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Europa llega a la temporada de frío con unas reservas de gas un 16% más bajas que en años anteriores

En plena escalada de precios, los depósitos se encuentran un 22% por debajo de lo que estaban a estas alturas de 2020

Ignacio Fariza
Vista de varias tuberías en los aledaños de una terminal de gas natural licuado en Lusby (Maryland, EE UU).
Vista de varias tuberías en los aledaños de una terminal de gas natural licuado en Lusby (Maryland, EE UU).Gary Cameron (Reuters)

Las últimas cifras de reservas de gas natural en Europa, publicadas este martes por la Agencia Internacional de la Energía (AIE), son un potente mensaje a navegantes a las puertas del invierno. Con los precios en máximos históricos, los inventarios continentales están un 16% por debajo de la media de los cinco últimos años y un 22% por debajo de lo almacenado hace 12 meses, cuando la pandemia hundió el consumo de todo tipo de energía. Octubre marca, en buena parte de Europa central y del norte, el inicio de la temporada de encendido de calefacciones.

Los volúmenes almacenados son especialmente preocupantes en el noroeste del continente —Francia al margen— donde rondan el 64% al filo de la temporada de mayor consumo. Y en países como Holanda, algunos depósitos llevan más de tres meses sin recibir nuevas inyecciones netas.

“La temporada de invierno de 2021/2022 empezará con precios récord del gas, como resultado de una fuerte recuperación de la demanda, una climatología extrema [el invierno pasado estuvo marcado por los temporales de nieve y hielo] y cortes de suministro no planificados”, explican los técnicos de la AIE en su último pase de revista a la situación global del sector. Esas tensiones, alertan los especialistas del brazo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), “son un recordatorio de que la seguridad de suministro sigue siendo un tema importante en los mercados de gas”. Más aún cuando, en plena transición energética hacia un modelo más respetuoso con el medio ambiente, este combustible juega un papel crucial en la generación de electricidad como respaldo de las energías renovables y de la nuclear.

Aunque la escasez repentina de gas natural en esta recuperación económica pospandemia es generalizada, la situación europea contrasta con la que se vive en otras partes de Occidente. En Estados Unidos y en Canadá, por ejemplo, las reservas de gas natural están apenas un 7% por debajo de su media histórica. Y allí, además, el riesgo de rotura de suministro es menor por tratarse de grandes productores. El Viejo Continente, por el contrario, importa el 90% del gas que consume.

Efecto dominó sobre el carbón

En China, en cambio, las espadas sí están en todo lo alto por si el invierno viene más frío de lo habitual. Ante los altos precios y la imposibilidad de hacerse con más barcos metaneros (los que transportan el gas natural licuado), el gigante asiático, por mucho el mayor importador mundial de este combustible, se ha lanzado en las últimas semanas a comprar carbón en grandes cantidades. El objetivo: evitar que los cortes de electricidad que ya han empezado a sufrir algunas regiones del país vayan a más cuando más necesidades de suministro habrá.

El efecto dominó, sin embargo, no se queda ahí. Ese mayor apetito chino por el carbón ha provocado que ese mineral, la fuente más sucia y menos eficiente de energía primaria y que hasta hace bien poco parecía tener los días contados, haya disparado en las últimas jornadas su precio hasta el punto de batir récord histórico tras récord histórico. Y que otros grandes consumidores de carbón, como la India, se las estén viendo y deseando para asegurarse la cantidad suficiente para que sus centrales eléctricas no se vean obligadas a parar. Allí, en el segundo país más poblado del planeta, las cifras son ahora mismo críticas: según los datos oficiales la cantidad media almacenada en cada central apenas alcanza para cuatro días más, cuando hace un mes daba para 13 jornadas. Y algo más de la mitad de ellas apenas tienen para tres días más.

“Los altos precios del gas natural están provocando una sustitución en favor del carbón y el petróleo, provocando asimismo un mayor nivel de emisiones de CO₂ y de contaminación”, constatan los técnicos del organismo con sede en París.

El petróleo, en máximos de siete años

El gas y el carbón no son, ni mucho menos, una isla en el mercado energético global. Aunque su escalada está siendo más lenta, el petróleo ha seguido una clara directriz alcista en los últimos tiempos que esta semana se ha visto agravada por la decisión de los principales países exportadores (reunidos bajo el paraguas de la OPEP ampliada) de no pisar el acelerador de la oferta. El cartel, liderado por Arabia Saudí y Rusia, aumentará gradualmente la oferta en 400.000 barriles diarios en los dos próximos meses. Es exactamente la misma cifra que habían anunciado hace unos meses y supone rechazar los ruegos de voces importantes, como las del Gobierno estadounidense, que pedían acelerar los bombeos para evitar que las gasolinas se disparasen aún más.

Ese mantenimiento artificial de la oferta combinado con una demanda que está aumentando con fuerza por la recuperación del consumo en todo el mundo, ha llevado este martes al crudo a su nivel más alto en tres años. El barril de brent está de nuevo por encima de los 80 dólares y acumula ya un repunte superior al 50% en lo que va de 2021. Con todo, el director ejecutivo de la AIE, Fatih Birol, confió el lunes —poco después de que los exportadores hiciesen pública su decisión— en que el precio del crudo se “relajará en los próximos meses”. Sería, dijo, una “buena noticia” para una recuperación global que la incipiente crisis energética está empezando a poner en entredicho.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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