Túnez, en el huracán
El acosado Gobierno islamista y la oposición deben evitar el naufragio del proceso democrático
Túnez, donde arrancó la esperanza hace dos años y medio, era visto hasta hace poco como el modelo en la transición democrática del mundo árabe. La conjunción de una asentada sociedad civil, una educación extendida y la escasa interferencia castrense en la vida política abonaba la creencia de que la revolución del jazmín tenía todas las posibilidades de arraigar tras la interminable dictadura de Ben Ali. Los acontecimientos que se encadenan en el pequeño país norteafricano, sin embargo, muestran de nuevo que la primavera árabe tenía mucho más de aspiración que de hecho consumado.
En un escenario cada vez más influenciado por el agujero negro egipcio, Túnez afronta su más seria crisis política desde el final de la dictadura en 2011, agravada por la inseguridad que provoca la multiplicación del terrorismo islamista. El proceso democrático, que debería finalizar con una nueva Constitución y ley electoral y una elección presidencial a finales de este año, está al borde del naufragio. Aumenta imparable el descontento popular con el Gobierno islamista del partido Ennahda, versión tunecina de los Hermanos Musulmanes, ganador de las elecciones de octubre de 2011, del que comienzan a apearse algunos de sus socios de coalición. Las continuadas y masivas protestas callejeras de la oposición laica, que apoyadas por los sindicatos exigen la disolución de la Asamblea provisional y la dimisión del Gobierno, han conseguido la paralización de los trabajos constituyentes. Manifestaciones y contramanifestaciones, con frecuencia violentas, agravan la situación.
Elemento decisivo de la espiral tunecina ha sido el asesinato en menos de seis meses de dos dirigentes izquierdistas opuestos al Gobierno, cuya muerte se atribuye al fanatismo salafista en auge. La oposición acusa a Ennahda —que querría ser como el AKP turco, pero cuya indulgencia con la violencia islamista resulta manifiesta— de tolerancia rayana en la complicidad con el terrorismo.
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Túnez debe evitar por todos los medios una solución a la egipcia de su galopante crisis. Aunque un golpe de Estado militar sea más improbable en el país magrebí, dada su tradición castrense de relativa neutralidad, el clima de división social y de violencia instalado en la calle y en el Parlamento augura lo peor si no hay un esfuerzo de sus dirigentes, inmediato y decidido, en favor del diálogo.
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