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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Referéndum sin tensión

Londres y Edimburgo pactan una consulta sobre la salida de Escocia de Reino Unido

Sin tensión aparente, el Gobierno británico de David Cameron y el Ejecutivo regional de Alex Salmond han llegado a un acuerdo casi definitivo, que han de oficializar la semana próxima en Edimburgo, para un referéndum sobre la independencia de Escocia. Ambos han cedido. No será de inmediato como pretendía Cameron, sino en el otoño de 2014. La pregunta solo versará sobre la permanencia o salida del Reino Unido, y no sobre una tercera opción para más autonomía, pretendida por Salmond, a sabiendas de que es la que recaba más apoyos en las encuestas y su verdadero objetivo. Queda en manos del Parlamento escocés rebajar la edad de votación para esta ocasión a los 16 años.

Aunque el tiempo que falta es largo en política, hoy por hoy la opción de la independencia va rezagada en una opinión pública que no se siente nada incómoda con la tricentenaria unión de las Coronas, que mantiene la identidad y apelativo de las naciones que la forman. Pero desde el primer momento Westminster se percató de que tenía pocos elementos para evitar que los escoceses tuvieran su referéndum. Cameron, por su parte, quiere que se aclare de una vez por todas el futuro del Reino Unido, y pillar a contrapié al Partido Laborista, dominante en Escocia hasta 2007.

Salmond es quizás el político más hábil que hay en el Reino Unido. Tras llegar al poder en 2007, consiguió una mayoría absoluta en 2011 para su Partido Nacionalista Escocés, y desde esta plataforma planteó la consulta, cuya legislación deberán ahora desarrollar ambos Parlamentos. Salmond plantea un independentismo tranquilo, basado, más que en reivindicaciones históricas, en una diferencia en los modelos de política social, facilitada por el contraste con los recortes de Cameron. Frente a la subida de tasas en el resto del Reino Unido, las universidades siguen siendo gratuitas en Escocia. Es un independentismo basado más en valores sociales que en identidades. Salmond insiste en que la independencia no es un fin en sí, sino una manera de defender el bienestar en Escocia, contando con que se quedaría con una parte sustancial de la riqueza del petróleo del Mar del Norte. En cualquier caso, Salmond no habla de secesión ni plantea romper con la Corona, con la libra, con la defensa común y menos aún con la Unión Europea. Naturalmente, todo esto requeriría una negociación posterior con Londres y con los actuales 27, si triunfa una independencia de la que Bruselas comprensiblemente recela.

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En un sistema que no se aplica a Inglaterra, Escocia, junto con Gales, recuperó en 1997 una autonomía mucho más limitada que la de las comunidades en España. Si no triunfa la opción independentista, Salmond tendrá una base sólida para reclamar más autonomía para Escocia. Y si los escoceses votan por la independencia se verá aún más reforzado. Pues no cabe olvidar que lo que también busca Salmond es asegurarse su reelección en 2016.

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