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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

“Y créanme, será suficiente”

Los gobernantes europeos repiten como un mantra la consigna de Mario Draghi en el fragor del desplome de la deuda española e italiana para aplicarla a la crisis del coronavirus

Xavier Vidal-Folch
La presidenta del BCE, Christine Lagarde.
La presidenta del BCE, Christine Lagarde.Europa Press

Gobernantes y altos funcionarios europeos repiten como un mantra la legendaria consigna de Mario Draghi en el fragor del desplome de la deuda española e italiana (julio de 2012), para aplicarla a la crisis del coronavirus. Recuerden. Se comprometió a “hacer todo lo necesario” para salvar al euro. Pero, mediocres copistas, olvidan su última parte: “Y créanme, será suficiente”. Suficiente. Esto es lo esencial.

Para que la fuerza sea suficiente, la teoría militar moderna exige la “aplicación de una fuerza masiva, abrumadora”: que no deja resquicio, que paraliza, que desborda, que es definitiva para “desarmar, incapacitar o rebajar al enemigo a impotente militarmente”. Bastó la frase, pues Draghi era creíble y la dijo bien. Pero también porque incorporaba el anuncio de una nueva operativa: la compra sin restricciones de deuda pública de los países vulnerables en el mercado secundario. Eran las Outright Monetary Transactions, las OMT, que ni siquiera hubo que aplicar, que el Bundesbank atacó y que el Tribunal de Justicia de la UE validó.

Atención: significa “total” “absoluto”, “rotundo”. Los especuladores supieron al instante que se arriesgaban a perder sus crueles apuestas y se rindieron. Así que las buenas respuestas a los grandes envites han de ser abrumadoras, para ganar la confianza de los propios y desactivar los asaltos exteriores. La incertidumbre exponencial solo se anula con la convicción social de que el cañón Berta de la política dispone de alcance ilimitado.

A las élites europeas, geniales en el regate corto, les cuesta entenderlo, entre otras razones porque suele implicar rascarse el bolsillo, apelar al contribuyente. Por eso las recetas hoy disponibles contra esta crisis no bastan. La tolerancia flexible con los mayores déficits nacionales, ya confirmada, es correcta. Pero la coordinación debe evitar que cada uno dé las ayudas que le plazcan y que a base de perjudicar al vecino entre todos distorsionemos el artilugio esencial, el mercado interior: lo que de él quede. Y el activismo fiscal/presupuestario debe ser más expansivo, para apoyar a fondo a quienes queden de repente fuera del mercado. Y del salario. Con inversiones nuevas, asimétricamente más favorables a los más vulnerables y afectados. Porque de lo contrario regurgitará la desigualdad territorial que ya íbamos reconduciendo desde 2015.

Tampoco EEUU ha estado bien en esta ocasión. La precipitada decisión (3/3/20) de la Reserva Federal (Fed) de bajar [medio punto] el tipo de interés no suele ser la medida cortada a medida contra una crisis sobre todo de oferta en que se rompen las cadenas de producción; aunque lo sea si es de demanda, para favorecer el consumo. Pero además, rompió la promesa de coordinación a la que se conjuró el G7, y la réplica de seguidores anglosajones (Canadá, este miércoles Reino Unido) es goteo, no fuerza de choque. Es una factura del tránsito de Bush / Obama / Bernanke / Yellen a Trump / Powell.Y ello sin contar con la pérdida por la Fed de la forward guidance —el trazo público de una ruta estratégica de los bancos centrales—, que saltó por los aires.

El BCE de Christine Lagarde debería hoy ser leal a esa previsibilidad. Sobran las incertidumbres.Pero su gran apuesta es la de proveer liquidez suficiente —abrumadora— para mantener la actividad. Claro, a los bancos, ampliando las operaciones de refinanciación a largo plazo a las entidades: las Long Term Refinancing Operations, popularmente litronas. Pero sobre todo a las deudas públicas nacionales, y de las grandes corporaciones: es la expansión cuantitativa. Su cadencia mensual de 20.000 millones debe aumentar. Su objetivo, ampliarse a las pymes, a través de una red capilar de bancos privados, cajas, y bancos de inversión pública como el ICO español, y el Banco Europeo de Inversiones. La compra masiva de bonos de estas entidades por el BCE sería de facto un nuevo impulso a una suerte de eurobonos. Los bonos Lagarde.

Por desgracia parece hoy utópico, aunque sea lo conveniente, poner la directa a un lanzamiento de bonos-bonos.Ojalá la batalla contra la virucrisis fuese un momento Hamilton. Por Alexander Hamilton, el primer secretario del Tesoro norteamericano. El que federó las deudas de los distintos Estados emitidas para financiar su guerra de liberación contra la Corona británica y que amenazaban quiebra por no poder honrarla. El padre económico de Estados Unidos.

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