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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Por un salario mínimo decente

Sería conveniente poder alcanzar un consenso entre Gobierno, sindicatos y patronales en esta materia. Pero el debate debe ser riguroso

Andreu Missé
Un grupo de personas trabajan en la recolección de fresas Palos de la Frontera (Huelva).
Un grupo de personas trabajan en la recolección de fresas Palos de la Frontera (Huelva).PACO PUENTES

Una de las mayores frustraciones es comprobar que tener un empleo ya no garantiza salir de la pobreza. El ejército de parados, que llegó a superar los seis millones de trabajadores en 2013, propició un hundimiento de los salarios hasta niveles paupérrimos.

A pesar de la recuperación económica iniciada en 2014, el colectivo de trabajadores pobres (con sueldos inferiores al 60% del salario medio) no ha cesado de crecer. Numerosas estadísticas lo certifican. El Instituto Nacional de Estadística (INE) cifra en un 16% la proporción de trabajadores en riesgo de pobreza en 2018, casi tres puntos más que en 2012. Un estudio de la Comisión Europea (Low pay and in - work poverty: preventative measures and preventative approaches) revela que España es el segundo país donde han aumentado más deprisa los trabajadores pobres.

En este contexto, a principios de este año el Gobierno socialista aprobó una subida del salario mínimo interprofesional (SMI) del 22%, hasta dejarlo en 900 euros en 14 pagas. Fue una subida muy importante pero hay que recordar que el SMI estuvo prácticamente congelado entre 2011 y 2016. Ahora, tras las demandas de los sindicatos, el Gobierno en funciones, con el apoyo de Unidas Podemos, baraja una subida para 2020 hasta situarlo en 1.000 euros mensuales, lo que supondría un aumento del 11%. El presidente de la patronal CEOE, Antonio Garamendi, ha calificado de “barbaridad” este incremento por conducir a un aumento de la economía sumergida.

Sin duda sería conveniente poder alcanzar un consenso entre Gobierno, sindicatos y patronales en esta materia. Pero el debate debe ser riguroso. Hay que tener presente que las industrias más abiertas a la competencia exterior son las menos afectadas por el SMI. En este punto hay sensibilidades empresariales muy diferentes. La patronal catalana Foment del Treball, por ejemplo, propugna un capitalismo más inclusivo y medidas para reducir las desigualdades.

Un informe de la Comisión Europea del pasado 17 de diciembre (Proposal for a Joint Employment Report 2020 from the Commission to the Council) revela que en 2018 el SMI estaba en el 35% del salario medio, el más bajo de los países analizados. Incluso tras la última subida estamos todavía lejos del consenso europeo de situar el salario mínimo en el 60% del salario medio.

En 2020 la UE va a dar un impulso al salario mínimo europeo para que los trabajadores “tengan una vida decente”, según manifestó el comisario de Empleo, Nicolas Schmit. Angela Merkel, canciller de Alemania, ha dicho que Europa debería tener “salarios mínimos comparables” para avanzar hacia condiciones de trabajo iguales. España está lejos de países como Francia y Alemania, con salarios mínimos que superan los 1.500 euros. Esta es la verdad. La patronal española debería sintonizar mejor con la líder alemana, preocupada por reducir unas desigualdades insostenibles.

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