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Autoempleo en el ‘coworking’ rural

La oficina compartida permite que los emprendedores lancen negocios en pequeños pueblos a un precio competitivo: de 20 a 130 euros mensuales

Emprendedores que comparten oficina en El Refugio, en Puebla de la Sierra (Madrid).
Emprendedores que comparten oficina en El Refugio, en Puebla de la Sierra (Madrid).Sergio Fernández

Es la bebida alcohólica más antigua del mundo: el hidromiel. Esta mezcla de miel y agua fermentada, licor de culto de los vikingos, es la que fabrica la emprendedora Sara Zúñiga en su empresa FosfiFuel. Lo hace desde el coworking El Refugio, situado en un pueblo de la Sierra Norte de Madrid, Puebla de la Sierra (73 habitantes). “He invertido más de 1.000 euros en formación, material y pruebas, y estoy en fase de experimentación”. Como ella, no son pocos los que se han lanzado a emprender desde pequeñas comarcas y municipios rurales que ofrecen estos espacios de economía colaborativa a unas condiciones irresistibles para atraer población y nuevos negocios.

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Y parece que está funcionando. Estas incubadoras rurales suman cada vez más adeptos gracias a su conectividad, instalaciones, asesoramiento, contactos o material de oficina a un coste que oscila entre 20 y 130 euros mensuales. Condiciones que favorecen el nacimiento de un tejido productivo inédito antes de la pandemia y ahora aupado por un sector de la población que busca enfrentar el coronavirus desde espacios abiertos y saludables donde poder teletrabajar o teleemprender en compañía de otros.

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“En El Refugio me han apoyado al habilitarme un espacio donde producir hidromiel, me han ayudado con el plan de marketing y con una interesante red de contactos”, señala Zúñiga, que valora “trasladarme a una casa rehabilitada del pueblo”. Un lugar donde tiene su segunda residencia el publicista Miguel Villamizar y desde el que ayuda a su hijo Alejandro con su negocio de apicultura, ­MadBee. Compraron 30 colmenas y, junto a un apicultor local, han logrado una producción de 800 kilos de miel.

“Trabajamos en el coworking para encontrar de forma conjunta un canal de venta. El ambiente es muy bueno y trazamos sinergias con otros emprendedores”, mantiene Villamizar. Con una inversión de 20.000 euros, “ya tenemos 60 colmenas. Queremos saltar al canal por internet, hacer talleres y catas de miel”. Un tercer coworker, Arturo Colina, ha lanzado desde El Refugio su portal de alojamientos con estancias para teletrabajar, Next Work Concept. “Se han asociado 50 alojamientos que el usuario valida desde sus interacciones. La pandemia ha traído un cambio de paradigma donde el teletrabajo abre nuevas ventanas de negocio”, dice Colina, que destaca el valor añadido de trabajar junto a otros emprendedores.

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Para Zúñiga, “nada de esto hubiera sido posible sin el coworking rural”. Lo regenta Martin Fleischer, quien intercambia conocimiento, experiencia y contactos por asentamiento. Junto su socio, Agustín Gago, no han parado de luchar en su mesón y centro de emprendimiento desde que consiguieron wifi hasta la cesión del Ayuntamiento de un espacio para colocar una central de carga para coches eléctricos con Endesa. “Y seguimos. Ya se han empadronado cinco personas”, afirma Fleischer. La tarifa para acceder al centro de trabajo compartido es de 19 euros diarios, o 130 mensuales si el puesto de trabajo es fijo, o de 55 euros en caso de alojamiento, desayuno y uso del coworking.

Y lo hace con idéntica ilusión que los jóvenes que buscan emprender desde la comarca del Bajo Aragón (Teruel). Tres de sus 20 municipios cuentan con un coworking. Según el presidente comarcal, Luis Peralta, “los pueblos del interior son una nueva oportunidad para el trabajador afectado por la crisis del coronavirus y para los jóvenes que empiezan”. En el coworking de Alcorisa (3.276 habitantes), el abogado Sergio Monforte, desde Monforte Asociados, facilita asistencia jurídica al pueblo y alrededores. “Por 25 euros al mes tengo despacho propio, wifi, calefacción, impresora y fotocopiadora. Una buena solución que viene a paliar los problemas de servicios de los pueblos pequeños”.

