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El Banco Mundial cree que la economía de América Latina regresará a niveles precrisis a finales de 2022

Argentina, Ecuador y varios países del Caribe tendrán que esperar como pronto a 2024 para que su economía recupere el pulso anterior a la pandemia

Ignacio Fariza
Vista aérea de Bauru, en São Paulo
Vista aérea de Bauru, en el Estado brasileño de São Paulo, el jueves de la semana pasada.STRINGER (Reuters)

Un año después del estallido de la crisis del coronavirus, la incertidumbre radical sigue siendo la nota predominante, pero algunas cosas ya se pueden dar por sentadas. América Latina y el Caribe estará entre las regiones más golpeadas del mundo, tanto en clave sanitaria —con Brasil y México entre los países más castigados— como en clave económica. El bloque, sin embargo, caerá algo menos de lo que se esperó en un principio y se recuperará ligeramente más rápido: en 2020 la actividad se desplomó un 6,7%, frente al 7,9% que el Banco Mundial proyectó a finales de año, y este 2021 el rebote será del 4,4%, cuatro décimas más de lo previsto hasta ahora. Esa mejora le permitirá recuperar el nivel de PIB prepandemia a finales de 2022 y no a lo largo de 2023, como se proyectaba hasta ahora.

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El zarpazo y la posterior recuperación es todo menos simétrico. Guyana al margen, un país aupado por un milagro petrolero a destiempo que le ha permitido crecer a doble dígito incluso en plena pandemia, Paraguay y Guatemala serán los dos únicos países del bloque que lograrán regresar a los niveles de 2019 este mismo año, una proeza si se tiene en consideración la magnitud del cráter económico que ha dejado el coronavirus.

A renglón seguido aparecen los países que, como la media regional, llegarán al 31 de diciembre de 2022 habiendo cerrado por completo la herida abierta por la covid-19 en el PIB: Brasil, Chile, Colombia, Perú, Uruguay, Costa Rica, República Dominicana, San Vicente y las Granadinas. Y aquellas que, como México, Bolivia, Panamá, El Salvador, Honduras o Nicaragua, restituirán por completo el nivel de actividad prepandemia a lo largo de 2023.

El resto —salvo Venezuela, que como en ocasiones anteriores no está incluida en el cuadro de previsiones del Banco Mundial— tendrá que esperar, como pronto, a 2024 para lograr cerrar la brecha: Argentina y Ecuador (ambas rescatadas por el Fondo Monetario Internacional justo antes de que estallase la crisis), Haití, Jamaica, Bahamas, Barbados, Belize, Dominica, Santa Lucía y Surinam, según el pronóstico del Banco Mundial. En esos países, las cicatrices serán mayores tanto en términos económicos como en clave social, una vertiente en la que esta crisis ha golpeado con especial virulencia a la región.

“La crisis tendrá un impacto a largo plazo sobre las economías de la región”, alertan los técnicos del multilateral, que ven “probable” que los menores niveles de aprendizaje y de empleo reduzcan los ingresos futuros. Y que teme que el elevado nivel de endeudamiento público y privado “pueda causar tensión en el sector financiero y frenar la recuperación”.

Al margen de los retos de calado que afronta el bloque, el Banco Mundial atisba “áreas positivas”: el comercio internacional se ha mantenido a flote —y se ha recuperado mucho antes de lo previsto— a pesar de la fuerte caída en el comercio de servicios y del desplome del turismo; al calor de la recuperación de China, buena parte de las materias primas ya han regresado al nivel anterior a la crisis sanitaria —algo importante para Latinoamérica: muchos de sus países dependen de la venta de productos básicos para cuadrar sus cuentas públicas—; y las remesas, vitales para muchas familias de México y Centroamérica no solo no se han hundido como cabía esperar sino que ya están por encima de las cifras de 2019.

Además, a diferencia de en anteriores crisis, el grifo de la financiación permaneció abierto para la mayoría de los países del bloque. Y el gasto público adicional en el que han incurrido se ha destinado a lo más prioritario: fortalecer los sistemas sanitarios, proporcionar transferencias a los hogares y ayudar a las empresas a esquivar la quiebra.

“Esta pandemia ha dado lugar a un proceso de destrucción creativa que puede resultar en un crecimiento más acelerado, pero que también puede agrandar la desigualdad dentro y entre países de la región”, ha subrayado Martín Rama, economista jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe. La mayor transformación, dice, puede provenir de la digitalización acelerada, que podría conducir a un mayor dinamismo en la intermediación financiera, el comercio internacional y los mercados de trabajo. La crisis dejará mucho malo tras de sí, pero también un puñado de oportunidades que los países del área deberán aprovechar.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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