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Los halcones enseñan las garras

Austria y los conservadores alemanes proponen reducir la deuda pública cuanto antes, pero el debate sobre la reforma de las reglas fiscales sigue muy abierto

El ministro de Finanzas alemán, Olaf Scholz y su homólogo austriaco, Gernot Blümel, en una rueda de prensa en Viena.
El ministro de Finanzas alemán, Olaf Scholz y su homólogo austriaco, Gernot Blümel, en una rueda de prensa en Viena.LEONHARD FOEGER (Reuters)

Europa es un amaño entre las reglas alemanas y la discrecionalidad francesa. Las reglas germanas se diseñaron para un mundo que ha desaparecido y la excepcionalidad gala ha perdido brillo, pero en el fondo la división Norte-Sur sigue viva y coleando. El ministro austriaco de Finanzas, Gernot Blümel, se mostraba esta semana “preocupado por quienes cuestionan las reglas fiscales” y aseguraba, en una carta a sus homólogos a la que ha tenido acceso este diario, que “el objetivo común debe ser reducir la deuda”. En el lado opuesto, el primer ministro italiano, Mario Draghi, reclamaba el viernes en un acto del Círculo de Economía en Barcelona “estímulos adicionales”, para regresar a la prudencia fiscal únicamente cuando se vuelva a los niveles de actividad precrisis: “Cuando la recuperación sea autosostenida”. Esas dos visiones, casi antitéticas, protagonizarán el debate de política económica europea de la larga resaca coronavírica.

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Las grandes crisis son como aquello de Hamlet: “Cuando llegan las penas, nunca vienen como un solitario explorador: vienen en batallones”. La covid ha provocado la recesión más aguda desde las guerras mundiales. Ha dejado heridas económicas profundas, ha exacerbado las desigualdades, tiene a los populismos al acecho. En Bruselas, todo eso se traduce en una batalla de ideas sobre las reglas fiscales y, de momento, son los halcones —se llama así a los que mantienen las posiciones más duras, más ortodoxas— quienes enseñan las garras. La ofensiva austriaca está sobre la mesa. Los conservadores alemanes han deslizado mensajes similares: el exministro Wolfgang Schäuble sentenciaba hace unos días: “La paz social en Europa requiere una vuelta a la disciplina fiscal”. Berlín presionaba en marzo a España en la OCDE para que el ajuste empiece más pronto que tarde. Los más halcones, en fin, empiezan a volar en círculos. Pero fuentes diplomáticas explican que el resto de los mal llamados frugales —los partidarios de un gasto público bajo: Países Bajos, Alemania o Finlandia, reforzados a menudo con los bálticos y algún socio del Este— no están por la labor. Ese grupo de países comparte el objetivo de poner el foco en la reducción de la deuda. Pero como la santidad y San Agustín: todavía no. Austria, según las fuentes consultadas, yerra con el tempo: no era el momento de presentar esa propuesta, cuando la Comisión ni siquiera ha hecho pública la suya. El vicepresidente comunitario Valdis Dombrovskis afirmó el viernes tras el Ecofin, la reunión de ministros de Finanzas de la UE, que Bruselas buscará el consenso para ejecutar una revisión de las reglas que concilie el crecimiento con la sostenibilidad fiscal y financiera. Pero casi todo en la UE está paralizado, a la espera de las elecciones alemanas de septiembre. Los Verdes van en cabeza, aunque la alianza CDU-CSU (derecha) y liberales (FDP) apunta a un 40% de los votos, con los Verdes y los socialdemócratas un par de puntos por detrás.

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Fuentes diplomáticas apuntan a EL PAÍS, para explicar el fiasco de la propuesta de Viena, que “Alemania ha de ser prudente por las elecciones de septiembre, y Mark Rutte está mirando a su izquierda para poder formar coalición en Holanda”. Todas las opciones están abiertas: los ortodoxos abogan por volver cuanto antes a las reglas precovid, pero hay quien quiere mantenerlas suspendidas sine die y quien aboga por una reforma de los listones del 3% de déficit y del 60% de deuda sobre PIB, para suavizar esa especie de camisa de fuerza que muchas veces ha sacrificado el crecimiento en el altar de la supuesta credibilidad. París, Roma y Madrid se decantan por esa última opción, con perfil bajo. Y también la Comisión Europea opta por la prudencia. Bruselas es consciente de que los Veintisiete solo coinciden en una cosa: “A nadie le gustan las normas actuales”, dicen fuentes comunitarias. Pero por distintos motivos: los halcones quieren menor flexibilidad, y el Sur desea romper el corsé de los umbrales de deuda y déficit, que obligarían a volver a las recetas de austeridad tan criticadas hace 10 años.

El rifirrafe político está servido. En la academia hay más consenso y se acumulan varias propuestas basadas en limar el sesgo proausteridad de la eurozona. Los expertos creen que el límite del 60% de deuda sobre PIB es una quimera con las cifras actuales de endeudamiento. Y que cuando el BCE normalice su política monetaria habrá que poner en marcha una estrategia de reducción gradual de la deuda, con objetivos diferentes para cada país, y aplicar una regla de gasto (una limitación del aumento del gasto público teniendo en cuenta la trayectoria del crecimiento).

“El riesgo es que algunos países quieran volver a la austeridad demasiado pronto”, resume por teléfono Olivier Blanchard, execonomista jefe del FMI. André Sapir, de Bruegel, aventura “una postura fuerte de los frugales en los próximos meses, a los que puede sumarse Alemania en función de los resultados electorales, pero también una fuerte presión por el lado de Francia, que asume la presidencia de la UE el año próximo, con el apoyo de la Italia de Draghi y la España de Pedro Sánchez”. “Lo más probable es seguir con las reglas fiscales suspendidas o con una discrecionalidad tan grande que será como si estuvieran suspendidas, o una reforma no demasiado radical, cuya ambición dependerá de Alemania”, añade. Daniel Gros, del CEPS, vaticina que “nada va a cambiar” porque ni el Norte ni el Sur pueden armar mayorías suficientes. Y Wolfgang Münchau, de Eurointelligence, insiste en que “el punto de vista de los académicos será, como siempre, olímpicamente ignorado. Habrá una mejora en el tratamiento fiscal de la inversión, y poco más”.

Berlín tiene la palabra. “No habrá cambios sustanciales hasta que Alemania esté preparada para aguar su freno de deuda constitucional”, avisa el exministro griego Yanis Varoufakis por correo electrónico. La CDU ha subrayado que no va a permitir nada parecido; los liberales (FDP), tampoco. El ministro de Hacienda y candidato del SPD, Olaf Scholz, se presenta como un par de manos seguras al volante con un ligero tinte socialdemócrata, pero trata de eludir el debate del freno de deuda, que en la práctica es un formidable artefacto de austeridad. Los Verdes son otra cosa: en su programa figura una reforma del freno de la deuda y de las reglas europeas. Marcel Fratzscher, del think tank (centro de estudios) berlinés DIW, cierra: “Los conservadores van por delante. Pero creo que sería de lo más preocupante que Berlín se niegue a emprender la reforma de las reglas fiscales y eso dañe las posibilidades de la UE de competir contra EE UU y China”.

La gestión de la crisis del euro y la fase posterior fue una guerra de baja intensidad Norte-Sur, acreedores-deudores; el magistral farol de Draghi y su whatever it takes permitió postergar ese conflicto. Pero el debate sobre las reglas, espoleado por la rápida recuperación económica, volverá a sacar todo ese lío a flote. Y pronto.

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