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Los salarios en la eurozona empiezan al fin a recuperarse tras años de moderación

Las diferencias por países son notables ya que mientras el salario medio en Alemania creció en 2018 más del 3%, en España el incremento fue de en torno al 1,2%.

Luis Doncel

Tras duras semanas de negociaciones, 12.000 trabajadores del sector de la automoción del rico Estado alemán de Baviera arrancaron una subida salarial del 2,7%; y otra del 2,6% en un año. “Los trabajadores logran así su parte proporcional del éxito de sus empresas”, celebró el representante del sindicato IG Metall. Alemania, un país que se acerca al pleno empleo y donde durante años la moderación salarial ha sido una religión, avanza hacia una política de alzas que los economistas reclaman desde hace tiempo. No es una excepción. Las salarios toman impulso en toda la eurozona. Y el BCE prevé que esta tendencia continúe en los próximos años.

Empleados de Volkswagen en Berlín.
Empleados de Volkswagen en Berlín. Volkswagen AG

“Si observamos las señales económicas, vemos que la actividad se está ralentizando. Pero también vemos aumentos salariales significativos y una creación de empleo importante a ambos lados del Atlántico”, aseguraba la semana pasada el gobernador del Banco Central de Francia, François Villeroy de Galhau. Una afirmación que muchos economistas llevaban tiempo queriendo oír. Porque tras la recuperación que siguió a la crisis de 2008, los analistas se preguntaban por qué la mejoría del mercado laboral no iba acompañada de alzas salariales importantes.

La tendencia ha empezado a romperse. Acostumbrados a que el incremento medio de la remuneración por asalariado en la eurozona rondara el 1,5% los últimos años, en 2018 llegó al 2,2%. Y el Banco Central Europeo (BCE) prevé que este porcentaje crezca hasta el 2,5% en 2020 y 2021. “Si miramos al futuro, los convenios recientemente firmados y las alzas salariales en distintos países y sectores confirman nuestra previsión de que va la remuneración de los empleados va a seguir creciendo próximamente”, escribían en un artículo reciente los economistas del BCE Gerrit Koester y Justine Guillochon.

Los datos son positivos pero no espectaculares por dos motivos. En primer lugar, porque la tendencia varía mucho según sectores y países. Mientras algunas zonas del norte de Europa llevan años batiendo récords de empleo y afrontando cada vez mayores dificultades para cubrir ciertas vacantes —factores que permiten a los trabajadores exigir mejoras en sus nóminas—, los niveles de desempleo en países como España o Grecia siguen siendo inaceptablemente altos. Esto se refleja en que el salario medio de un trabajador alemán creció el año pasado más del 3%, en España el incremento fue de en torno al 1,2%.

Menor trozo del pastel

Y en segundo lugar, porque aunque crezcan los salarios, la parte del pastel de la riqueza que se quedan los trabajadores está aún lejos de la que tenían hace una década. “No se han revertido ni de lejos los niveles de reparto que había antes de la crisis. Y es dudoso que vayamos a volver a esos niveles”, asegura Marcel Jansen, investigador de Fedea.

“En la última década se ha intensificado el proceso de globalización, la competencia con China en la economía mundial y el avance tecnológico. Estos tres factores hacen que en el mundo sea cada vez más difícil las subidas de los salarios, sobre todo de los trabajadores menos cualificados. Para corregir esto, hacen falta medidas de carácter político y coordinación entre los interlocutores sociales”, concluye Jansen.

Pese a constatar la subida de salarios, Miguel Cardoso, economista jefe para España de BBVA Research, considera que para los niveles de desempleo en países como Alemania o EE UU —por debajo del 4%— los aumentos en las remuneraciones deberían de ser mayores. “Habría esperado una reacción más pronta y más potente”, resume.

Las alzas salariales en Alemania son importantes para el resto de Europa porque, ante el frenazo en el comercio mundial, cobra mayor importancia la demanda interna de la primera economía de la unión monetaria. Tras muchos años de contención salarial, los trabajadores alemanes se están acostumbrando a ganar poder de compra. Sus salarios aumentaron el año pasado un 3%, el mayor incremento desde 2011, según la Agencia Federal de Estadística. Pero la mayor inflación hizo que el aumento en términos reales (es decir, descontada la inflación) se quedara en el 1%. “Estos aumentos son importantes solo por impulsar el consumo de los hogares alemanes, sino también porque la pérdida de competitividad que conllevan puede contribuir a reducir los desequilibrios en la eurozona”, asegura el economista del BBVA.

Karl Brenke, experto en mercado laboral del think-tank alemán DIW, destaca que el gran impedimento de los últimos años para impulsar las importaciones alemanas del resto de Europa eran los bajos salarios. Y que su gran superávit comercial no se explicaba solo por su poder exportador sino por su débil demanda interna. “Con este cambio, Alemania podrá comprar más en Polonia, Alemania o España, de lo que toda Europa se beneficiará”, concluye.

El debate en torno al salario mínimo se extiende

España no es una excepción. La polémica en torno al salario mínimo —que el Gobierno subió un 22% este año, generando críticas por una supuesta destrucción masiva de empleo que más tarde han sido matizadas— afecta también a otros grandes países occidentales.

La mayoría demócrata en la Cámara de Representantes de EE UU permitió esta semana aprobar una ley para elevar a partir de 2025 el salario mínimo en todo el país a 15 dólares por hora (ahora en 7,25 dólares). Es un gesto eminentemente político, porque para hacerlo realidad necesita el visto bueno del Senado. Y la mayoría republicana está decidida a bloquearla. Pero el debate promete entrar con fuerza en las elecciones presidenciales de 2020. Y sigue el ejemplo de ciudades como Seattle o San Francisco o Estados como California o Nueva York que han subido la retribución mínima. Empresas como Amazon ya han dado el paso de establecer su salario más bajo en los 15 dólares.

También fue polémica la introducción en Alemania del salario mínimo en 2015. Forzada por sus socios de Gobierno socialdemócratas, la canciller Angela Merkel lo fijó en 8,5 euros por hora. El próximo 1 de enero pasará a 9,35 euros. Pero la Federación Alemana de Sindicatos no está satisfecha con una medida que afecta a cuatro millones de trabajadores, y exige subirlo a 12 euros.

Miguel Cardoso, de BBVA, Research, insiste en diferenciar la situación de países como Alemania o EE UU, con una situación próxima al pleno empleo, con la de España, con una tasa de paro del 14,7%. “En esos países se justifican ese tipo de medidas. Pero en España sí hemos visto un efecto sobre el empleo, aunque limitado. El salario mínimo podría haber hecho que no se crearan unos 20.000 empleos”, asegura. El premio Nobel Joseph Stiglitz lo ve de otra forma. En una entrevista con EL PAÍS, decía hace unos meses que subir el salario mínimo tenía un impacto “insignificante o incluso positivo” sobre el empleo. En EE UU, decía, los datos son abrumadores. “Y no se refieren a subidas del 22% como en España, sino incluso del 100%, como en Seattle”, concluía.

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Sobre la firma

Luis Doncel
Es jefe de sección de Internacional. Antes fue jefe de sección de Economía y corresponsal en Berlín y Bruselas. Desde 2007 ha cubierto la crisis inmobiliaria y del euro, el rescate a España y los efectos en Alemania de la crisis migratoria de 2015, además de eventos internacionales como tres elecciones alemanas o reuniones del FMI y el BCE.

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