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La inflación en Turquía escala a su máximo en 15 años y el banco central promete actuar

Los medios económicos interpretan que el regulador monetario turco elevará los intereses para atajar la crisis de la moneda, pese a la oposición del presidente Erdogan

Andrés Mourenza

La crisis de la lira turca, derivada de los desequilibrios del país euroasiático y agravada por el enfrentamiento con Estados Unidos a raíz de la detención de un pastor protestante, ha comenzado a pasar factura en la economía real. Y por mucha retórica antimperialista que haya gastado el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, tratando de movilizar a la población en busca de frenar la caída de la cotización de la moneda nacional, la crisis afecta ya a lo más sagrado para el ciudadano de a pie: la cesta de la compra.

Cartel electrónico que muestra las cotizaciones de las divisas y el oro en una calle de Estambul, el pasado 31 de agosto
Cartel electrónico que muestra las cotizaciones de las divisas y el oro en una calle de Estambul, el pasado 31 de agostoOSMAN ORSAL (REUTERS)

El índice de precios al consumo, revelado este lunes por el Instituto de Estadística Turco (TÜIK), muestra que la inflación se desbocó en agosto respecto al mismo mes del año anterior: subió al 17,9%, su nivel más alto desde finales de 2003. Aún más grave, el índice de precios de producción —que sirve de indicador adelantado, pues muestra hacia dónde irán los precios de venta— se incrementó un 6,6% respecto a julio y un 32,1% respecto al año anterior.

Esto ha forzado al Banco Central de Turquía a actuar o, mejor dicho, a prometer que actuará. “El desarrollo de los acontecimientos respecto a la perspectiva de la inflación indica riesgos significativos para la estabilidad de precios. El banco central tomará las medidas necesarias”, afirmó la institución en un comunicado. Algo que los medios económicos toman como una señal de que en su próxima reunión de política monetaria (13 de septiembre) decretará una subida de tipos de interés.

Este anuncio conlleva, a su vez, sus propios desafíos. Porque el margen de maniobra del instituto emisor turco es muy escaso, especialmente en temas de intereses. El presidente Erdogan los considera “la madre de todos los males” (y origen de la inflación) y en anteriores ocasiones en que el organismo monetario ha tenido que subirlos —por ejemplo, 400 puntos básicos entre mayo y junio—, ha costado sudor y lágrimas convencer al mandatario islamista de que diese su visto bueno.

Esta vez, los inversores no creen que sea suficiente con un incremento simbólico, sino que piden subidas de la tasa de interés -actualmente en el 17,75 %- de hasta 1.000 puntos básicos. La razón es que los intereses reales han pasado a ser negativos pues la inflación los ha superado. Es decir, el dinero que tienen los ahorradores en sus depósitos no solo no les aporta rédito alguno sino que al sacarlo del banco valdrá mucho menos que cuando lo depositaron pues los precios habrán subido. “Se necesita un incremento apropiado y al comprometerse a hacerlo, el banco central se ha elevado el listón de las expectativas. No tiene margen para defraudar”, ha explicado Piotr Matys, estratega de Rabobank para mercados emergentes, en declaraciones a Reuters. Sin embargo, los expertos consultados por el diario económico turco Dünya no creen que el incremento exceda los 250 puntos básicos.

La inflación es solo un indicador de los problemas a los que se enfrenta la economía turca. Dado que su industria depende de la importación de energía, materias primas, productos semielaborados y tecnología para funcionar, la caída de la lira ha incrementado los costes de producción. Y que esos sobrecostes se trasladen al consumidor solo es cuestión de tiempo. De hecho, varias empresas han utilizado ciertas artimañas para camuflar la subida de precio en las últimas semanas, por ejemplo, reducir hasta un 20 % el gramaje de los productos empaquetados: tarros de crema de chocolate que pasan de 750 a 630 gramos, bolsas de pipas de 80 a 74 gramos, botellas de refresco de “litro” que contienen 900 mililitros. Esto no ha pasado desapercibido y el Ministerio de Comercio ha introducido una nueva regulación que permite sancionar a las empresas que eleven los precios “sin razón justificada”. Esta semana ha enviado a sus inspectores por todo el país para detectar posibles irregularidades.

Dudas sobre los datos

Por si fuera poco, la oposición cree que TÜIK está “maquillando” los datos para “favorecer al Gobierno”. Aykut Erdogdu, vice secretario general de la formación socialdemócrata CHP, ha advertido de que el instituto estadístico no ha contado los precios de una de las semanas de agosto por ser esta festiva, y ha sido precisamente entonces cuando han llegado, por sorpresa, muchas de las subidas. Por ejemplo en las tarifas eléctricas (+15%) y del gas (+9% para los hogares +14% para la industria). Desde luego, lo peor no ha pasado, y Banu Kivci Tokali, director de investigación de la división de inversiones de Halk Bank, cree que la inflación rozará el 19 % a final de año. Una perspectiva optimista teniendo en cuenta los precios de producción.

Algunas voces, especialmente del exterior, han comenzado a recomendar a Ankara negociar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) un préstamo que ayude a resolver los problemas de financiación de la economía euroasiática. Entre el déficit por cuenta corriente y la deuda privada a corto plazo de las empresas -que en los últimos años han contratado préstamos en divisa a mansalva-, Turquía necesita 180.000 millones de dólares en los próximos doce meses y los pagos en divisa se antojan cada vez más inasumibles con una lira que ha perdido el 40 % de su valor en lo que va de año. Pero recurrir al FMI “no entra en los planes” del gobierno turco, según dijo el ministro de Finanzas y yerno de Erdogan, Berat Albayrak, en una entrevista a Reuters durante la que excluyó que los bancos turcos vayan a sufrir un grave deterioro de sus balances a causa de la depreciación de la lira y de las dificultades de las empresas (por ejemplo, Garanti, el banco turco del que BBVA es copropietario, se prepara para asumir un impago de 1.000 millones de dólares de Türk Telekom, aunque a cambio recibirá parte del paquete accionarial de la compañía de telecomunicaciones). “No esperamos problemas en el sector bancario -aseguró el ministro Albayrak- pero en caso de que los haya, intervendremos”.

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