Algo que desde Alcañiz (16.500 habitantes) hace posible el coworking Technopark, empresa del Gobierno de Aragón que “busca atraer talento y generar economía”, declara su director-gerente, Daniel Urquizu. Su coste es de 75 euros mensuales, con un 50% de descuento a empresas con menos de tres años. “La gente del mundo rural es muy camaleónica. En un medio hostil es capaz de adaptarse muy rápido, tienen capacidad de lucha y es muy comprometida”, dice.

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Es el caso de Ana Lizana (vistedecoratucasa), que ha pasado de decoradora de interiores a empresaria. “Me quedé en paro y decidí lanzarme. En Tecnopark tengo espacio, tecnología, servicios de marketing y asesoramiento jurídico y administrativo. Doy talleres virtuales de decoración para comercios y estands a 38 alumnos”. En el coworking de Torrecilla de Alcañiz (439 habitantes), Andrea Lacueva, asesora de energías renovables, destaca las sinergias entre los coworkers, “el intercambiado de servicios”. También en Teruel, el alcalde de Orihuela del Tremedal (487 habitantes), Rafael Samper, aprovecha para invitar a wifi desde su Ayuntamiento a empresas y emprendedores “que busquen desarrollar su idea de negocio en un ecosistema saludable”.

En Castilla y León, la comunidad con más pueblos de España (2.248), grupos de acción local y pequeños consistorios de León, Burgos, Segovia, Soria y Salamanca han firmado diferentes acuerdos por los que nace Cowocyl, una red de espacio compartido de trabajo rural con incubadora incluida para facilitar el emprendimiento. El Ayuntamiento de Boceguillas (750 habitantes) es buen ejemplo de convenio con la Coordinadora para el Desarrollo Integral del Nordeste de Segovia (Codinse) para lograr su espacio de trabajo colaborativo. Esta red “favorece la movilidad del empresario, además de poner a su disposición formación y soporte”, dice Mónica Pérez, técnico de Codinse.

La regidora de Boceguillas, Cristina Cristóbal, reconoce que el teletrabajo “nos ha abierto una puerta al desarrollo de negocios en el ámbito rural”. Asegura que ofrecen “un concepto abierto de coworking” que ya reúne a ocho emprendedores con puesto fijo y “facilita oficina a todo el que pase por la Nacional 1”. Nani Chaparro trabaja desde su despacho colaborativo a un coste de 50 euros al mes como asesora y mentora de proyectos rurales: “Venir aquí es una forma de separar trabajo y familia, salir de casa y sacar proyectos fruto de la colaboración. Para progresar ya no hay que irse a las grandes ciudades”.

Cumbre de nómadas digitales

Como gerente de la Asociación para el Desarrollo Integral de la Sierra de Salamanca, Juan Bautista apunta que iniciativas como la red de espacios compartidos de trabajo de Castilla y León fomentan y apoyan al nómada digital, “aquel cuya movilidad en busca de proveedores, clientes y desarrollo de negocio le permite disfrutar de la libertad de viajar y conocer entornos diferentes gracias a la cobertura que dan estos lugares para trabajar en remoto”.

Martin Fleischer, propietario del coworking El Refugio, trabaja en la organización del Puebla Nomad Summit, que convoca a cerca de 100 nómadas digitales. Una cumbre donde a través de hacka­thones, cursos y talleres presentarán e intercambiarán ideas del 4 al 8 de agosto para acelerar el desarrollo de sus proyectos gracias a la colaboración. “Alojarlos en los pueblos cercanos es otra forma de apoyar el desarrollo de la Sierra del Rincón e impulsar su conectividad”, sostiene Fleischer.

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