones complejas y detectar matices en los textos escritos— supera en más de un 60% el salario por hora de los trabajadores que obtienen niveles de competencia uno o menor de uno —que pueden, como mucho, leer textos relativamente breves y entender vocabulario básico—. Las personas con baja competencia lectora tienen también casi el doble de probabilidades de estar desempleados. En resumen, tener un nivel bajo en este terreno limita seriamente el acceso a empleos mejor remunerados y más gratificantes. Y las competencias básicas determinan más que los ingresos o el empleo. En todos los países, los adultos con niveles más bajos en comprensión lectora son mucho más propensos a tener mala salud, a percibirse a sí mismos como objetos más que como actores en los procesos políticos y a tener menos confianza en los demás. En otras palabras, no podemos desarrollar políticas justas e inclusivas e implicar a todos los ciudadanos si un dominio pobre de las competencias básicas impide a las personas participar plenamente en la sociedad.

No podemos cambiar el pasado, pero podemos hacer algo de cara al futuro

La importancia de la adquisición y mantenimiento de la competencia lectora es bastante evidente, pero su dominio varía considerablemente entre individuos. Aproximadamente uno de cada cinco adultos en Japón y Finlandia ha obtenido el nivel más alto en la encuesta. En cambio, en España solo uno de cada 20 adultos es competente a ese nivel y más de uno de cada tres está en el nivel de referencia medio o por debajo de este. Dado que la encuesta muestra los resultados de toda la población adulta, no se trata de lo que el Gobierno actual haya hecho o no, sino de lo que los Gobiernos y la sociedad hayan logrado a través de generaciones sucesivas. Los jóvenes coreanos, por ejemplo, solo han sido superados por los japoneses, mientras que la población coreana de 55 a 64 años está entre los tres grupos de más bajo rendimiento de esta franja de edad entre todos los países participantes en la encuesta. Los resultados de Finlandia muestran un resultado similar. A primera vista, los jóvenes españoles también han obtenido mejores resultados que los españoles de más edad, pero a pesar de eso siguen apareciendo entre los de peores resultados. De hecho, uno de cada cinco jóvenes españoles no puede leer tan bien como se esperaría de un niño de 10 años. Durante mucho tiempo, España fue capaz de mejorar su rendimiento debido al aumento del número de matrículas en las escuelas. Pero el crecimiento se detuvo una vez que se generalizó la escolarización de la población. España tiene ahora que poner en marcha un proceso de reactivación de un mecanismo que conlleve una mejora de resultados. En otras palabras, elevar la calidad y relevancia de la educación, lo cual no se ha hecho todavía.

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Lo datos también muestran que los niveles de competencias reales difieren mucho de lo que sugieren las cualificaciones que se obtienen. Por ejemplo, España aparece mejor posicionada en los rankings internacionales cuando se considera la proporción de jóvenes que tienen titulación universitaria que cuando se evalúa el nivel de comprensión lectora o habilidad aritmética en esa misma edad. En promedio, los jóvenes japoneses y holandeses que han cursado estudios de postsecundaria superan fácilmente a los graduados universitarios españoles y más de un tercio de los graduados universitarios españoles no obtienen una puntuación más alta del nivel dos en la prueba de comprensión lectora. Por tanto, no están suficientemente preparados para lo que sus puestos de trabajo les exigen.

Son esenciales los vínculos entre el mundo educativo y el del trabajo

No podemos cambiar el pasado, pero podemos hacer algo con vistas al futuro. El impresionante progreso que algunos países han hecho en la mejora de las competencias de su población adulta a lo largo de las sucesivas generaciones muestra lo que puede lograrse. Estos países han puesto en marcha sistemas que combinan una educación inicial de calidad con oportunidades e incentivos para que toda la población continúe desarrollando su competencia en lectura y matemáticas, tanto en el lugar de trabajo como fuera de él, después de haber completado la educación y la formación inicial. Mucho de esto tiene que ver con una mayor flexibilidad. Cada persona aprende de manera diferente y la manera de aprender también cambia en las distintas etapas de la vida. Es por eso que un sistema educativo “industrial” y de “talla única para todos” ya no puede satisfacer las necesidades de las sociedades modernas. La educación española tiene que ser relevante para cada uno de sus estudiantes y lo suficientemente flexible tanto en el contenido como en la forma en que se imparte como para adaptarse a sus necesidades.

Los países que obtienen buenos resultados en la encuesta también han desarrollado fuertes vínculos entre el mundo de la educación y el del trabajo. El desarrollo de competencias puede ser más apropiado y eficaz si se vinculan ambas esferas. El aprendizaje en el lugar de trabajo permite a los jóvenes desarrollar competencias duras, utilizando equipos modernos, y competencias blandas, tales como el trabajo en equipo, la comunicación y la negociación, a través de la experiencia en el mundo real. La formación práctica en el lugar de trabajo también puede ayudar a motivar a aquellos jóvenes que se hayan desconectado del sistema educativo a permanecer o volver a comprometerse con el mismo y a hacer más suave la transición entre la educación y el mercado laboral.

A pesar de que los países no puedan cambiar el pasado, las políticas diseñadas para brindar oportunidades para el aprendizaje a lo largo de la vida de alta calidad pueden contribuir a asegurar que los adultos del futuro mantengan su nivel de competencias. Esto requiere un compromiso acordado por todas las partes implicadas: los Gobiernos, empleadores, empleados, padres y alumnos necesitan establecer mecanismos eficaces y equitativos sobre quién paga para qué, cuándo y cómo. Dado que es poco probable que las personas con niveles bajos de competencias participen en la educación y la formación por iniciativa propia y que además tienden a recibir menos formación por parte de sus empleadores, las iniciativas de segunda oportunidad pueden ofrecerles una manera de salir de ese círculo vicioso que es “a bajas competencias / bajos salarios”.

Encontrar la manera de que España alcance el nivel de los sistemas más avanzados no será fácil, pero la encuesta de competencias proporciona una base firme para construir políticas sólidas, desmonta las excusas de aquellos que son complacientes y permite a los países establecer metas significativas teniendo como referencia las de los modelos más importantes del mundo.

Andreas Schleicher es subdirector de la OCDE para temas educativos.

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